Capitulo 65

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Incluso los corazones más puros pueden volverse oscuros si se aplica suficiente fuerza en ellos.

Para Amber no había nada más que el silencio. Podía ver las ráfagas moviéndose escandalosamente rápido, con una majestuosidad digna de ver, como con vida propia, soltando estelas de un llamativo tono dorado que se entremezclaban con el viento, preciosas y perfectas. Algunas eran más grandes, con el tono de las escaleras, y podía ver rastros de unas tan rojas como la sangre.

Ese momento en el que sientes como colapsan tus pulmones, el corazón se te cae, las manos se congelan, y se acelera tu respiración. Ese momento en el que te desilusionas. Ese momento había causado todo ese desastre.

Sabía que debía detenerse, lo sabía. Estaba dañando a todos. Estaba hiriendo a todos. Estaba haciendo daño. Estaba actuando como su padre. Escucho un nuevo pitido en sus oídos y su propia voz, susurrándole desesperadamente que se controlara, que intentara detenerse. Sin embargo, una nueva voz contraatacaba, esa que le decía, le susurraba con suavidad que no se detuviera. ¿Por qué hacerlo? Solo debía hacerles daño. Solo debía matarlo a él.

Se dio vuelta, poseída por el deseo iracundo de venganza, y sintió entonces el aire denso a su alrededor y su propio cuerpo como una vaga sensación de arrastre. El aire se volvía más pesado, como una fuerte y gruesa capa invisible de densidad cubriéndola por completo. ¿Ella lo había creado? Se sentía atrapada en un tanque de agua de cristal, agitándose y agitándose, gritando, y rompiendo su garganta para proferir algún sonido, aunque sea uno, pero fallando porque todo se sucedía en su mente.

Entonces, en medio de la bruma que la consumía, alguien le tomo la mano.

Fue como ver una luz al final de un largo túnel, una luz pequeña, brillante y fuerte como la de un faro. Tan atrayente y cautivadora que algo a su alrededor disminuyó. La rodearon en un abrazo desde la espalda, y apenas y escucho los gritos que una mujer dejaba salir. Y solo supo que era ella misma cuando su garganta dolió como si miles de cuchillos se le enterraran.

— Estoy aquí. — Susurro una voz masculina a su oído. Amber se giró, devastada, y se aferró a él como si fuese lo único plano y real en el mundo. Como encontrar algo sólido en medio de la nada. Algo a lo que sostenerse para no caer. El único punto en su vida que sabía era autentico, lo único que ahora sabía podía mantenerla cuerda. — Te quiero demasiado como para dejarte, Amber.

Todo acabó en menos de un segundo. Las ráfagas dejaron de moverse tan rápido como el aire se volvió ligero como antes. El silencio sepulcral que los envolvió no duro prácticamente nada, alguien grito algo, y una nueva guerra se desato. Una encabezada por los exterminadores, las armas, los disparos y la utilización de poderes sobrenaturales.

Amber sintió que era levantada en el aire a tiempo para que una planta gigante y mortífera los alcanzara, Cameron corrió unos segundos antes de que ambos cayeran tras lo que parecía ser una barricada hecha con madera rota y desvencijada sacada de alguna parte. El la envolvió por completo con su cuerpo, susurrando palabras tranquilizadoras y acariciando su espalda y su cabeza. Amber temblaba, temblaba tanto como un cachorro en medio de la lluvia, tenía un frio inigualable que fue convirtiéndose en un vago recuerdo gracias al calor corporal de Cameron.

Lycans I: EclipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora