Capitulo 20

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La sangre ajena inundo mi boca, y cayo por mi pecho a raudales, envolviéndome en un mar rojo intenso. Me sacudí, aterrada hasta los huesos. Mi grito se mezcló con la sangre y me ahogue con ella. Y el pitido se detuvo como de golpe. Inmediatamente después abrí los ojos.

No estaba en el bosque. Observe meticulosamente a mi alrededor. Parecía un laboratorio. Intente moverme, mis manos y mis pies ataban atadas a una mesa. Mire el techo, el blanco de las paredes y el suelo me golpeo los ojos hasta lastimarlos. En el techo había un gran espejo abstracto, logre identificar una espesa melena roja en él y un cuerpo pálido y desnudo. Era yo. Pero, según tenía entendido, yo era castaña. ¡Qué clase de broma era esa? ¿Acaso una vez más soñaba que era Nora? ¡Pero acaso me había dormido?

Un fuerte ardor acribillo mis extremidades en ese momento, acompañado de un pitido general de origen desconocido. Grite, intente moverme, mis alaridos quedaron mezclados en el ruido. Mientras más dolor me infringían las cadenas que me sostenían, más ruido estático podía oír.

— ¡BASTA! ¡BASTA! — Grite, aterrada. Sentí un tirón desde el cuello en ese segundo y a continuación una punzada subió por mi abdomen, llevándome con ella. Una vertiginosa ventisca me envolvió y fui sacudida con fuerza en la mesa. Ya no sentía las cadenas, así que abrí los ojos.

El cielo nocturno fue lo primero que vi, me puse en pie, temblorosa. Me encontraba de pie en medio de una carretera, y a lo lejos una mujer de cabello rojo venia, gritando a todos los vientos:— ¡Corre, hija corre! —Era muy hermosa, de cabello rojo intenso y ojos verdes claro. Pero había dolor en su mirada, tal vez eran las enormes lágrimas o la sangre en su mejilla. No lo sé. Las luces de un auto venían tras ella. La perseguían.

Gire, siguiendo sus órdenes y corrí. Podía oír los gritos de mi madre, tentándome a correr y a huir. ¿pero huir de quién? un fuerte golpe sacudió mi cabeza y volví a caer al suelo.

La gran raíz de algún árbol se estrelló contra mi espalda haciéndome gemir, tenía el rostro lleno de sangre, y casi toda la ropa también. Estaba de vuelta al bosque en el que Nora me había hecho entrar con una mentira. ¡¿Pero y esas cosas que había visto?! Estaba segura de que habían sido reales, había sentido todo como si yo misma lo viviera. Gemí de dolor, Pero no solo yo gemía, también ella. Tome provecho de ello, logré levantarme, sintiendo los pinchazos de la columna y la vi, recostada con un brazo del árbol y jadeando.

— ¿Qué diablos me estás haciendo? — Su voz se había vuelto escalofriante, sus ojos ya no eran verde inocente, ahora tenían un tono más oscuro y la piel más pegada a su mandíbula. Sentí como algo se adhería a mi pierna como enroscándose y gire a tiempo para ver las ramas del árbol moverse con vida propia.

Grite al sentir el otro lado de la raíz amoldarse a mi muslo y comencé a tirar de ellas para sacarlas. Para desenroscar. Para huir. Pero ella me jalo por detrás y me arrastro lejos, con una fuerza inhumana que no pude contrarrestar. El sonido de llanto infantil lleno mis oídos con más fuerza, nuevos fragmentos de rama envolvieron mi otra pierna y una de ellas envolvió mi torso. Pude ver que habíamos ido un poco más lejos, y mire a un lado: Un par de niños pequeños estaban atados junto a un árbol.

Lycans I: EclipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora