Capitulo 31

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Narra Ash

Les dije a Catarina y a Elisabeth que fuesen a buscar gorros, mascarillas, batas y tres pares de guantes, mientras yo, envolví a Irina con una manta y la llevé a uno de los quirofanos libres, pero a medio camino se desmayó.

Irina parecía no haberse dado cuenta, pero la herida en su estomago no había empezado a regenerarse como normalmente haría.

Seguía teniendo muchas dudas sobre que era aquella cosa que acababa de pelear contra Irina y por qué se podía transformar en nosotras, pero mi prioridad era Irina.

-¡Aquí estamos! -llegaron las dos.

-Catarina esteriliza unas pinzas y un bisturí, Elisabeth ayúdame a ponerme los guantes y prepara unas gasas. -dije mientras me vestía.

Le puse a Irina una mascarilla de oxígeno y un pulsometro, corté la manta y pude ver bien la herida, había una especie de pieza de metal con forma de rombo incrustada en ella.

Agarré las pinzas y me dispuse a sacarlo, pero cuando tiré de él me di cuenta de que un largo y grueso hilo colgaba de el metal.

-¿Que es eso? -preguntó Elisabeth.

-Parece un colgante... -confirmó Catarina.

-Tiene una inscripción en Ruso en la parte de atrás... -me fije.

-Déjame ver. -le pasé el colgante a Catarina. - Olga Anastasya III, 1573 - 2015.

-¿Eso quiere decir que han asesinado a un noble? -preguntó Elisabeth.

-Creía que Irina era la última que quedaba. -dije.

-Eso da igual ahora, mirad, la herida se está cerrado. - Catarina señaló el vientre de Irina.

Tenía razón, la herida se estaba cerrando sin dejar rastro alguno, me quité la ropa ensangrentada y me puse una nueva, pero mi cabeza no dejaba de darle vueltas a una pregunta que hacia tiempo que me cuestionaba, así que decidí compartirla.

-Chicas, ¿tenéis alguna idea de porque éstas cicatrices no se regeneran? -giré su cuerpo y señalé su espalda.

Las dos miraron horrorizadas, tenían la misma cara que yo el primer día que las vi.

-¡Oh dios! -soltaron al unísono y llevándose las manos a la boca.

-¿Quien ha podido hacer esto? -preguntó Elisabeth.

-Mi madre... -Irina volvió en sí.

-¿Irina, estas bien? -pregunté ayudándola a sentarse.

-Me duele el pecho, me han atravesado el estomago con una sola mano y por si fuera poco acabo de descubrir que mi madre ha muerto. No, no estoy bien. -intento poner los pies en el suelo e irse, pero la detuve.

-Irina, vas desnuda.

-Me da igual. -volvió a intentarlo, con mismo resultado.

-Pero mi no, eres mi novia y soy la única que te puede ver desnuda. -le puse mi bata por encima y la abroché.

-Vas tarde, ya la ha visto el centro entero con esta pelea... -esta vez fue Elisabeth quien metió la pata con el comentario y Catarina le dio un pequeño codazo.

-Mejor vamos saliendo nosotras primero... -Catarina agarró a Elisabeth de los hombros y la arrastró hacia fuera del quirofano.

-Lo peor es que tiene razón. -Irina bajó la mirada, parecía a punto de llorar.

-Eh, olvida eso. -con mi dedo indice subí su barbilla para que me mirase a los ojos. -Lo importante es que volvemos a estar juntas, no quiero volver a perderte, ¿me oyes? Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

-¿Porque siempre consigues hacerme feliz, Astrid Hansen? -dijo sonriendo.

-Será porque soy muy divertida... -deposite un corto beso en sus labios. -Inteligente. -otro. -Y sexy. -otro más.

-Y modesta, no te olvides lo de modesta. -rió.

-¡Cierto!

Besé sus suaves y dulces labios por un largo rato, acariciando su pelo y ella mi espalda.

Cuando empezó a bajar las manos hacia otro sitio supe que era el momento de salir de allí.

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