Capitulo 42

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Narra Ash

Tres semanas pasaron rápidamente, por fin presenté a Irina a mi padre, dado que se me habia olvidado por completo, y de paso también le presenté a Alexey.

No habían vuelto a molestar a Alexey desde que Irina habló con sus abusones, incluso le pidieron disculpas una y otra vez, me pregunto que método utilizó para lograr tal hazaña, pero queda bastante obvio que usó la fuerza.

Alexey insistió en que Irina le enseñase a pelear, desde entonces vamos todos los dias a las siete al invernadero, ellos entrenan mientras yo los miro, es muy difícil aburrirse con ellos dos.

Eran las siete de la mañana; mi padre, Irina y yo habíamos quedado para hablar de un asunto en su despacho a las nueve, todavía podía dormir algo más pero algo me llamó la atención; Irina no estaba a mi lado en la cama.

Me levanté de esta y me cambié, me puse ropa de abrigo, ya que empezaba a hacer frío y salí a buscarla, pasé por el gimnasio, la biblioteca, el laboratorio... Nada.

También fuí al comedor, pero no había rastro de ella, salí a buscarla al invernadero, por intentarlo mas que nada.

Dio la casualidad de que allí estaba, flotando torpemente sobre un tronco de madera puesto en vertical, me quedé varios minutos observando, mirando como intentaba mantener el equilibrio.

Cuando se dió cuenta de mi presencia perdió la concentración y cayó redonda al suelo.

-Deberías estar en la cama, aun es muy temprano. -dijo levantándose. -El sol todavía no ha salido.

-Eso es lo que tendría que decirte yo a ti, ¿que estas haciendo? -pregunté señalando el tronco.

-Estaba intentando controlar eso de flotar, pero sigue sin dárseme muy bien. -contestó.

-¿Has probado a buscar algún tutorial en internet? -bromeé.

-Muy graciosa, porque no vas a... -alargó la letra unos cuantos segundos.

Se levantó una gran rafaga de aire proviniendo del cuerpo de Irina, tuve que cerrar los ojos debido a la presión, cuando volví a abrirlos, en el suelo solo quedaba su ropa.

-¿Irina? -dije.

Un pequeño gato negro salió de entre la ropa, parecía la transformación de Irina, pero en versión miniatura.

Levanté al gato y lo puse frente a mi cara, observandole bien tenía los mismos ojos amarillos que Irina, incluso la misma marca en el pecho en forma de corona.

-¿Irina? -repetí.

Ella maulló, un halo de luz me cegó, protegí a la pequeña Irina con mis brazos hasta que pude volver a ver, delante de mí habian dos niños.

Un chico de 16-18 años; alto, de ojos azules, pelo grisáceo y orejas de perro grises, y una chica; de 12-15 años, baja estatura, ojos rojos, pelo rosa y con orejas de conejo.

-Disculpe jovencita, ¿reside en este centro una señorita llamada Irina? -dijo el muchacho.

No supe que decir, me quedé totalmente de piedra ante aquella situación, Irina maulló, llamando la atención del joven.

-¿Es usted? ¡Ah, fantástico! ¡Mira Marian, ya está empezando a obtener lo poderes! -dijo mirando a la chica.

-¿Poderes? -pregunté.

-¡Si! ¿Sabe usted ese dicho de somos lo que comemos? Pues esa regla se afecta a nosotros también. -se señaló.

-¿Y vosotros quienes sois si se puede saber? -no podía ocultar que aquel tipo me ponía de los nervios.

-¡Oh! ¡Que despistado por mi parte! -voló de nuevo al lado de su compañera. -Somos dioses.

Me quedé mirándolos por un momento, luego estalle en carcajadas, no pude evitar reírme ante aquella situación.

-¿De que se ríe? -preguntó el muchacho.

-Lo siento, me ha entrado la risa nerviosa. -dije recuperando el aliento. - Entonces, ¿sois dioses?

-Así es. -contestó.

-¿Y podéis cumplir deseos? -pregunté.

-Nosotros las llamamos plegarias, pero si.

Irina saltó de mis brazos, trepó por la ropa del muchacho y empezó a maullarle algo al oído.

-Sabes que no te entiende, ¿no? No hace falta que susurres. -agarró a Irina y la puso en la palma de su mano. -Y si, puedo cumplir tu plegaria. -aplastó a Irina con la mano.

-¡IRINA! -grité. -¿¡Que le has hecho!?

-Mira en tu sujetador. -señaló mi escote.

Separé la camiseta de mi cuerpo y pude ver a Irina entre mis pechos, ronroneando y retorciéndose de gusto.

-Si no os importa, ¿podríamos hablar en nuestro mundo? -preguntó. -Allí no pasa el tiempo, y es muy cómodo, además de que aquí corremos el riesgo de que alguien más nos vea. -delante de él apareció una puerta con decoraciones doradas.

Irina y yo entramos dentro, aquello parecía el paraíso, estaba rodeado de nubes y  vegetación, no se parecía a nada que hubiese visto antes en la vida.

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