Capitulo 33

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**FLASHBACK**

Recuerdo que estábamos yo y mis hermanos corriendo por un campo de flores, como cada día, persiguiendo algunas liebres y ratoncillos para comer.

Vivíamos en una gran casa que habia sido construida por mis padres, eramos 7 en total; mis padres, mis 2 hermanos mayores, mis 2 hermanas mayores y yo, que era la mas pequeña.

Tenía cerca de nueve años cuando todo pasó, mi madre llegó a la casa acompañada de muchos militares, siempre nos habia dicho que no nos acercasemos a ningún humano, que si veíamos alguno salieramos huyendo.

Ninguno de mis hermanos, ni yo, lo hicimos, puesto que mamá los acompañaba, deberian ser buenas personas.

Mi madre nos dijo que pasasemos adentro de la casa, le hicimos caso y los militares entraron detrás de nosotros.

Acto seguido, llamaron a Sasha, el hermano más mayor, él se acercó y mi madre señaló su nuca.

Uno de los militares cogió un cuchillo y lo clavó donde mamá habia señalado, pensamos quela herida de Sasha se regeneraria, pero simplemente cayó al suelo, muerto.

Mi madre llamó a Alexandra, la hermana mayor, ella se acercó corriendo a pedirle explicaciones, pero mi madre, con los ojos vacíos, señaló la parte alta de su cabeza.

El mismo hombre que habia matado a Sasha, clavó su cuchillo nuevamente en Alexandra, que cayó al suelo, sin vida.

Dos de mis cuatro hermanos habían muerto, quedaban otros dos. Estaba asustada en una esquina, llorando, miré a mi madre, no parecía sufrir al ver a sus hijos morir.

Cuando me di cuenta habia llegado mi hora, los cuerpos de mis cuatro hermanos estaban en el suelo, en medio de un gran charco de sangre.

Mi madre me llamó pero no pude moverme, estaba totalmente paralizada, las piernas no ne respondían y el corazón me iba a mil.

Uno de los militares me agarró del pelo y me alzó, me dejó justo enfrente de mi madre.

Empezó a mirarme extraña, giró varias veces a mi alrededor, pero algo no parecía encajarle.

-Ella no tiene la vena de la vida. -comentó mirando a uno de los militares.

-¡Eso es imposible! ¡Todos vosotros sucios monstruos lo tenéis! -dijo furioso. -O muere ella; o mueres tú, date prisa.

Los militares salieron de sala de estar y esperaron fuera, dejándonos solas a mi madre y a mí.

Mamá me agarró del cuello y me lanzó contra la mesa, la cual se rompió y clavó varias astillas en mi cuerpo.

Puso su rodilla encima de mi y me agarró del cabello, empezó subir y bajar para que me diese contra el suelo.

Se cansó y me lanzó repetidas veces contra una misma pared, como si fuese una pelota con la que estaba jugando.

Cada vez que tenían la oportunidad, mis heridas se regeneraban, pero no significaba que no me doliesen cuando las hacía.

Arrancó una de las patas de la mesa y la clavó en mi espalda, dejándome inmovilizada en el suelo.

Comenzó a darme zarpazos con sus garras, parecía que las estaba afilando en mi espalda, como si fuese un rascador para gatos.

Cuando se hartó, clavó sus garras en mis hombros y subió mi cuerpo por la pata que había clavado en mi espalda, dejándola llena de sangre.

Me inspeccionó, furiosa, viendo como mis heridas se regeneraban, sin embargo mi respiración era débil y me resultaba muy difícil mantener los ojos abiertos.

Estuvo horas y horas dandome golpes hasta que escuchó un estruendo atronador fuera de la casa, mamá me dejó caer al suelo y salió a ver que ocurría.

Papá entró y comenzó a golpear a mamá, que estaba en el suelo porque mi padre la habia empujado.

-¡HIJA DE PUTA! ¡COMO HAS PODIDO! -lágrimas caían de sus ojos. -¡NOS HAS TRAICIONADO!

Mamá se quitó fácilmente a papá de encima y lo acorraló contra la pared, pude escuchar sus gritos de sufrimiento, mi madre le estaba clavando las garras en los ojos.

-No es personal, Nikolay. Solo quiero vivir unos años mas. -dijo mi madre.

Finalmente, los gritos cesaron y mi mente se tornó oscura, me habia desmayado.

Desperté lo que parecían tres días más tarde, el cadáver de mi padre y de mis hermanos seguían allí. Salí de la casa y ví más personas muertas, eran los militares que habían acompañado a mi madre, no sabía qué hacer, así que comencé a correr sin mirar atrás, intentando huir de todo lo que habia pasado.


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