Capitulo 22

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Narra Ash

Un rayo de luz pasó por mi cara, despertándome. Estaba en una especie de cueva, encima de algo calentito y peludo. Rápidamente recordé todo lo que pasó ayer, busqué a Irina hasta que caí en la cuenta de que era Irina quien estaba debajo de mi, transformada, proporcionandome su calor corporal.

Me dispuse a salir de la cueva para comprobar que no nos estuviesen buscando, pero al dar mi primer paso, pisé un charco oscuro, se extendía hasta Irina, me agaché para tomar una pequeña muestra con mis dedos, tenia un color rojizo. Era sangre.

Intenté despertar a Irina, pero no respondía, por mi cabeza solo pasó la peor de las posibilidades, podría estar muerta.

-¡Irina! ¡Irina! -grité su nombre varias veces, pero no hubo señal. - Irina, tengo tus manzanas favoritas, pero si no despiertas me las comeré yo. -la tenté, caso omiso. - Irina, me voy a ir, te dejaré aquí sola como no respondas. -las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, no despertaba.

Puse mi cara contra su pecho.

-¡Joder Irina, reacciona! -golpee su pecho con el costado del puño. -Reacciona... Por Favor... -lloré sobre ella. -No me abandones ahora... No quiero vivir en un mundo donde no estés tú... ¿¡No se supone que eres inmortal!? ¡Despierta! -zarandeé aquel cuerpo inmóvil de más de 4 metros y medio, sin obtener ninguna respuesta. -¡Despierta! ¡Despierta! ¡Despierta! -repetí una y otra vez.

Rodeé cuerpo hasta hallar el culpable de la sangre.

Una bala había atravesado su omóplato, como no había agujero de salida supuse que la bala seguía dentro. Busqué la maleta; que estaba en el suelo a unos centímetros de Irina, donde metí un botiquín con vendas, desinfectante, un bisturí, tijeras, pinzas y demás objetos quirúrgicos.

Saqué pinzas, unas vendas y el bisturí, rebané el lugar del disparo y metí las pinzas, hasta lograr alcanzar la bala. Se había incrustado en el hueso, forcé un par de veces hasta que logré sacarla. La lancé a un par de metros e intenté limpiar la herida; de la que salía sangre a borbotones, pero me quemé al tocarla, parecía agua hirviendo.

En pocos minutos, la sangre dejó de salir y la herida se cerró.

-¿Como puede ser posible? -me pregunté a mi misma.

Supe que Irina seguía viva, si no lo estuviese la herida no se hubiese cerrado y su pecho no habría empezado a subir y bajar notablemente.

Salí de la cueva para buscar madera y poder encender fuego, las vistas desde la cueva eran agradables, muchos árboles rodeaban la entrada a la cueva, cosa que me pareció perfecto para poder ocultarnos.

Empecé a coger pequeñas ramitas y a apilarlas en la entrada de la cueva, estaban mojados por la nieve, así que tuve que esperar para poder encender el fuego. Mientras esperaba se hizo de noche, y la única luz que alumbraba era la de la luna.

Volví a meterme en los brazos de Irina, estuve esperando a que despertase, pero no aguante mas y me quedé dormida.

Pasó toda una noche y Irina seguía sin despertar, volví a salir de la cueva para buscar más palos, pero el hambre me lo impidió. Tuve que comerme un suplemento energético que había metido en la maleta. La maleta llevaba todo lo necesario para poder sobrevivir uno o dos meses.

Comencé a guardar objetos que pensé que serían útiles; esos típicos que salen en las series y películas policiacas, desde el día que tuve la pela con mi madre, supuse que intentaría llevar a Irina a su laboratorio y hacer experimentos con ella, pero juré que cuando ese día llegase, escaparía con ella.

Tambien tengo todo preparado para cuando llegásemos a una ciudad: Una cuenta corriente con dinero, contactos para evitar a las autoridades si nos buscan y lo más importante, el número de teléfono del director de la compañía, al que suelo llamar papá.

A diferencia de todos los empleados que trabajan en el laboratorio, yo si se quien es el verdadero director. Mi madre solo es la encargada del laboratorio, supongo que al no ir nunca y no hacerse ver, dieron por supuesto que la directora era ella.

Mis padres se separaron hace cerca de dos o tres años, mi madre era una científica extraordinaria, y como tal, mi padre no se podía permitir perderla. Le ofreció un puesto en el laboratorio más frío y apartado que pudo encontrar.



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