Capitulo 24

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Narra Irina

Empecé a correr, lo único que tenía en mente era que cuanto antes llegasemos a algún pueblo, antes podría terminaría toda esta pesadilla.

Mis patas iban dejando huellas a cada paso que daba, el frío viento se clavaba en mi cara haciéndome más difícil el respirar.

Pude ver a varios cientos de metros dos motos que se acercaban a nosotras.

-¡ASH, AGARRATE FUERTE! -mi voz sonaba ronca debido a la transformación.

Ash me hizo caso y se agarró mas fuerte a mi pelaje.

Corrí a toda velocidad hasta que las motos se encontraron a pocos metros de nosotras, antes de que chocasen, salté por encima de sus cabezas, dejándolas tras de mi.

Seguí corriendo, esta vez más rápido que antes, pues las motos comenzaron a perseguirnos.

Llegaron a mi altura, dejando cerca de un metro de distancia, paré de correr y las motos siguieron avanzando, pero dieron la vuelta y volvieron hacia donde estábamos.

Desgarre una de ellas dándole un manotazo y la lancé lejos, segundos más tarde, explotó. Solo quedaba una moto y por falta de ideas, volví a correr delante de ella. Quería repetir el movimiento que hice antes, pero sabía que no iba a colar. Así que hice lo más inteligente que se me pasó por la cabeza, corrí hacia un bosque y justo antes de chocar contra el árbol, salté hacia el lado izquierdo. A la motocicleta no le dió tiempo a girar y chocó, provocando una explosión.

-Que lo piensen dos veces la próxima vez. -dije con media sonrisa.

Seguí corriendo hasta que a un par de cientos de metros ví lo que parecía ser un pueblo en medio de la nieve. Me detuve y volví a mi forma humana, Ash sacó ropa de la maleta y me vistió rápidamente, creo que le dio algo de pánico el hecho de que estuviese desnuda en medio de la nieve a -7 grados.

Caminamos los últimos metros para llegar al pueblo, no se veía a mucha gente por las calles, decidimos entrar en una cafetería.

Narra Ash

-Disculpe, ¿no tendrá por casualidad algún teléfono disponible no? -pregunte.

-Si, ¿pero que hacen aquí dos muchachas tan jovenes y solas? -comentó la mujer trás la barra.

-Mi hermana y yo nos hemos perdido, llevamos horas caminando por la nieve y hemos terminado aquí. -mentí

La mujer nos miró de arriba a abajo, supuse que diría algo como: "No parecéis hermanas", pero sonrió y me alcanzó su teléfono móvil.

-Muchas gracias señora. -di la vuelta y me senté en una de las mesas junto con Irina.

Saqué un papel de la maleta, donde tenia apuntado el numero de mi padre, lo introduje en el teléfono y marqué la tecla llamada.

Un timbre... Dos timbres... Tres timbres... "Vamos papá, no es un buen momento para estar trabajando", pensé

-¿Diga? -escuché a mi padre al otro lado del teléfono.

-¡Papá! -grité. -No sabes lo feliz que me hace oir tu voz.

-¿¡Ash!? ¡Que alegría hija! ¡Hace tanto tiempo que no me llamas! -dramatizó.

-Una semana... -dije.

-¡Da igual! ¡Se me ha pasado como un mes! ¡Empezaba a pensar que mi hija se había olvidado de mi! -ya llegó la reina del drama.

-Da igual, ese no es el caso, he tenido problemas con mamá por... Cosas... -dije mirando a Irina.

-¿Y esas cosas tienen nombre? -comentó el.

-Si papá... Y son lo mejor que me ha pasado en la vida. -me sinceré, pues a mi padre siempre se lo pude contar todo. -Pero mamá intenta hacer pruebas con ella y hemos escapado del laboratorio, incluso nos han intentado matar.

-Conque esas cosas son un ella ¿eh? - se le notaba una voz aliviada y alegre. -Vale, volvamos al tema, Astrid quiero que me digas ahora mismo donde estas, voy a ir a por ti. -volvió mi padre con un tono de preocupación.

-No se donde estamos... -miré a mi alrededor, buscando algo que pudiese indicarme donde estábamos.

-No importa, ya te estoy localizando. -a veces venía bien ese instinto sobreprotector que mi padre tiene. -Ya te he encontrado, ahora mismo voy para allá.

-Gracias papá. No se que haria sin ti. -me despedí de mi padre y colgó la llamada. -Ahora viene mi padre a buscarnos, Irina. -le comenté.

Cuando me di cuenta, Irina estaba dormida, después de todo lo que había corrido, me pareció totalmente normal.

Me levanté del asiento con cuidado de no despertarla y fui hacia la barra, le comenté a la señora que ya venían a por nosotras y le pregunté si tenía una cama para poder tumbar a Irina.

La mujer, amablemente nos enseñó unas escaleras que dirigían al ático, donde habían varias camas. Subí a Irina en brazos, como si fuese una niña pequeña y la recosté en una de ellas.

Volví a abajo para esperar a mi padre, que con el rato que hacía que lo había llamado seguro no tardaría en llegar.



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