Día l
No sé qué pasa conmigo. No. Sé. Qué. Pasa. Conmigo. Los recuerdos me invaden. Uno a uno están conquistando mi mente. Quiero que se alejen. Tienen que irse.
Mis padres siempre fueron un asco conmigo. Siempre han tenido a su favorito: mi hermano. Él siempre ha querido ser hijo único. A lo mejor yo le hubiera dado la oportunidad. Quizá yo no debí haber nacido. Mi madre tuvo muchos problemas cuando se embarazó de mí. Además... siempre he sido un dolor en el culo para mi familia.
A diferencia de mi hermano, siempre he sido inquieta, traviesa. Incluso desde antes de que viera éste mundo: me movía tanto en el vientre de mi madre que terminé por doblarle dos costillas. Es gracioso porque yo dentro de su vientre estaba demasiado grande... hoy no paso del 1.60.
Escribo esto mientras me fumo un cigarillo. Es gracioso porque soy totalmente alérgica al humo. No, no tomo: no quiero terminar como mi padre alcohólico que nos golpeaba. Igual lo sigue haciendo: a veces un golpe emocional duele más que uno físico. ¿Que cómo lo sé? Sencillo: me encanta golpear cosas. Mi doctor lo sabe. Mi doctor sabe que un par de veces ha habido tanto ira en mí que no logré controlarla y mis nudillos han terminado morados, rojos... sangrando, con la piel rota y levantada. Y se preguntarán cómo es que mis padres nunca lo han notado... ni yo lo sé. Llega un punto en el que ya no duele. La piel que cubre mis nudillos ya está áspera de tanto daño.
¿Qué puedo decirles? Realmente mi vida está perdiendo sentido. Realmente lo está haciendo. No puedo pensar, no puedo sonreír. Me refiero a, claro que lo hago, pero quizá no con muchas ganas. Me siento triste, no lo sé. A lo mejor debí cortar más profundo aquella vez, a lo mejor debí golpear más la pared hasta romperme los huesos. Quizá debí morir a los 7 años cuando me estaba ahogando... ésa fue la primera vez que sentí la muerte tan de cerca, que sabía que era el fin. O quizá a los 8 cuando enfermé de un virus extraño y estuve un tiempo internada, con suero. O la vez que no podía estar de pie: vomitaba si lo hacía. ¿Qué tal esa vez que agua hirviendo hizo estragos en mi piel? Agua hirviendo que fue vertida en mí por mi propia madre.
Como un parásito me he pegado a la vida y realmente no sé por qué. Yo me pregunto... ¿realmente he merecido tantas oportunidades? ¿realmente he hecho algo demasiado bien en mi vida como para seguir aquí, respirando? Quizá nunca lo sepa. Mucho tiempo me sentí triste, me sentí sola, perdida. Sí, había gente a mi alrededor, pero siempre estuve vacía. Siempre ser reservada me trajo demasiados problemas, me trajo solidad infinita y lágrimas día a día, noche a noche.
Hablando de lágrimas, las mías están comenzando a descender por mis mejillas. Mientras escucho música que en lugar de animarme, me tumba más. ¿qué sentido tiene seguir viviendo? Como siempre he pensado: en algún momento superas una pérdida o aprendes a sobrellevarla. ¿Qué puedo decirles? No sé mi propósito en éste mundo. Soy joven, pero al mismo tiempo he vivido tanto, ha habido tanto en mi vida. Estoy cansada de vivir. Hay demasiada sobrecarga emocional, hay demasiadas personas desagradables, demasiadas cosas desagradables.
Quiero un respiro, necesito un respiro. No importa cuántas palabras bonitas alguien te diga: cuando estás tan dañada y rota como yo, jamás las creerás. Nunca te crees suficiente. Nunca eres suficiente.
"Eres una imbécil. ¿Qué tienes, estúpida? ¿No sabes hacer nada o qué?"
"¿Quieres un piercing? si de por sí con esa cara nadie te hace caso, con un arete menos"
"¿Por qué no eres como tu hermano?"
"Tu hermano se graduó de la mejor preparatoria, de la mejor universidad... ¿y tú?"
"Claro, como a ti papá no te hace nada"
"Lo que te hace tu padre no se compara ni a la mitad de lo que le hace a tu hermano"
"¿Cuando aprenderás?"
——
—No vas a dormirte hasta que sepas la respuesta.
—Son casi las 2 am, papá, estoy cansada.
—No me interesa, si por mí fuera no duermes.
——
—Deja a mamá en paz, no está haciéndote nada.
—Cállate, estúpida.
—Si vas a golpear a alguien, aquí estoy, pero a ella déjala tranquila.
—Muy valiente, ¿o qué?
——
—¡Por favor ya no me golpees, me duele demasiado!
—Cállate.
—Papá, para por favor.
—Deja de llorar, ¿quieres más? Aún tengo fuerza.
Para por favor. Te lo suplico.
Te lo suplico.
———