___ POV
Han pasado dos años desde que conocí a Ally. Después de aquel día en que la defendí, nadie más se acercó a ella... incluso se mantenían alejados de mí. Realmente pensé que al haber 'golpeado' a Jennifer había firmado mi sentencia de muerte, pero no: entendió la advertencia y se mantuvo al margen.
Ambas, Ally y yo, decidimos ir a la universidad de arquitectura. Aunque Ally es mayor que yo por un año, yo me veía mayor que ella. Aprovechaba esa pequeña ventaja para cuidarla y como soy físicamente más intimidante que ella, nadie se le acercaba. Los primeros días hubo un par de chicas que quisieron aprovecharse de ella, pero llegué a tiempo. Me sentía como su guardaespaldas. Y solo por si se lo preguntan... sí: estoy enamorada de ella desde el día uno. Cuando vi su cara llena de heridas, me prometí que haría todo lo posible por evitar que algo así le volviese a suceder. Y hasta ahora lo he cumplido.
Eran las 9 de la mañana de un sábado. Estábamos en mi casa. Resultó que ella vivía a 2 cuadras de mi casa. Y si no estábamos en la suya, estábamos en la mía. Prácticamente nos íbamos juntas a la escuela. La mitad de mi armario tenía su ropa. Lo mismo pasaba en su casa: yo también invadí su espacio.
Estábamos acostadas. Tenía mis brazos alrededor de la cintura de Ally. Nos encantaba dormir así. ¿Se imaginan tener el pequeño cuerpo de la persona que te gusta frente a ti y no poder hacer nada? Lo bueno que no tengo un miembro o estaría parado el 99% de las veces... el otro 1% probablemente también.
Siempre me despertaba antes que ella y en realidad solo lo hacía para poder admirar su rostro. Cada vez que ella dormía tenía su cara llena de tranquilidad.
—¿Ya te cansaste de admirarme mientras duermo? —preguntó Ally sacándome de mis pensamientos.
Pillada en el acto. Mierda.
—Eh... Ally... yo... —tartamudeé.
Ella rió.
—Relájate —dijo divertida.
—Lo siento —contesté.
—No te preocupes —dijo—. Ya me acostumbré... siempre haces lo mismo.
—Es inevitable, Ally —comenté.
La solté de mi agarre. Ella se sentó en la cama, cruzándose de piernas. Yo me quedé acostada.
—¿Por qué es inevitable? —preguntó ladeando la cabeza.
—Tú... mmm... te ves muy bien descansando —dije lo primero que se me ocurrió—. Me transmites mucha tranquilidad.
—Eso es muy tierno —dijo—. Te ganaste un abrazo.
Se subió en mí. Estaba a horcajadas sobre mi abdomen. Cada una de sus piernas a mi lado. Se inclinó hasta que me abrazó. Podría darnos la vuelta y besarla. Vaya que debía hacerlo. No siempre se presentaban oportunidades así.
—¿Qué tanto piensas? —preguntó separándose ligeramente de mí. Tenía su cara a unos 15 centímetros de la mía—. ¿Pasa algo malo?
Fruncí en ceño.
—¿Por qué la pregunta? —cuestioné.
—No estás regresándome el abrazo —respondió haciendo un puchero.
No lo había notado. Inmediatamente llevé mis brazos hacia su torso y la abracé de regreso. Recargó su cabeza contra mi hombro.
—Lo lamento —dije suspirando.
—¿Qué está mal? —preguntó.
—No es nada, Ally —respondí.
—Cada vez que te pones así, siempre dices que no es nada —dijo molesta—. Estoy harta de eso.