At the beginning of times.
___ POV
—¿Cómo hago eso, Dios? —pregunté.
—Le pones un montón de almas —respondió.
—¿Le pongo... almas? —pregunté, ladeando la cabeza.
—Así es —dijo.
—¿Cómo es que eso le afectaría? —pregunté.
—Un demonio solo puede tener dentro un alma —contestó.—Si muchas almas entran en él, es como si fuese una sobrecarga.
Me quedé pensando. Tenía sentido.
—¿Y cómo haré que las almas entren en él? —pregunté.
Me miró y yo a él.
—No —dije.
Alejandro me miró suplicante.
—No meteré mi alma en él, Dios —dije firme.
—Alguien debe hacerlo —dijo.
—¿Y por qué yo? —pregunté enojada.
—Un demonio debe hacerlo —contestó.—Un ángel... simplemente nuestra forma no lo soportaría. Sé que tú sí.
Entré en pánico. Comencé a pasearme en la habitación.
—Porque, ¡claro! Si algo sale mal, que se muera el demonio y Dios queda intacto y es el héroe de la historia —dije molesta.
Alejandro suspiró.
—Relájate. Metes tu alma en él y haces que se mate —dijo.
—Como si fuese la cosa más fácil del mundo —dije irónica.
—No lo es, pero al mismo tiempo sí —dijo Él.
—¿Es como poseer su cuerpo? —pregunté.
—Justo así; una vez que hagas eso...
—Nunca he poseído un cuerpo —lo interrumpí.
—Haces que se hiera a sí mismo, después regresas a tu cuerpo y él pierde su poder —dijo.
—¿Y las demás almas? —pregunté.
—Te seguirán. Saben que si tú pudiste hacerlo, ellos también —dijo seguro.—Además, una vez entres, él quedará débil y dará paso a que te sigan.
—Pero ellos no son demonios —dije frunciendo el ceño.
—De alguna forma lo son —comentó.—Déjame explicarte.
—Adelante —dije alentándolo.
—Imagina que tienes un imán —comenzó.—, un enorme imán.
Asentí.
—Las demás almas que se encuentran en el infierno son pequeños imanes —dijo mirándome.
Asentí nuevamente.
—Eventualmente si pones un enorme imán frente a muchos pequeños imanes, terminarán atrayéndose —concluyó.
—Alto ahí —dije.
Me miró.
—¿Estás diciéndome que debo quedarme dentro de Deamon el tiempo suficiente para que todas —o al menos la mayoría de— esas almas entren también? —pregunté enojada.
Él asintió lentamente.
—Eso es suicidio —dije dándole la espalda.—No puedes pedirme que soporte la carga de todas esas almas y además salir a tiempo de su cuerpo antes de que sea insoportable la presión ahí adentro.
