___ POV
—Sé más tranquilo, Garu —le dije a mi perro mientras salíamos de casa.
Sostenía su correa en una mano y en la otra unas bolsas especiales.
Mi perro schnauzer haciendo de las suyas apenas salimos de casa. Siempre le han encantado los paseos. Si por él fuera estaría todo el tiempo afuera. Aunque no lo culpo, puesto que vivimos en un quinto piso en un edificio de apartamentos. Mi madre algunas veces lo saca a pasear, pero usualmente soy la que lo hace.
Después de bajar los cinco pisos -lo cual ciertamente se me hizo eterno- y caminar un poco más, llegamos a un parque. Aquí había perros de todas las razas, incluyendo huskies: mi perro soñado. Paseé un poco a Garu en lo que le daban ganas de hacer sus necesidades. Decidí amarrarlo en la pata de una banca y me senté un momento: sufría algunas veces de dolor de rodillas y no podía caminar -o inclusive correr- mucho. Decidí sacar mi celular y comencé a vagar por Instagram.
Garu comenzó a ladrar, como avisándome de que ya era hora de vaciar su vejiga y liberar sus intestinos. Suspirando pesadamente guardé mi celular y me dediqué a desamarrarlo para llevarlo al pasto y que hiciera de las suyas. Después de un rato de olisquear varios rincones, el pequeño Ser perruno decidió levantar la pata y momentos después, hincarse.
Hora de limpiar.
—Garu, ¿quieres por favor quedarte quieto en lo que recojo tus gracias apestosas? —le pregunté a mi perro acariciando su cabeza.
El perro me miró un momento y después se sentó obediente.
—Buen chico —dije sonriendo de lado. Él me dedicó un ladrido estridente.
Saqué una bolsa, me agaché y tranquilamente comencé a recoger sus cosas. Ugh: vaya que apestaban.
—¿Qué carajo te comiste ésta vez, Garu? —pregunté volteando a ver—.
Ya no estaba.
—¡Garu! —grité, seguido del silbido con el que siempre lo llamo.
Nada.
—¡Eh, Garu! —grité un poco más fuerte, acompañando mi llamado con otro silbido.
Nada otra vez.
—Vaya día para dolerme las rodillas y perder al perro —maldije para mí misma.
Suspiré.
Terminé de recoger todo, caminé hacia el bote de basura y tiré la bolsa.
Torpemente comencé a recorrer el gran parque. Sí: para mi muy mala suerte era un parque considerablemente enorme y el schnauzer travieso pudo irse a cualquier jodido lado.
—¡Garu! —grité nuevamente.
Seguí caminando y pregunté a las personas que me topaba si no habían visto a un schnauzer negro que respondía al nombre de Garu. Por desgracia, el 100% de los peatones contestaba que no lo habían visto. Más que enojada estaba bastante triste: probablemente Garu se haya incluso salido del parque y haya decidido irse. Me senté en una banca e involuntariamente las lágrimas comenzaron a descender sobre mis mejillas.
—¿Estás bien? —preguntó una chica sentándose a mi lado.
—No. Perdí a mi perro —contesté sorbiendo por la nariz—. Decidió irse de donde lo había dejado.
—Oh —contestó la chica—. Podría ayudarte a buscarlo.
—¿En serio? —pregunté sonriendo de lado.
Por fin voltee a verla y vaya sorpresa la que me llevé... hermosa sonrisa, hermosos ojos: ella era completamente hermosa.
—¡Claro! —contestó animada—. ¿Cómo se llama?
Me le quedé viendo. Era una chica con grandes atributos: piel morena, una gran sonrisa y una expresión muy dulce.
—Eh... ¿hola? —preguntó tímida.
—L-lo siento —contesté.
Sentí mis mejillas arder.
—¿Cómo se llama? —volvió a preguntar.
—Garu —respondí.
—De acuerdo —dijo—. Vayamos a buscarlo.
Comenzamos a caminar y gritábamos el nombre del pequeño schnauzer. Después de 10 minutos en los que no habíamos recorrido ni la mitad del parque, el perro seguía sin aparecer. Nos sentamos en una banca y suspiramos al tiempo.
—Nunca pregunté tu nombre —cuestionó la chica morena.
—¡Cierto! —contesté—. Ni yo el tuyo.
Ella rió.
—Normani —comentó.
—Y el mío _____ —dije.
—Lindo nombre —dijo.
—Como tú —solté.
Mis ojos se agrandaron y entré en pánico.
—M-me refiero a que eres muy hermosa. E-es d-decir. Ugh, y-yo —intenté decir.
—Tranquila, está bien —dijo sonriendo.
—Lo siento —dije suspirando.
—No hay problema —dijo—. De hecho tú también eres muy linda y bonita.
Oh.
—Gracias —dije sintiendo el calor en mis mejillas una vez más.
—Creo que debemos seguir buscando a Garu —dijo levantándose.
—Sí, tienes razón —contesté.
Apenas íbamos a caminar nuevamente cuando veo a lo lejos un perro negro corriendo a toda velocidad hacia nosotras. Conforme fue acercándose supe que era Garu.
—¡Garu! —grité al ver más cerca a mi perro.
El can me ladró, como avisando que ya regresaba de su pequeño escape. Cuando llegó a nosotras, se sentó obediente y comenzó a sacudir su cola.
—Perro bobo —dije agachándome para acariciarlo.
Me levanté y lo tomé de su correa.
—Bien, creo que yo debería irme —dijo Normani viendo su celular.
—Creo que deberías salir conmigo —me aventuré.
—Creo que tienes razón —contestó.
—¿Sí? —pregunté esperanzada.
—Síp —contestó.
—No se diga más —dije riendo.
Ella rió conmigo.
Intercambiamos teléfonos y ella finalmente se retiró.
Te quiero Garu.
———
Después de mil siglos estoy de vuelta. Los quiero.