___ POV
—Normani, bebé —dije inclinándome y dejando muchos besos rápidos por toda su cara.
—Déjame dormir —dijo cubriéndose el rostro con las sábanas.
—Normani Kordei Hamilton —dije fuerte.
Comencé a hacerle cosquillas.
—Okay, ya voy —dijo descubriéndose; se estiró acostada—. ¿Qué hora es?
—Casi medio día, cariño —contesté.
—Estás muy cariñosa el día de hoy... ¿pasa algo? —preguntó frunciendo el ceño.
—¿No recuerdas qué día es hoy? —pregunté alzando una ceja.
Puso cara pensativa.
—¿La independencia de Canadá? —preguntó divertida.
—¿En serio acabas de decir eso? —pregunté suspirando.
Hizo un puchero.
—Soy malísima con las fechas —contestó—. Solo yo soy capaz de olvidar mi propio cumpleaños.
Cierto: ella lo hacía.
—Genio —contesté rodando los ojos—. Hoy cumplimos 3 meses de estar juntas.
Me incliné y besé sus labios.
—Los tres meses mejor invertidos de mi vida —respondió después del beso.
—Todavía recuerdo cuando te conocí —dije suspirando.
—Alguien está muy enamorada de mí—comentó riendo.
—Oh, cállate —me pausé—. Presumida.
Ella sonrió con suficiencia.
—
Llegué a la hermosa nación de Canadá. Todavía me quedaba mucho dinero del fajo que me había regalado Matt. Salí y lo primero que hice fue alquilar un pequeño cuarto de hotel. Solo para lo necesario: dormir y bañarse.
Tenía que pensar rápido si quería que no se me acabara pronto el dinero. Así que decidí ir en la mañana a recorrer el pueblo a ver si necesitaban ayudantes o algo así. Había llegado a las 2:00 de la madrugada. Tomé una ducha rápida y me dormí.
Desperté porque olía a café. ¿Café? Me incorporé rápido en mi cama y voltee alarmada a todos lados. Escuché que alguien cantaba bajito una canción. Me paré. Me puse mis pantuflas y comencé a seguir el sonido. Me asomé hacia donde estaba la pequeña estancia y vi a una chica morena, más o menos alta, con unas curvas maravillosas. Tenía una taza de café en la mano. Estaba recargada contra la pared. Me aclaré la garganta y ella saltó.
—Oh por dios —dijo poniendo su mano sobre su pecho—. Casi me matas de un susto.
—¿Lo siento? —contesté dudosa—. Tú me espantaste primero. No deberías estar aquí.
—Oh... yo pensé que estaba vacío el cuarto porque estaba sin seguro la puerta. Cuando las habitaciones están sin seguro, quiere decir que están deshabitadas —contestó—. Trabajo aquí. Hago servicio a las habitaciones, por cierto.
—Lo siento. Ayer no fue un buen día —contesté suspirando—. Definitivamente me olvidé de cerrar la puerta.
Sentí lágrimas acumularse y no luché contra ellas. Las dejé correr.
—No llores —dijo dejando la taza en la mesita de la estancia.
Ignoré lo que dijo y fui a sentarme en la orilla de la cama. Ella llegó un momento después. Se sentó a mi lado.