Capítulo 4

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"Soy el gilipollas que te sabe a poco".

22 de junio de 2016

Ha pasado una semana desde que venimos y ya me he acostumbrado a vivir aquí. Estamos tumbadas tomando el sol en la playa, sobre la arena caliente del Mediterráneo. Martha ya está más morena que un Conguito, ¡qué envidia! La pobre Moon se ha quemado toda la cara.

- ¿Hoy comemos fuera o en casa?- pregunta Martha.

- ¿En casa? ¡Yo no pienso comer en ese nido de ratas!- le digo.

- Yo he quedado- dice tímidamente Moon.

Todas giramos lentamente la cara hacia ella.

- ¿Qué?- pregunto.

Moon rueda sus ojos y las tres saltamos sobre ella. Ella intenta escapar de nuestro tercer grado, pero acaba rindiéndose porque sabe que es imposible.

- ¿Con quién has quedado?- le pregunto.

- Con el hombre de la semana pasada del bar donde trabajáis.- explica con paciencia.

- ¿Con el buenorro rubio?- Moon suspira cansada y asiente.

Nosotras gritamos como idiotas y nos reímos.

- No os emocionéis, solo es una comida- dice Moon restando importancia al asunto.

- ¿Y dónde iréis?- pregunta Kira interesada.

- No me lo ha dicho pero me tengo que ir,- dice poniéndose en pie y sacude la arena de su toalla,- he quedado con él en media hora.

- ¿No estás nerviosa?- pregunta Martha.

- ¿Por qué debería estarlo?- pregunta Moon frunciendo el ceño.

- ¡Porque tienes una cita con un ricachón!- le contesta dramáticamente Martha.

Moon lo piensa y veo como cambia el gesto por uno preocupado.

- No le hagas caso,- le digo,- es una exagerada. Seguro que es un chico normal y que os lo pasáis muy bien- digo intentándola convencer.- Vamos,- me pongo de pie y guardo mis cosas,- te acompaño hasta el apartamento y así voy preparando la comida- le digo sonriendo y ella asiente agradecida.

Una vez allí, Moon va directa a la ducha y yo entro a la pequeña cocina pero al ver la cantidad de suciedad desisto por lo que primero empiezo a hacer una limpieza a fondo.

Cuarenta y cinco minutos después, cuando Moon ya se ha marchado me doy por vencida y llamo a Martha y Kira para decirlas que saldremos fuera finalmente a comer.

- Lo siento, Nusa, pero nos moríamos de hambre y no hemos podido esperar- me dice Kira.

¡Qué cabronas!

Cojo mi bolso y salgo fuera en busca de una hamburguesería o algo así. Todos los sitios que encuentro están llenos o son demasiado caros.

Finalmente entro a una y pido un menú de hamburguesa, patatas y refresco. No puedo pedir para llevar porque es imposible comer en ese apartamento. Cuando tengo mi bandeja doy una vuelta por el local y todas las mesas están completas. Suspiro de frustración.

- ¡Morena!- grita alguien y miro para buscar de dónde proviene la voz.

No puede ser. En una mesa está el hombre de la otra noche, al que le faltaba un diente. Alza su mano frenéticamente para que le vea. Joder, no.

Le ignoro y vuelvo a mirar a mi alrededor. De nada sirve buscar ya que todo está ocupado. Él es mi último recurso.

A regañadientes me siento y él no para de mirarme sonriendo. Al menos hoy se ha puesto un diente postizo que la verdad, si le hubiese conocido con él, nunca me hubiese imaginado que le faltaba uno.

- ¿Tengo algo en la cara o qué?- le digo todo lo borde que puedo y él niega con la cabeza sin parar de sonreír.- ¿Me puedes dejar de mirar fijamente?- le digo mientras doy el primer mordisco a mi hamburguesa.

- ¿Y qué pasa si lo hago?- me dice.

- Nada, pero es incómodo.

- Lo siento.

- Deja de hacerlo y ya está.

- No puedo- dice y yo le miro por primera vez a los ojos.

No me había fijado, pero los tiene azules. En la discoteca no lo noté porque son tan oscuros que parecen negros.

- ¿Por qué no puedes?- pregunto frunciendo el ceño.

- Porque me encantas- me dice encogiéndose de hombros y vuelve a comer sus patatas fritas como si hubiese dicho lo más normal del mundo.

No sé qué contestar, me ha dejado sin palabras.

- Por cierto,- extiende su mano sobre la mesa,- soy Fabián— limpio mi mano con una servilleta y se la estrecho.

— Nusa— le digo.

— Vaya, qué nombre tan curioso— se queda pensativo.— ¿De dónde proviene?

— Es húngaro.

— ¿Tú eres de Hungría?— pregunta sorprendido.

— ¿Algún problema?— le digo enfadada.

— ¡No, no, para nada! Sólo es que nunca lo hubiese adivinado— se explica.

— Eso es porque nunca has conocido a una húngara.

— Será eso...— murmura.

Dejamos de hablar y seguimos con nuestra rutina: yo como y él me mira. Creo que en mi vida me ha sentado tan mal una comida como ésta.

— Bueno, Fabio...

— Fabián— me corrige.

— Lo que sea— digo con desdén.— Me tengo que ir. Te diría que ha sido un placer pero no me gusta mentir así que, adiós— digo y me marcho dejándole con la palabra en la boca.

Me agobia. Me agobia muchísimo. No me gustan los hombres tan desesperados como él. Admito que con el diente puesto parece otra persona y que tiene unos ojos impactantes, pero de ahí a que le dé una oportunidad... ¡Va listo si cree que se la daré!

— ¡Oye, espera!— me grita desde la puerta y yo camino más rápido.

Corre hasta que me alcanza y me gira hacia él sujetándome del brazo.

— Pero bueno, ¿me quieres dejar en paz de una puñetera vez?— digo exaltada.

— Yo sólo quería...— murmura con gesto raro al no esperar esa reacción por mi parte.

— Me da igual lo que quieras. Olvídate de mí. Ni me gustas, ni me vas a gustar nunca, que te quede claro. Si he comido contigo ha sido porque no me quedaba otro remedio— él cambia su gesto a uno serio.

— Sólo venía a darte el teléfono móvil; te lo dejaste en la mesa— me lo tiende y mi cara se vuelve roja por la vergüenza.

— Gracias...— susurro.— Oye, siento...

— Que tengas un buen día— me dice y se marcha siendo ahora yo a quien dejan con la palabra en la boca.

Genial, Nusa, te has lucido, como de costumbre. Eso te pasa por soberbia. Por soberbia e idiota.

Camino hasta el apartamento sintiéndome como la peor persona del mundo y allí están esperando Martha y Kira. Me siento junto a ellas para ver la televisión cuando recibo un mensaje al móvil:

"No hay nada que me guste más que los retos. Por si aún no te has dado cuenta, te escribe el ibicenco más guapo y sensual de la isla.
PD: Deberías poner alguna contraseña a tu móvil; nunca sabes qué loco puedes tener cerca para robar tu número", y cierra el mensaje con un emoticono lanzándome un beso.

— ¡Será hijo de puta!— exclamo y Kira y Martha me miran asustadas.







NOTA:

Portada hecha por: danilopez17

Instagram: danilopez1

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora