Capítulo 19

3.2K 321 4
                                    

"...no suelo mentir, siempre que lo hice fue por verte sonreír".

— Pero no puedo evitar sentirme mal.

— Ni lo pienses.

Fabián sigue conduciendo serio y yo miro su perfil. ¿Por qué antes me parecía feo y ahora me resulta atractivo? El camino hacia la Villa se hace más corto de lo que me hubiera gustado. Fabián apaga el motor pero no dice nada.

— Em... ¿Quiere pasar?— pregunto por cortesía.

Él me mira y parece que está algo cansado.

— Claro— sonríe débilmente y yo me le quiero comer a besos.

Entramos y me lo primero que hago es quitarme los zapatos y tirarles por ahí.

— Veo que el orden no es tu fuerte— ríe.

— Para nada. Cuando estuve en tu casa no podía dejar de pensar lo ordenado que eras— digo abriendo la nevera para sacar un tercio y una botella de agua.

Subimos por las escaleras hasta llegar a la azotea. Las noche aquí son válidas por lo que no tendríamos problemas en sentarnos en el suelo, pero estiro una manta y dejo caer dos cojines para poder estar más cómodos.

— No soy ordenado, soy una persona normal— recibe la cerveza que le tiendo.— Tú eres la extraña.

— No te burles de mí. Es un problema serio— finjo que me enfado.

— Supongo que lo tendré que aceptar. "En la salud y en la enfermedad", pues esta es tu enfermedad— ríe y da un trago a su cerveza y yo me atraganto con el agua que estoy bebiendo.

— Por favor, deja de decir esas cosas— murmuro sin poder mirarle a los ojos.

— ¿Qué cosas?— arruga su frente.

— Cosas... Bueno, quiero decir, em...— vamos, Nusa, tú puedes.— Las típicas cosas que dices tú constantemente.

— No he entendido nada— ríe.

Venga, Nusa, esta es tu oportunidad. No tendrás una mejor en tu vida.

— Cosas bonitas— digo al fin.

— ¿Quieres que te diga cosas feas?— pregunta confuso.

— No,—cojo aire armándome de valor para todo lo que le voy a soltar de golpe,— que no quiero que me digas cosas bonitas como referencias a las bodas, que soy lesbiana porque no caigo rendida a tus pies...

— ¿Ésas son cosas bonitas para ti?— pregunta divertido.

— ¡No!— comienzo a agobiarme porque no me sé expresar bien cuando estoy con él.— Joder, Fabián, que no quiero que me trates bien una noche, que crees ilusiones en mí y luego te vayas con otra a bailar y me dejes a mí comiéndome los mocos en la mesa,— le miro de reojo y está serio, ya no sonríe.

— ¿Por eso tanta prisa en volver a casa?— yo asiento.

— Lo ves. Te digo que me duele la cabeza y tú te desvives por cuidarme pero al día siguiente...

— Al día siguiente, ¿qué?

— Nada, es igual— suspiro cansada y decido ser por una vez valiente.— Yo sé que no tengo derecho a pedirte, ni mucho menos a exigirte nada. Te he rechazado muchas veces y hasta el hombre más paciente y persistente termina tirando la toalla en algún momento.

— ¿Qué me quieres decir con todo esto?— siento que Fabián me presiona para que hable, pero no acribillándome a preguntas, sino dándome un empujoncito de confianza.

— Que yo no quiero que te rindas conmigo. Que me gustas y que me da rabia que ahora estés con otra mujer. Que me duele cuando te veo besándola y que me riño mí misma por haber sido tan tonta de haberte dejado marchar— murmuro triste.

No le miro pero noto su mirada clavada en mí.

— Nusa... Mírame, por favor— lo hago con mucho esfuerzo.— Eres una chica maravillosa,— oh, no por favor, esto suena a rechazo y de los gordos,— cada tío que conozco te ha mirado en alguna ocasión con deseo,— al menos eso ha subido un poquito mi ego, bastante herido esta noche, por cierto.— En cualquier otra situación te besaría ahora mismo pero no lo haré— asiento con pesar.— Cuando estoy con una mujer, me lo tomo muy enserio y doy todo de mí. Yo ahora estoy con alguien y nunca la engañaría.

— ¿Lo ves?— alzo la voz.— ¡Si es que eres el hombre perfecto!— digo y él ríe.

— Eres genial, Nusa— este chico no entiende el concepto "no decir cosas bonitas a Nusa".

Continuamos mirando las estrellas. Ahora me encuentro un poco mejor después de haberle confesado mis sentimientos a Fabián.

— Que sepas que no me rendiré— le digo y él me mira sonriendo de lado.

— Me alegra escuchar eso.

Seguimos sin hablar y ambos nos encontramos cómodos de esta forma. Cualquier otro tío se hubiese ido hace ya tiempo. Me daría mucha pena perderlo, pero nuestra conversación me ha hecho recobrar esperanzas.

— Por cierto,— llamo su atención mientras rebusco en mi bolso que aún y tengo cruzado,— feliz cumpleaños— saco el paquetito en el que estaba la pulsera.

Él lo mira sorprendido con una gran sonrisa y lo acepta con gusto.

— ¿Por qué no me lo diste antes?— pregunta con curiosidad mientras lo abre.

— Porque no podía competir con un Rolex— río y él por fin lo abre.

Me mira y me regala una sonrisa dedicada sólo para mí que me llena por completo el corazón. Se pone la pulsera y me muestra su muñeca para que se la ate.

— Muchas gracias. Es el regalo que más me ha gustado— dice mirando la pulsera embobado.

— No hace falta que mientas, Fabián— ruedo mis ojos.

— Yo nunca miento— me dice serio mientras acaricia mi regalo.

— ¿Una pulsera comprada en un mercadillo es mejor que un reloj que vale más que mi coche?— pregunto incrédula.

— El objeto me da igual, lo que me importa es la persona de la que proviene. Por eso éste es mi favorito— me dice provocando un nudo en mi estómago.

— Éstas son el tipo de cosas bonitas a las que me refería— él ríe y pasa un brazo por mis hombros atrayéndome hacia él.

Podría pasarme así el resto de mi vida, junto a Fabián, bajo las estrellas de esta isla tan mágica. Sé que estoy soñando pero no quiero despertar.

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora