Capítulo 27

2.9K 295 5
                                    

"Dame una sonrisa de complicidad".

¿Por qué no se termina este día de una santa vez? No puedo beber alcohol por los medicamentos para la pierna y, como he visto a Akos tan agobiado, me he dedicado a ser la sargento de la fiesta, deteniendo a los borrachos de causar más destrozos de los debidos.

La pierna me está doliendo. El médico me dijo que no debería de ocurrirme. Supongo que eso sería verdad si hubiese mantenido reposo como me recomendó pero soy un culo inquieto y no paro ni aunque me aten a una cama.

Me siento en las escaleras cansada. Estoy por subirme arriba y encerrarme en mi habitación. No sé en qué pensaba cuando decidí apuntarme a la fiesta. Vaya estupidez... Me pregunto qué estará haciendo Fabián en estos momentos. Le echo tanto en falta. Si estuviésemos bien, no me importaría tanto el hecho de estar separados pero no es así. Sólo espero que esté bien.

— ¿Qué hace una chica como tú en una fiesta como esta?— me pregunta Sergio sentándose a mi lado.

— Por si no te has dado cuenta, estoy en mi casa,— me paso de borde, lo sé.

— ¿Un día largo?— me pregunta sonriendo.

— Demasiado— suspiró dejando caer mis hombros.

— ¿Quieres hablar de ello?

— Es una fiesta, Sergio, no la consulta de un psicólogo.

— Tampoco es el Muro de las Lamentaciones...— me dice alzando su ceja.

— ¿Tanta pena doy?— hago un puchero y le miro.

— Más de la que crees,— ríe y yo suspiro.— Bueno,— se pone en pie estirando su camisa blanca,— si no quieres contarme qué es lo que te ocurre, al menos baila conmigo,— me tiende su mano.

— ¿Te estás riendo de mí?— me señalo la pierna.

— Quejica...

Me encojo de hombros y tomo su mano para ayudarme a ponerme en pie. Bajo en muletas y cuando llegamos a tierra firme, Sergio lanza mis muletas a uno de los sillones, dejándome saltando a la pata coja.

— ¡Hey! ¿Qué demonios te crees que estás...?— pero no me deja terminar la frase.

De un momento a otro, me veo en los brazos de Sergio, como si fuésemos recién casados y él me llevase al lecho nupcial, o como si fuese un bombero salvándome de las llamas, irónicamente.

— En mi cabeza esto era mejor idea,— dice poniendo una voz de sobre esfuerzo.

— ¿Qué te esperabas?— pregunto disfrutando de la comodidad de ser llevada en volandas.

— Pues que pesases un poco menos...

— Quejica...

— ¡Oye! No me imites.

— Cállate y baila— muevo mis brazos al son de la música y él gira sobre sí mismo riendo.

Después de no sé cuántas vueltas, le comienzo a suplicar por que pare o si no le vomitaré encima pero él hace caso a omiso a mis ruegos. Al menos ha conseguido lo que nadie ha hecho durante este horrible día: lograr que me evada de todo.

— Sergio, bájame, por favor,— digo con dolor de estómago por no parar de reír.— Me muero de vergüenza, sin contar que le he dado con el yeso a tres personas en la cara.

— Está bien,— me sienta en una silla y finge que le duelen los riñones por cargarme.

Me acerca mis muletas y yo se lo agradezco.

— ¿No quieres que también te suba a tu habitación?— sonríe de lado y alza varias veces sus cejas.

— ¿Por qué me da la sensación de que ese comentario tiene una connotación sexual?— frunzo el ceño.

— Porque la tiene,— sentencia y yo río negando con la cabeza.

— Buenas noches, gentleman.

Siete horas después, más o menos, logró subir hasta mi habitación. Me dejo caer sobre la cama y suelto un suspiro de cansancio. No debí haber bajado. Quiero quitarme esta cosa de la pierna cuanto antes y no reposar seguramente me haga estar con ella más tiempo del previsto. Me todo mis calmantes para el dolor y me pongo el pijama que tengo guardado debajo de la almohada para así no tener que hacer el esfuerzo de levantarme hasta el armario para ponérmelo. Cuando la Odisea de irme a la cama termina, por fin puedo respirar con tranquilidad y encontrar la paz que tanto he ansiado durante todo el día.

¿Paz? ¿Qué estupidez es ésa?

Alguien entra a mi habitación provocando un gran estruendo.

— ¡Nusa!— el grito de Moon hace que me levante como un resorte.

— ¿¡Qué ocurre!?— enciende la luz mientras yo cojo las muletas y me levanto aún algo desorientada.

— ¡Tienes que bajar!— tira de mí nerviosa y yo hago esfuerzos para no caerme.— ¡Rápido!

— ¡Te juro que voy todo lo rápido que puedo!

Creo que me va a dar un ataque al corazón. Moon está muy nerviosa, cosa que hace que yo también lo esté. No me imagino lo que puedo encontrarme ahí abajo.

Hasta que lo veo.

Un montón de gente gritando y alentando una pelea. Busco a Akos con la mirada. Tiene que estar histérico. Los destrozos en la casa son notorios y si por un vaso roto ya se ponía nervioso, cómo debe de estar ahora...

— ¡Tienes que hacer algo!— me grita Moon.

— ¿¡Has visto como estoy!? ¡Yo no puedo hacer nada!

Veo a las dos personas que protagonizan la pelea cuando uno de ellos tira al otro al suelo mientras le golpea brutalmente en la cara.

Su cara está totalmente ensangrentada. No se mueve, no puede defenderse de los golpes de ese loco.

Xavier entra en escena pasando los brazos por debajo de los del hombre que estaba encima de Sergio y al apartarle, él se revuelve de su agarre y ahí es cuando veo su cara, provocando que el aire me falte.

Fabián...

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora