Capítulo 58 (final)

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"Todo, todo, todo... Yo quiero contigo todo".

FABIÁN

El despertador con la alarma para ir al trabajo suena y yo maldigo. Un día entero durmiendo. Bueno, más que durmiendo, metido en la cama. Otra vez vuelvo a sentirme apático. Como aquellos días cuando Nusa y yo... No quiero ni pensar en ello otra vez. Me siento mal, muy mal. La quiero y eso nunca va a cambiar, pero su rechazo me ha hecho perder las ganas de seguir luchando. Si ella no lo intenta, ¿por qué debería intentarlo yo?

Me doy una ducha y me visto con el uniforme del trabajo. Una camiseta azul oscura con el logo de los bomberos y el pantalón negro de siempre. Yo hoy no tendría que ir a trabajar, pero un compañero me ha pedido que le cubriese porque hoy es el cumpleaños de su hija y quería pasarlo con ella. Nusa se va en dos días y yo también querría pasarlos con ella... Pero, como dice Nusa, soy incapaz de decir que no cuando me piden ayuda.

Una vez en el parque de bomberos, mis compañeros, los cuales son mi segunda familia y, en ocasiones, mi primera familia, me saludan sonrientes y yo intento imitarlos. Con los años he aprendido a que, por muy mal que piense que me va a mí la vida, siempre hay alguien que lo está pasando peor y que tiene que salir de la cama y seguir luchando como hacemos todos. He dejado de compadecerme. ¿De qué sirve? Nadie quiere tener cerca a alguien que le deprime.

— Hey, Fabián,— me da unos golpes en la espalda Iván al llegar a mi lado,— ¿qué tal va todo?

Aún recuerdo cómo Nusa le sonreía y se reía con él el otro día en la barbacoa.

— Bien, todo bien,— intento sonar lo más convincente que puedo.

— Me alegro,— dice con una sonrisa sincera.

Iván es un buen compañero. Siempre me ha echado una mano cuando lo he necesitado. Me duele sentir rabia por él. Creo que más que rabia es envidia porque él estuvo compartiendo el tiempo con Nusa de una manera distendida y yo lo único que hago es alejarla de mí.

No me da tiempo a guardar casi ni mis cosas en mi taquilla cuando la alarma suena y todos corremos a vestirnos con el traje a gran velocidad y con eficiencia.

— Empieza el juego,— me sonríe Iván desde el asiento del piloto antes de encender el motor y salir a toda velocidad.

La adrenalina del momento sigue siendo la misma que el primer día.

— Un incendio en el interior del teatro,— nos comenta Manuel,— al parecer debe de pintar feo,— me tenso al escucharlo.

No siento miedo por mí; nunca lo he sentido. Pero si que me preocupo por mis compañeros. Una vez un compañero salió gravemente herido por un error suyo y tuvo que retirarse del trabajo para siempre. Su historia no acabó muy bien...

El ruido de la sirena del camión es ensordecedor. Los coches se apartan a nuestro paso y la gente se detiene a mirar cómo pasarnos por delante de ellos en décimas de segundos.

Llegamos al teatro e Iván detiene el camión de forma brusca. Salimos de él rápidamente junto al resto de mis compañeros. La policía aún no ha llegado al lugar, pero al vernos, la gente se apelotona curiosa por el morbo que da este tipo de situaciones. A mí no me molestan, siempre y cuando no intercedan en nuestro trabajo.

Manuel da órdenes a todos mis compañeros. Es un gran líder y nuestro equipo es el mejor gracias a él.

— Fabián, trae el hacha. Joan y tú entraréis conmigo.

Sin tiempo que perder, hago lo que me manda y trotamos hacia el interior del teatro. Somos precavidos al pasar por cada puerta ya que no sabemos lo que nos vamos a encontrar una vez las hayamos cruzado.

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora