"Que quiero compartir contigo todas mis rarezas".
19 de agosto de 2016
— Hogar, dulce hogar,— digo mientras me dejo caer en la cama.
Por fin estoy en Budapest. Ahora que estoy aquí puedo afirmar con seguridad que este verano no se me va a olvidar, por muchos años que pasen. Tengo que llamar a Pol para ver si puedo volver al bar, preferiblemente cuanto antes.
Cuando les dije a mis padres que volvía a la capital, mi padre no se lo tomó nada bien. No entiendo por qué se hace el ofendido si desde el primer momento que pisé su casa se ha estado quejando o, en el mejor de los casos, ignoraba mi presencia. Al menos me llevo un buen sabor de boca gracias a mi madre. Ella me ha dado todo su apoyo y sé que siempre podré contar con ella.
Suelto un suspiro profundo por el cansancio mientras dejo mi vista fijada en la lámpara del techo de mi habitación. Por fin en mi cama, en mi casa, en mi ciudad, en mi zona de confort. Debería sentirme bien, a gusto, pero algo falla. Como si estuviese en un lugar desconocido me siento. ¿No se supone que estar aquí me acercaría a la normalidad?
Deshago mis maletas, meto toda la ropa directamente en la lavadora y programo un lavado que tardará dos horas. Enciendo el televisor, pero no aguanto mucho así. Me aburro y encima hace mucho calor y aquí no tengo la playa a cinco minutos andando... Decido no posponer el reencuentro más tiempo e ir a ver a Pol ahora. Además, si no me vuelve a contratar en su bar, quiero saberlo lo antes posible para ir buscándome algún trabajo. Cualquier cosa mejor que quedarme en casa muerta del asco.
Voy caminando sintiéndome extraña. Amo esta ciudad con todas mis fuerzas, pero algo falla. ¿Qué me pasa?
Son las seis de la tarde y cuando llego al bar sonrío al ver que hay bastante gente, nada fuera de lo común para un viernes de verano. Nada más entrar dirijo mi mirada a la barra y veo que detrás de ella están Pol y un chico joven. Es curioso, juraría que nunca he visto a Pol contratando a hombres más que al portero que trabaja los sábados por la noche. Ahora que me doy cuenta, hay más chicas que de costumbre. Me fijo bien en el chico y veo que es muy guapo. Seguramente ellas vienen por él. No las culpo, yo también lo haría.
— ¿Necesitáis que os echen una mano?— pregunto apoyando los codos en la barra.
Pol se detiene durante un Segundo sorprendido para mirarme, sonríe de lado y continúa atendiendo a una pareja.
— ¿Cómo está la ibicenca? A parte de más negra que el carbón, claro,— bromea al ver mi bronceado.
— Pues aburrida, si no no estaría aquí. Ya me conoces,— digo encogiéndome de hombros.
Pol les da las vueltas a la pareja y se acerca para mirarme la cara de cerca. Su gesto me confunde. Sonríe, pero prevé que busca algo en mi mirada que ni siquiera yo podría encontrar.
— Igor,— llama al camarero y éste se acerca a nosotros,— voy a fumar. ¿Te apañas tú solo un par de minutos?— el chico asiente y cuando me repara en mí, me mira de arriba a bajo interesado, pero no tarda en recibir un golpe en la cabeza por parte de Pol.— Cara guapa, esta chica está prohibida. Ya está enamorada,— me guiña un ojo y yo ruedo los ojos mientras niego divertida.
Salimos a la parte de atrás y Pol se enciende un cigarrillo. Me ofrece uno, pero yo lo rechazo. Pol y yo nos conocemos desde hace años y si la pared asquerosa en la que se ha apoyado él o si el cubo de basura sobre el que he dejado mi bolso hablasen, se podría escribir el guión de una serie barata, pero más larga y adictiva que una telenovela. Y no solo por nuestros encuentros sexuales esporádicos, si no porque siempre ha sido como nuestro rincón secreto. Ambos hemos sido el paño de lágrimas del otro aquí en más de una ocasión. Nos hemos contado mil y una cosas, hemos descargado nuestra rabia y nos hemos reído como nadie. Ahora estoy aquí y siento lo mismo que me ha ocurrido desde que llegue a mi casa: me siento ajena a este lugar.
— Pues nada, Pol,— espero que no me haga suplicarle por el trabajo,— te venía a preguntar si aún podría...
— ¿Qué te ha pasado, Nusa?— me pregunta sonriendo de lado y yo le miro confusa.
— Qué... ¿A qué te refieres? Yo sólo quería a preguntarte si estoy a tiempo para reengancharme al trabajo,— le aclaro.
— Nusa,— ahora es él quien rueda los ojos,— el trabajo lo tienes y lo tendrás siempre, ya lo sabes. Lo que yo quiero saber ahora es qué es lo que ha cambiado en ti.
¿Qué? ¿Pol también se ha dado cuenta de que algo está fallando en mí?
— ¿A qué te refieres?
— A que han debido de ser las mejores vacaciones de tu vida porque se te ve muy diferente.
— ¿En qué sentido?
— Te veo más mayor,— finjo indignación y él ríe al darse cuenta de que me ha llamado vieja.— No me refiero a eso. Lo que quiero decir es que te veo... No sé cuál es la palabra,— frunce el ceño pensativo.— ¿Madura?— se pregunta a sí mismo.— Como si hubieses vivido algo lo suficientemente grande como para proyectar hacia la gente una imagen diferente de ti misma. Estás radiante,— una sonrisa se forma lentamente en mi cara.
Pol y yo somos solo amigos con derechos, pero me conoce a la perfección. Él no es muy sentimental y me sorprende que me hable de esta forma. Me enternece.
— ¿Has ligado mucho?— pregunta mientras apaga su cigarro en el suelo.
— No me puedo quejar,— pasa el brazo por mis hombros y me insta para que entremos en el bar.
— Pero ninguno como yo, ¿verdad?
Pol me conocerá bien, pero al fin y al cabo es el tópico del hombre heterosexual hecho persona.
Si te dijésemos mi corazón y yo lo que hemos ligado y con quién...
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Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]
Romance[COMPLETA] Nusa viaja hasta Ibiza para pasar el verano junto a sus amigas. Siempre se sintió el segundo plato, hasta que conoce a alguien que le hace sentir el centro de su mundo. Él es perfecto para ella, pero como todos, también tiene sus fantasma...