Capítulo 35

2.6K 253 11
                                    

"No se asuste, señorita, nadie le ha hablado de boda"

— Nusa...— la voz de Fabián suena como un susurro lejano.

Me he quedado totalmente en shock por lo que acabo de hacer y, por lo que veo, todos están igual. La hermana de Fabián ha borrado esa sonrisita hipócrita de su cara que tanto me desquiciaba, su exnovia ya no tontea con él, y... Dios mío, ¿qué decir de la cara de Fabián? Seguro que no es peor que la mía. Miro al hombre que ha recibido mi golpe, el cual aún tiene su cara girada hacia un lado, y poco a poco se recompone y alza su vista para verme.

— ¿A qué ha venido eso?— me pregunta el cabeza de familia y yo no sé qué contestar.— Te estoy hablando, niña,— su voz se vuelve más grave y da un paso quedando a centímetros nuestras caras.

— ¡Aléjate de ella!— Fabián le empuja provocando que el hombre dé unos pasos hacia atrás.— Nusa,— se da la vuelta para mirarme,— vámonos,— me sujeta de la muñeca y yo me suelto al notar su toque.

— ¡No!— contesto como una loca y la cara de Fabián lo dice todo: no entiende nada.

— Por favor, Nusa, cálmate. Hablaremos de esto cuando lleguemos a casa, pero ahora vámonos,— está nervioso, lo noto, pero cuando miro de reojo y veo a la guapa de su exnovia recuerdo la noche que me ha dado.

— ¿Ahora te entra la prisa?— sonrío de forma cínica recordándome a mí misma a su hermana.— Antes te lo estabas pasando muy bien, ¿me equivoco?

— ¿De qué hablas?— arruga su frente tratándome como una loca.

No estoy loca. Lo que me ha hecho no se lo voy a perdonar jamás.

— ¿Sabes qué?— suelto una risa falsa y doy un repaso a toda la familia que nos rodea.— Que me voy,— alzo las manos mientras doy unos pasos hacia atrás.— Pero me voy yo sola. No quiero volver a saber nada de vosotros,— miro a Fabián para enfatizar mis palabras,— de ninguno.

Me encantaría montarle una escena, gritarle y llamarle de todo, pero no le daré el gusto a su familia.

No puedo más. Lo de esta noche ha sido demasiado. He tenido un arrebato de locura total. Sí, lo admito, pero, ¿cómo se supone que debía haber reaccionado? Podía soportar el desdén de su hermana, la indiferencia de cualquier conocido suyo, podía con todo eso, lo sé, estaba mentalizada para ello. Pero ser humillada delante de su familia por él... Lo siento, aún tengo un mínimo de dignidad.

Quizás no haya estado bien golpear a ese hombre. Creo que más bien he pagado mi dolor y mi frustración con él. Ese golpe iba dirigido hacia otra persona. Por otra parte, ese imbécil ha hecho mucho daño a una persona a la que quiero porque, aunque me haya defraudado, sigo queriéndole.

No lo sé. En estos momentos no sé nada. Lo único que quiero es marcharme a casa, meterme en mi cama y que mañana cuando despierte me dé cuenta de que todo ha sido una simple pesadilla.

6 de agosto de 2016

Ha pasado una semana desde que rehuyo a Fabián. ¿Huir de mis problemas? ¿Yo? ¡Qué va! Me llama constantemente. Yo nunca contesto. Me marché de la Villa en la que vivía con mis amigos para que no me pusiese encontrar. Ni siquiera ellos saben dónde estoy. Obviamente a sus llamadas sí contesto; no quiero que se preocupen por mí. Antes de irme les expliqué por encima lo que me ocurrió, pero sin entrar en detalles. No tenía ganas de darle explicaciones a nadie.

Lo que me he preguntado estos días ha sido, ¿por qué sigo en esta isla? ¿Por qué no regreso a mi casa y vuelvo a mi vida? La respuesta es simple: por miedo y por falta de ganas. Miedo por no haber cerrado en condiciones una de las etapas de mi vida que he vivido con más intensidad; falta de ganas de irme, pero me sobran ganas de encontrarme cara a cara con la persona que tanto daño me ha hecho.

La luz que indica que un nuevo día comienza entra por las ventanillas de la furgoneta en la que he estado durmiendo estos días indicándome que no debo de seguirme engañando a mí misma creyendo que puedo dormir una noche entera. Me encantaría dormir en una cama normal, pero encontrar alojamiento en Ibiza en plena temporada alta es completamente imposible y esto es lo mejor que he encontrado, ¡pagando doscientos euros, por supuesto!

Me incorporo con algo de dolor en mi espalda. Lo mejor de esto son las vistas. Estoy prácticamente en primera línea de playa. Una playa completamente desierta a estas horas. Qué tranquilo parece todo.

He tenido mucho tiempo para pensar en todo lo que yo había hecho mal y en todo el mal que me habían hecho a mí y he llegado a la conclusión de que si me voy ahora, siempre tendré una espina clavada por no haberme podido desahogar a gusto.

Sigo ensimismada en mis pensamientos cuando unos golpecitos en una de las ventanillas de la furgoneta hace que me sobresalte. Son dos policías. ¿Qué es lo que he hecho ahora? Abro la puerta corrediza, pero no salgo fuera.

— Buenos días, señorita,— me saluda uno de ellos.

— Buenos días,— contesto con mi voz aún ronca por el poco tiempo desde que me he despertado.— ¿ocurre algo, agentes?

— ¿Es usted Nusa Horváth?— pregunta el otro y yo abro mis ojos con sorpresa.

— Sí...— asiento lentamente por el desconcierto que estoy vivendo.

— Haga usted el favor de salir del vehículo. Está usted detenida.

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora