Capítulo 37

2.6K 237 0
                                    

"Altanera, preciosa y orgullosa".

7 de agosto de 2016

Estoy por fin en el aeropuerto de Ibiza. Después de haber zanjado las cosas con Fabián, siento que estoy totalmente preparada para volver a mi casa. La puerta de embarque para mi vuelo hacia Barcelona se acaba de abrir y, aunque aún tendría un poco de tiempo para estar con mis amigos, prefiero no alargar la despedida. Solo ellos saben que me voy porque así lo he querido yo. Mis amigos me apoyan en todo. Ellos quieren verme feliz y creen que al lado de Fabián lo sería, pero también saben que necesito marcharme. De todas formas esto es decisión mía y solo mía.

¿Qué vas a hacer cuando llegues a Budapest?— me pregunta Martha después de darme un abrazo.

No lo sé,— hago una mueca triste.— Pol no me espera en el bar tan pronto así que quizás me marche unos días al pueblo de mis padres,— Martha frunce el ceño; sabe que mi relación con ellos es un poco fría desde hace unos años.

— Te vamos a echar de menos, Nusa,— dice Kira haciendo un puchero y yo sonrío mientras abrazo a Moon.

— Si Xavier te hace algo, llámame y vendré corriendo a por él,— bromeo.

— Te estás equivocando, Nusa,— me dice seria.

— No es tiempo de reproches. Ya no.

— No te reprocho nada. Solo digo que te equivocas.

— ¿Qué más da que me vaya ahora que en quince días?—pregunto a la defensiva.

— Importa, y mucho. Te recuerdo que yo también estoy en tu misma situación,— tiene razón.— Pase lo que pase cuando acabe el verano, yo seré la única que decida con quién pasar mis días. Solo tú decides qué recuerdos querrás tener de este año cuando seas una vieja decrépita que no pueda ni caminar,— me sorprende las ganas que me demuestra por no querer que me marche, no es propio de ella poner tanta intensidad en algo.

— Puede que tengas razón,— me encojo de hombros,— pero ya está decidido.

— Pero mira que eres cabezota,— dice exasperada y yo lucho por aguantar la risa.

Vuelven a anunciar mi vuelo y yo decido que ha llegado el momento de marcharme.

— Bueno, chicos. Pasáoslo muy bien, salid mucho de fiesta y cuidad a Moon,— esta última niega con la cabeza.— Yo también os echaré de menos. Éste ha sido el verano más alucinante de toda mi vida,— lo digo totalmente convencida.

Ya sentada en mi sitio dentro del avión, me ajusto el cinturón de seguridad y cierro los ojos meditando si irme ha sido una buena o mala decisión. ¡Ya no es momento de pensar en eso, Nusa!

Lo hecho, hecho está.

•••

10 de agosto de 2016

Después de haberme tirado dos días enteros metida en la cama, decido que ya es hora de retomar mi vida. Pero, ¿cómo? Tras una ruptura estás rato. Tienes una sensación extraña y sientes que dentro de ti algo falla. ¿Qué se supone que hacía yo antes de conocer a Fabián? Por ello he comprado un billete de tren para Acsa, un pueblo a dos horas de Budapest en el que crecieron mis padres y en el que viven actualmente. Durante mi infancia, todos y cada uno de los veranos los pasaba allí. Ahora necesito reencontrarme conmigo misma y no se me ocurre un lugar mejor para hacerlo.

Cuando el tren llega a este lugar que tantos buenos recuerdos me trae, guardo todas mis cosas en mi mochila, salgo del vagón y miro a mi alrededor. Hacía años que no venía aquí; desde que mi abuelo murió no he vuelto a pisar estas tierras. Está todo igual, por eso no entiendo por qué tengo una sensación diferente a la que tenía cuando era pequeña. Supongo que es porque quien ha cambiado soy yo.  

Mientras camino por mi pueblo no pueblo no puedo evitar sacar de vez en cuando una sonrisa. Los lugareños no me recuerdan, o quizás sea porque físicamente he cambiado bastante, pero me suenan las caras de la gran mayoría de ellos.

De pronto me doy cuenta de que he venido de forma impulsiva, sin avisar a nadie. El atisbo de felicidad que creía haber encontrado, se disipa al instante al pensar en que mis padres quizás no quieran verme. Ellos querían que me quedase aquí. Decían que la capital era un lugar peligroso para una chica como yo y que no iría a ninguna parte sin estudios. Tuvimos una fuerte discusión por ese motivo y todos dijimos cosas de las que nos arrepentimos; al menos yo sí lo hago. Yo era una ingenua, una niñata idiota que creía que se comería el mundo nada más poner un pie en la gran ciudad, pero la vida ya se encargó de darme una bofetada y quitarme toda la tontería que llevaba encima. Al principio fue duro, no lo negaré, pero siempre tuve a mis amigos cerca de mí dándome su apoyo siempre que lo necesite. Sobretodo a Akos, a quien las cosas le habían ido mejor que a mí y quien también me ayudó económicamente a empezar. Le prometí que algún día conseguiría reunir todo el dinero que me prestó, pero cuando lo hice se negó a aceptarlo. Cuánta suerte tuve y tengo de haberle tenido cerca durante todos estos años.

Entro a un restaurante al que solíamos ir mucho. No me puedo creer que aún esté abierto. Pregunto por una mesa a una chica joven que trabaja como camarera y me dice que puedo elegir la que quiera. Aún es pronto para comer, por lo que solo hay una mesa ocupada. Cuando me siento y ojeo el menú, la ilusión vuelve a mí al ver que no ha cambiado en lo más mínimo. Pido lo de siempre y espero a que me lo traigan.

Cuando estoy terminando el segundo plato, un hombre, al cual reconozco como el dueño del restaurante, se acerca a mí y se sorprende al mirarme de cerca.

— ¿Tú eres la chica de Alfréd?— asiento mientras sonrío.

En los pueblos no tenemos nombre. Se nos conoce por quiénes son nuestros familiares. Por eso aquí a mí siempre se me ha conocido como: "la de Alfréd".

— Estaba todo muy rico, señor.

— Me alegro tanto de verte,— el hombre se frota su enorme barriga y después da una palmada en el aire.— Estabas viviendo en Budapest, ¿no?— vuelvo a asentir con una sonrisa.— ¿Qué te trae por Acsa? Tus padres no me han comentado que fueses a venir,— murmura pensativo.

— Bueno...,— digo mientras pienso en alguna excusa para contestarle.— En realidad ellos no  lo saben. Quería darles una sorpresa.

— Pues de ser así me alegro mucho de que hayáis hecho las paces,— me dice y finjo no sorprenderme al darme cuenta de que seguramente todo el pueblo sabe de nuestra pelea.— La verdad es que desde que te fuiste, el humor de tu padre cambió mucho,— frunzo el ceño.— En fin,— vuelve a sonreírme,— espero que os vaya todo bien y que volváis para hacerme una visita todos juntos en familia.

Sí, por supuesto. La familia feliz...

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora