Capítulo 53

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"Voy a tomar el camino equivocado. Voy a salirme de la trayectoria. Voy a meterme en líos, jugar con fuego, incumplir las normas."

— Ése es mi problema,— dice a pocos centímetros de mi cara,— que no puedo olvidarte.

— Cuando te acostabas con tu exnovia, bien que me olvidaste,— es un golpe bajo, lo sé, pero lo he pasado muy mal con su indiferencia todos estos días como para ponerle ahora las cosas fáciles.

— Y tú con el camarero ése...,— dice con desprecio.

— Con Pol, mi jefe y mi amigo,— aclaro.

— Ése...

— No es lo mismo.

— ¿Por qué?— pregunta divertido.

No sé qué contestarle. Al fin y al cabo, cada uno se acostó con sus ex.

— ¿No sabes qué contestarme?— finge sorpresa y la exagera.— ¿Te he dejado sin palabras?

Mi rabia aumenta por momentos, incluso me entran ganas de llorar. No sé si es porque me va a bajar la regla o por el alcohol que he tomado, pero me siento hipersensible.

Ruedo mis ojos aguantando las burlas de Fabián. ¿Por qué tiene que estar él tan contento? ¡Hasta se permite bromear sobre su lío con su ex! Claro que no es lo mismo. Él me negó por activa y por pasiva que tuviese nada con ella; yo no le hubiese negado que me acostaba esporádicamente con Pol. Pero no se lo diré. Ya no tengo fuerzas para discutir con Fabián.

— Espera,— dice Fabián,— ¿esto quiere decir que he ganado?— dice alzando bastante la voz, atrayendo la atención de varias personas a nuestro alrededor, y yo le miro enfadada.

— ¿Te quieres callar de una maldita vez?— le digo exasperada.

— No hasta que admitas que he ganado,— me dice jugando como un niño pequeño y tocando la punta de mi nariz con su dedo índice.

— Muy bien, Fabián,— mi gesto denota cansancio y tristeza,— tú ganas. Como siempre...— y con eso lo aparto para salir afuera de la pista de baile, mientras que Fabián se queda ahí con un gesto de arrepentimiento y tristeza.

Una vez fuera, tomo una bocanada de aire para intentar retener mis lágrimas. No quiero llorar. Mi labio tiembla, pero no he estado dos horas maquillándome para arruinarlo todo. Me muevo a un sitio un poco más apartado. Si lloro, no quiero que me vean y se compadezcan las personas que hay fuera del edificio fumando. Me quito los tacones y ando por el césped por ellos. Ésta es la sensación más placentera del mundo.

Me siento en una silla de las mesas que había colocadas para el cóctel de bienvenida. Dejo mi cabeza caer hacia atrás e, importándome muy poco mi vestido, me dejo caer por la silla, como diría mi abuela, repanchingándome. Miro hacia el cielo. Es una noche calurosa, aunque a estas horas de la madrugada, corre una suave brisa que se agradece por tanto calor, aunque creo que si me quedo aquí fuera terminaré teniendo algo de frío.

Quizás él lo haya superado todo, pero yo no. Yo le quise demasiado.

— Hey,— la voz de Fabián hace que me enderece.— ¿Me puedo sentar?— me pregunta tanteando el terreno, sin alzar la voz para que no le eche a patadas de aquí, ni yo me vaya corriendo.

No espera a que le conteste cuando se sienta en una de las sillas libres de la mesa.

— ¿Estás bien?— no le contesto.

Coge la silla en la que está sentado y la quita de la mesa para ponerse frente a mí, tocándose nuestras rodillas.

— Nusa, te estoy hablando,— me dice serio y yo agacho mi cabeza.— Nusa, por favor, mírame,— no puedo levantar la cabeza, si lo hago derramaré todas las lágrimas que he luchado por retener.— Nusa, quiero ver esa carita bonita con tres kilos de maquillaje,— no puedo evitar reír y ésa es mi perdición.

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora