Capítulo 36

2.7K 275 7
                                    

"Y aunque para las uvas hay algunos nuevos, a los que ya no están echaremos de menos".

Llevaré encerrada en una pequeña sala de la comisaría unos veinticinco minutos y aún no me han dicho por qué me tienen aquí. Estoy muy nerviosa porque no conozco las leyes de este país y no sé qué he podido hacer para que me detengan.

No sé el tiempo que vuelve a pasar hasta que la puerta se abre y veo entrar por ella a la última persona que me hubiese podido imaginar.

— ¿Es una broma?— pregunto, aún un poco nerviosa.

— Necesitaba verte y no se me ha ocurrido otra forma,— se encoge de hombros quitando importancia a que dos policías me hayan arrestado.

Su tranquilidad hace que mi sangre hierva. Me levanto furiosa y las esposas que me tienen atada a la mesa de hierro a través de mi muñeca derecha impiden que camine hacia él y le mate. Ahora entiendo la finalidad de encadenar a los delincuentes.

— ¿¡En serio!? ¿Todo esto era necesario?— grito histérica señalando mi mano.

— No, pero no quería que volvieses a irte de mi lado.

La impotencia que siento no se puede describir con palabras. En estos momentos mi mayor deseo es arrancar esta mesa del suelo y lanzársela. Pero no lo haré. Principalmente porque si lo hago saldría yo volando con ella.

— Eres un puto lunático, Fabián. Esto tiene que ser ilegal. ¿Cómo has podido hacerlo? ¿Para qué?— su pasividad me desquicia aún más.

— Llevas una semana ignorando mis llamadas.

— ¿Y? ¿Ése es un motivo racional que explica que me hayas prácticamente secuestrado?— le digo indignada.

— ¡Hala, hala! Secuestrado... ¡No seas exagerada, mujer!— alza sus brazos y se burla de mí.

— ¡Cállate!— lo hace y me mira serio.

— Habla, Nusa. Háblame,— da un paso hacia la mesa, pero se mantiene a una distancia prudente de mí; hace bien.— Grítame, insúltame, hiéreme, haz lo que quieras, pero quédate conmigo, por favor.

— ¡He dicho que te calles!— mis ojos se llenan de lágrimas, pero no permitiré que salgan; ya he llorado demasiado por él.— No quiero que hables más porque si lo haces sé que tus palabras bonitas conseguirán que derrumbe mis barreras, como haces siempre. Esta vez no será así,— me dejo caer en la dura silla de la sala de interrogatorios y fijo mi mirada en un punto alejado de la de Fabián.— ¿Cuánto tiempo necesita una persona para enamorarse? Tú conmigo lo conseguiste hacer en menos de un mes. Me llevaste al punto más alto de la felicidad, pero ya me he dado más de una vez contra el suelo.

— ¿¡Pero qué te he hecho!?— grita perdiendo su compostura habitual.— No entiendo nada. Nos queremos. ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?

Me apena verle tan cansado, pero al recordar lo que me hizo aquella noche...

— Por favor, Nusa,— se arrodilla ante mí y sujeta mi mano libre,— pongámonos por una vez las cosas fáciles. Dime qué te ocurrió para que te diese ese arrebato y yo te juro que te perdonaré.

¿Qué?

— Perdón, un momento,— balbuceo mientras parpadeo intentando apartar de mi mente el bloqueo que me acaba de causar,— ¿que tú me tienes que perdonar? ¿A mí?

Asiente frunciendo el ceño.

— Le diste un golpe a mi padre sin motivo,— intenta explicarme con confusión.— Nuestra relación no es buena, pero no debiste hacerlo.

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora