Capítulo 32

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"No te dejan expresar todo lo que yo valgo para ti".

27 de julio de 2016

— ¿Me dolerá?— el enfermero ríe por mi pregunta.

— ¿Nunca antes te habían escayolado?— me pregunta divertido y yo niego asustada.— Tranquila, quitártela no te dolerá absolutamente nada,— respiro aliviada.

Pero mi alivio dura poco cuando otro doctor aparece con una especie de cortador de pizzas eléctrico.

— No te muevas si no quieres que te corte un dedo,— ríe y a mí no me hace ni puñetera gracia.

Finalmente me quitan esta cosa de la pierna y puedo asegurar que me doy asco a mí misma por el olor que rezuma, sin contar con que podría hacerme rastas con todo el pelo que me ha salido.

Salgo con ayuda de una muleta. Me han aconsejado que la utilice unos días más. En la sala de espera está Fabián ojeando una revista. Cuando alza la cabeza y me ve, se levanta y me ayuda a salir del hospital.

— ¿Dónde quieres que vayamos ahora?— me pregunta mientras cierra la puerta del coche.

— A depilarme una pierna.

•••

Estoy en casa de Fabián leyendo mientras él se ducha. Tengo claro que su habitación es mi lugar favorito de la isla. Echaré de menos esto cuando acabe el verano. Todavía ronda por mi cabeza la conversación que tuve con Xavier sobre lo que pasaría entre Moon y él en un futuro. Él me dijo que Fabián y yo estábamos en la misma situación y pensarlo me entristece mucho. No se lo quiero decir a Fabián porque le conozco y sé que se preocuparía por mí. Además, seguro que él ya se lo ha planteado.

Le escucho salir del cuarto de baño mientras habla por teléfono. No entiendo lo que dice, pero no se le escucha contento. Cuando dejo de oírle, pasan unos segundos hasta que entra en el dormitorio. Se pone de rodillas en la cama y se inclina para besarme, pero noto algo raro en él.

— ¿Te encuentras bien?— asiente, pero no le creo; no sabe mentir.— ¿Qué ha ocurrido?

— Nada,— niega.

— No quiero que haya secretos entre nosotros,— suspira y termina asintiendo.

— Me ha llamado mi madre,— me tenso nada más escuchar eso.

— ¿Habéis discutido?— se lo piensa antes de contestarme.

— No lo sé, la verdad. Me ha dicho que sentía lo que ocurrió el otro día,— siento que esté tan triste, al fin y al cabo es su madre y la quiere.

— No la castigues por lo que pasó, Fabián. Ella fue la única que me hizo sentir bien. No te enfades por mi culpa. Además, se ha querido disculpar,— me mira serio.

— No me ha llamado para disculparse, se ha visto obligada a hacerlo. Si me ha llamado era para recordarme que el fin de semana han organizado una cena para familiares y amigos cercanos por la boda de mi hermana Mónica y Juanito. Me ha dicho que tengo que ir. Yo le he dicho que si estaba de broma. Finalmente me ha pedido disculpas y le he dicho que a mí no era a quién debía pedir perdón.

— Fabián, no quiero que estar conmigo te separe de tu familia,— ahora me siento yo mal.

— No lo hace, te lo aseguro. Esto siempre es así,— se tumba sobre la cama boca arriba.— En fin, ya le he dicho que no íbamos a ir.

— ¿Qué? ¡Tenemos que ir! Bueno, mejor dicho, tú tienes que ir.

No puedo permitir que Fabián no vaya a un evento tan importante para su familia y quedar yo como una arpía que les roba a su niño bonito.

— No quiero ir,— dice tranquilo.

— ¿Por qué no? Dame una buena razón para perderte un día tan importante en la vida de tu hermana.

— Porque si voy, mi novia lo va a pasar mal y si eso ocurre, yo me voy a enfadar mucho con mi familia.

— Deja de preocuparte tanto por mí,— me tumbo a su lado y él me estrecha entre sus brazos.

— ¿Cómo se hace eso? Porque te aseguro que soy incapaz,— sonrío sabiendo la suerte que tengo de estar a su lado.— Ya creí haberte perdido una vez; no me arriesgaré a que la segunda sea la definitiva.

— Prométeme que te pensarás lo de la cena.

— No hay nada que pensar, Nusa,— dice cansado.

— Prométemelo,— exijo.

— De acuerdo, me lo pensaré,— dice a regañadientes.— ¿Contenta?

— ¡Mucho!— le beso y él ríe divertido por mi efusividad.

29 de julio de 2016

— ¿Me pasas la sal?— Fabián asiente sin mirarme, pero no hace lo que le he pedido.— ¿Fabián?— vuelve a asentir distraído mientras remueve el arroz de su plato.— ¿Te parece bien que esta noche vaya a casa de Sergio?— asiente de nuevo y yo dejo mis cubiertos sobre el plato.— ¡Fabián, despierta!— mi grito hace que salte sobre su asiento, consiguiendo al fin que me mire.

— ¿Qué pasa?— me pregunta confuso.

— ¿Cómo que qué pasa? Llevas todo el día en otro planeta.

— Lo sé, lo siento.

Ya voy notando cuándo algo le ocurre. Tampoco es que sea mucho mérito por mi parte teniendo en cuenta que Fabián es una persona muy expresiva.

— ¿Me vas a contar lo que te pasa o te lo voy a tener que sonsacar a la fuerza?— alzo una ceja mientras formulo la pregunta.

— Las mujeres, eso es lo que me pasa,— resopla y se echa hacia atrás en su asiento.— Tenía claro que no iría a la cena de mañana, pero ayer se presentó Mónica en el parque de bomberos a pedirme que vaya y yo ya no sé qué hacer,— se pasa las manos por la cara desesperado.

Sé que quiere mi aprobación. No quiere decepcionar a su familia, pero tampoco que yo me moleste.

— ¿Necesito comprarme un vestido?— le pregunto intentando quitar seriedad al asunto.

— Aún no he dicho que vaya a ir.

— Pues yo sí que voy,— digo mientras recojo mi plato de la mesa y lo llevo hasta el fregadero de la cocina,— así que si quieres tú te quedas en casa viendo Castle, que yo ya me buscaré a un acompañante.

Obviamente no me apetece absolutamente nada ir a ese infierno de cena, pero Fabián ya ha sacrificado mucho por esta relación y ahora me toca a mí.

— Sé lo que pretendes...— murmura.

— ¿Y funciona?

Resopla. Me encanta cuando hace eso porque significa que he ganado.

— La cena empieza las ocho.

Le sonrío, pero por dentro estoy calculando las horas que quedan para mi funeral.

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora