Capítulo 10

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"Le fue muy mal, de mano en mano, de boca en boca, de cama en cama".

Miro con detenimiento cada foto. En una sale con sus compañeros de trabajo en el parque de bomberos con una tarta enorme, seguramente celebrando algo. En otra aparece en la playa con Xavier y otros amigos. Hay muchas fotos con otras personas que no conozco. La más grande es una en la que sale Fabián tirado en el suelo, jugando con dos niñas pequeñas.

— Son mis sobrinas— dice acercándose por detrás con una sonrisa tierna.

— ¿Te gustan los niños?— le pregunto.

— ¡Me encantan! ¿Cómo no hacerlo? Son lo mejor de este mundo. No tienen nada de maldad premeditada, todo en ellos es innato— dice con una sonrisa enorme en su boca.— Muero de hambre, ¿cenamos ya?— asiento y voy a salir de la habitación pero me detiene.

— ¿No íbamos a cenar?— pregunto frunciendo el ceño.

— Sí, lo haremos aquí— dice con su sonrisa imperturbable.

— ¿Aquí?— me extraño.

Él asiente, me guiña un ojo y sale del lugar para volver con las bolsas de comida china que habíamos comprado antes de llegar aquí.

Se sienta en el suelo sobre la alfombra y me mira.

— ¿Vas a cenar de pie?

— ¿Y si manchamos algo?

— Si no quisiese que algo se me manchase, no lo dejaría en el suelo— se encoge de hombros y comienza a abrir las bolsas para sacar la comida.

Yo me siento frente a él. Me remuevo en mi sitio intentando acomodarme pero es difícil porque me ponga de la forma en que me ponga, el vestido es demasiado corto. Fabián me observa mientras yo me coloco.

— Espera— se levanta y saca del cajón de una cómoda una camiseta gris y un pantalón azúl oscuro de baloncesto y me lo tiende.— No será muy glamouroso pero al menos es práctico.

— Es perfecto— le sonrío y camino hacia el baño para cambiarme.

Recojo mi pelo en una coleta alta y salgo. Cuando entro en la habitación, veo que él también se ha cambiado y se ha puesto algo más cómodo.

— ¿Mejor?— me pregunta sonriendo.

— No hay comparación— le devuelvo la sonrisa.— Bueno, ¿qué? ¿Empezamos?

Mientras cenamos, él me cuenta anécdotas muy divertidas sobre su trabajo. Le pregunto sobre la gente de las fotos y me habla de todos y cada uno de ellos con cariño. También me pregunta por cosas de mí que aún no sabía y me siento rara porque se nota que no lo hace por cumplir sino que lo hace porque se ve que realmente le interesa todo lo que le cuento. A mi derecha y, en su caso a su izquierda, tenemos la luna iluminando el mar del Mediterráneo pero aunque la imagen sea preciosa, yo no puedo a partir los ojos de Fabián.

— Te lo tengo que preguntar,— me dice y tiene toda mi atención,— ¿por qué te caigo tan mal desde que nos conocimos?— me pregunta algo apenado.

No me puedo sentir peor. Prejuzgué a Fabián y al final ha resultado ser un hombre fantástico.

— No me caes mal— le digo.

— ¿Ah, no? Pues si la memoria no me falla...

— ¡Vale!— admito interrumpiéndole.— De acuerdo, puede que al principio no fueses de mi agrado. Lo siento, te juzgué mal.

— Entonces...— sonríe de lado,— ¿eso quiere decir que aún tengo alguna oportunidad contigo?— me guiña un ojo y yo le tiro un cojín que hay sobre la cama.

— No tientes tu suerte— río.

— Deberías hacerlo más— me dice.

— ¿El qué?— pregunto.

— Sonreír. Te sienta muy bien— me pongo roja como un tomate por el piropo.

— Ya lo hago y mucho. No paro de reír siempre.

— Eso quiere decir que con el único que no te ríes es conmigo.

— Para nada. Es más, hacía mucho tiempo que no me reía como esta noche.

Y es verdad. Sergio me ha llevado a un restaurante caro, con un menú gourmet y con gente de la alta sociedad. En cambio, ahora estoy con Fabián, comiendo comida china, ambos tirados en el suelo y los dos vestidos con nuestros peores trapos y, a pesar de todo, no cambiaría este momento con Fabián por nada del mundo. Con él me siento bien, me siento... a gusto.

— ¿En qué piensas?— me pregunta.

— En nada.

— Admítelo, pensabas en mí.

— Pues sí, la verdad es que sí— le digo pillándole por sorpresa.

— ¿Y en qué pensabas?

— Me preguntaba cómo puedes tener una dentadura tan horrorosa— le digo y él se queda un poco quieto hasta que empieza a reír.

— Por estas cosas me enamoraste, ¡no tienes ningún tipo de filtro!— me dice y sigue comiendo.

Espera.

— ¿Qué?— murmuro.

— ¿Quieres otro rollito?

— No me cambies de tema.

— No sé qué más quieres saber. Me gustas mucho, Nusa. Lo sabes desde el minuto uno. Yo nunca oculto mis sentimientos. La vida es corta, intensa, pasa más rápido de lo que podemos imaginarnos y yo no quiero desperdiciar ni un solo momento— deja su plato sobre la alfombra y me mira con un gesto calmado.— Tú serás la mujer con la que pase el resto de mi vida. Lo sé desde el momento en el que te ví en aquella discoteca.

— ¿Cómo puedes decirme todo eso y estar tan tranquilo?— susurro con un hilo de voz.

— Porque yo soy así— se encoge de hombros.— Y me da igual esperar el tiempo que sea necesario para que te des cuenta.

No me lo puedo creer. Nunca me había dicho nadie nada tan bonito como todo lo que me acaba de soltar Fabián en un momento. Pero yo no siento lo mismo y se lo tengo que dejar claro.

— Escucha, Fabián— cojo aire,— eres una persona increíble. Eres guapo, atractivo y eres bombero, que eso a las mujeres nos horroriza— bromeo y el ríe,— pero no te quiero hacer daño,— me pongo seria y él me mira con intensidad.— No quiero que esperes nada de mí porque te voy a decepcionar. Yo no siento lo mismo que tú sientes por mí. Quiero que te quede claro antes de que te hagas ninguna ilusión.

Él me mira y no dice nada. Me siento mal pero por una vez he sido justa y le he dicho las cosas como son. Es mejor hacerlo ahora que cuando sea demasiado tarde. A pesar de ello, no puedo evitar sentirme terriblemente mal.

— Como te he dicho, no tengo prisa, puedo esperar a que te des cuenta de lo enamorada que estás de mí— me dice sin alterar el tono de su voz.

— Fabián, no hagas esto más difícil.

— Nada me gusta más que lo difícil. Si fueras fácil, no creo que esto valiese tanto la pena— se apoya en el suelo con la mano para acercarse a mí hasta que su boca raza mi oreja izquierda.— ¿Y sabes algo más?— niego con la cabeza sin aliento.— Algún día serás tú la que me venga suplicando a mí— se aleja dejando un suave beso en mi mejilla que provoca que mi piel se erice y se marcha de la habitación dejándome tirada allí sin poder reaccionar.

Mi bombero ibicenco [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora