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A cada paso que daba el suelo temblaba bajo mis pies.

El viento se arremolinaba a mi alrededor, hasta el punto de formar una especie de torbellino que se llevaba todo por delante.

Los árboles de las calles se caían a medida que avanzaba, la carretera se agrietaba y se abría en hondos agujeros que amenazaban con tragarse lo que se encontrara encima.

Los cristales se reventaban y los pedazos saltaban echando chispas hacia todas partes.

Y yo ni siquiera notaba lo que estaba haciendo.

La gente, ajena a lo que de verdad estaba ocurriendo, se decía que la naturaleza se estaba volviendo loca.

Lo único a lo que le podía prestar atención yo era a la increíble furia que sentía.

No, no voy a matarle. Tengo pensado algo más entretenido. Voy a torturarle, hasta que el mismísimo infierno quede como un patio de juegos y que me suplique que me detenga. Pero no lo haré.

Cuando llego a la residencia Mikaelson, arranco la puerta de cuajo, con el marco y las bisagras incluídas, y cae en algún lugar por detrás de mi con un sonoro crujido.

- ¡ Kol Mikaelson ! - rujo en un grito lleno de ira.

En menos de un segundo tengo a los cuatro hermanos delante de mi, irguiéndose listos para pelear.

Cuando me ven, se relajan considerablemente. Observan el hueco donde estaba la puerta, y me miran confundidos.

- ¿ Eso es obra tuya ? - pregunta Rebekah sorprendida.

No les presto atención, a ninguno de ellos.

Hoy es el día de mi venganza.
A mi lado, la película parecerá una tontería.

Rebekah hace ademán de acercarse, pero alzo la mano y los paralizo a todos en su sitio.

Ahora que no pueden molestarme, camino lentamente hacia el hermano mediano.

- Hijo de puta - siseo en su atractivo rostro.

- ¿ De qué va esto, Aider ? - pregunta la rubia, forcejeando para intentar soltarse de mi agarre invisible- ¿ Quién te está ayudando ?

- Nadie- río volviéndome hacia ella - Esto - hago un gesto con el dedo hacia arriba - es todo cosa mía.

- ¿ Eres una bruja ? - interviene Niklaus.

- ¿ Sorprendido ? - sonrío irónicamente.

Él va a contestarme, así que le robo el aire de los pulmones rodando los ojos, aburrida.

- La próxima vez no te lo devolveré, amor - me burlo, y le espeto - así que será mejor que cierres esos labios tan bonitos que tienes. Tú también, Bekah.

Klaus me mira preguntándose en qué demonios me he convertido.

Le echo un último vistazo. Por primera vez, creo que lo veo algo asustado.

- ¿ Os gustan las películas ? - pregunto sentándolos a todos frente a la televisión con un gesto de la mano- Pues os voy a enseñar una.

Sin más, me agacho y les muestro la grabación en la enorme televisión curva.

Con la nueva tecnología, todo parece tan real, que es como si estuviera allí mismo, ese mismo día.

La pantalla se pone en negro al acabar, y yo me vuelvo hacia Kol, que traga saliva nervioso.

- Aider yo no sabía que él...

- ¿ Que él qué ? ¿ Que era mi padre ? Es decir, que si no lo fuera, te daría igual haber matado a un inocente, ¿ no ?- le espeto furiosa- A ti no afectaría de ninguna forma.

Kol me lanza una mirada dolida, pero ahora mismo no estoy como para consolar a nadie, y menos a él.

Repito el vídeo, y se los enseño una y otra vez. Tantas que deben de sabérselo ya de memoria.

- Basta, Aider - suplica, tratando de llamar a mi humanidad.

¿ Pero dónde estaba la suya cuando mató a mi padre ?

- ¡ No ! - chillo enfurecida, y chasqueando los dedos, le parto los huesos de la pierna derecha - ¡ Lo mataste, Kol ! ¡ Solo por no ayudarte con un estúpido hechizo !

Kol tiene los ojos llorosos, pero no tanto como yo, que las lágrimas ya caen mejillas abajo entre mis gritos.

- ¡ Y para mataros ! - me vuelvo hacia sus hermanos y trato de entender porqué actúan como si eso no hubiera ocurrido - ¡ Él quería mataros ! ¿¡ Cómo podeis seguir considerándolo como miembro de vuestra familia ?!

- Si nos enfadáramos cada vez que uno de nosotros intenta matar al otro... - susurra Rebekah, dándome a entender de que aquella no fue la primera vez.

Kol vuelve a hablar, pero acallo su voz con otro chasquido. Su brazo cruje y se descoloca, y él grita de dolor.

No me detengo. Me concentro en romper cada hueso de su cuerpo. Voy a hacerle sufrir.

Kol cae al suelo, incapaz de mantenerse en pie.

Quito el aire de sus pulmones, y veo con satisfacción cómo su rostro se va poniendo de color lila.

Rebekah, Elijah, e incluso Klaus gritan, pidiéndome que pare. Suspiro irritada, y los estampo contra la pared con demasiada fuerza, porque ésta se rompe y los tres desaparecen entre las tablas de madera.

Los oídos comienzan a pitarme, y gotas de sudor caen a ambos lados de mi frente.

Kol ha dejado de hacer ruido, puede que incluso se haya acostumbrado al dolor.

- Aider, tienes toda la razón en estar enfadada - Elijah me dice con su tranquila voz cerca de mi oído, apoyando su mano en mi hombro - Te hizo sufrir, y tú se lo has devuelto. Ahora, déjalo ir. No te conviertas en lo mismo por lo que le estás castigando.

Rebekah y Niklaus se levantan entre los escombros lentamente, acercándose con cautela.

El hermano más pequeño me mira a los ojos fijamente, acelerando los latidos de mi corazón.

No sé si son las palabras de Elijah, o la mirada que mantengo con Klaus, pero me dejo caer al suelo y cierro los ojos, liberando a Kol de toda magia.

Always and ForeverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora