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2005

La señora esperó.

Miró por décima vez el reloj digital que marcaba la hora.

Las once y cincuenta y siete.

Con el paso de los años, y a medida que su hija crecía, había descubierto que sus poderes también aumentaban junto con su edad.

Cuando el reloj marcaba las doce, algo extraño pasaba en aquella casa.

El año pasado fueron las velas con el fuego. El anterior, las brisas de aire. ¿ Qué tocaba este ?

La mujer no conseguía entender por qué su hija era capaz de controlar todas aquellas cosas.

Desde luego, estaba claro que había heredado la magia de su padre.

Pero había algo que la inquietaba. ¿ Cómo podía controlarla sin hacer ningún hechizo ?  Era algo verdaderamente extraño.

Según su marido le había explicado, todos los magos habían tenido que aprender desde el principio.

Solo se requerían tres cosas ; tener el hechizo por escrito o bien conocerlo a la perfección, paciencia, y práctica.

Su hija no tenía ninguna de ellas. Y aún así, podía encender fuego, y mover el aire.

El reloj dió las doce.

Y aunque el cielo estaba bien despejado, comenzó a llover.

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