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Los días pasan, lenta y perezosamente.

Me encontré al mejor amigo de Matt, Tyler, algunas veces en el bar, y también a Caroline, que resulta formar parte del grupo.

El viernes, despierto pálida como un fantasma, y con unas ganas enormes de vomitar.

Aún así, aguanto y voy a trabajar.

El pequeño esfuerzo que hago al abrir la puerta casi me cuesta una caída al suelo, pero en el último momento consigo recuperarme y finjiendo un tropiezo, me vuelvo a enderezar y llego hasta la barra.

Allí, Lizzy y Evelyn me miran preocupadas.

Contempló sus semblantes y les sonrío, tratando de infundirles una sensación de bienestar que yo misma estoy lejos de sentir.

La mañana se me hace interminable, pero aparte del cansancio y el sudor, no les doy a mis compañeras motivo de preocupación.

La mayor parte del tiempo, se dedican a ignorarme, cosa que agradezco.

Hasta las dos llevo un buen ritmo. No me detengo en ningún momento y sirvo en más mesas de las que puedo recordar.

Tras media hora, todo comienza a empeorar.

Varios clientes me preguntan si me encuentro bien. Entonces, fuerzo una sonrisa y asiento.

Casi me tambaleo hacia una mesa desatendida. En ella está sentado el tal "señor Mikaelson" al que tanto adora mi compañera.

- ¿ En qué puedo ayudarle ? - pregunto con la voz débil.

Él me indica su pedido, y vuelvo para encargarlo a la cocinera medio sonámbula.

Me siento como si estuvieran flotando en un extraño sueño.

Alda grita el número de mi mesa, y lo pongo todo sobre la bandeja tratando de prestar atención a todos mis movimientos mientras camino hacia la número seis.

Pero no llego a dejar el pedido.

Un fuerte dolor me aprieta las sienes. Mi vista se vuelve borrosa, mis piernas se convierten en gelatina.

Incapaz de sostener mi cuerpo, me precipito al suelo, rompiendo los platos y esparciendo la bebida por las losetas.

Cierro los ojos lista para el impacto, pero unas manos logran sujetar mi cabeza justo a tiempo para no golpear el suelo.

Una voz me llama una y otra vez, a veces por mi nombre y otras por "señorita".

Intento enfocar la vista, y distingo tres figuras. Una de ellas masculina, la que me sostiene entre sus brazos.

Es lo último que veo antes de sumirme en la oscuridad.

Always and ForeverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora