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Cementerio de San Luis

Bekah se había ofrecido a llevarles allí después de comer, para después escaquearse a resolver unos asuntos privados, que Aider sospechaba que tenían que ver con cierto vampiro del barrio francés.

Pero cuando terminaron la visita y salieron al exterior, no vieron su coche aparcado en la avenida.

- Nos ha dejado tirados, verdad- suspiró la bruja resignada.

Elijah no contestó hasta echarle un vistazo a su móvil.

De : Rebekah
Para : Elijah

Lo siento, hermanito, pero no puedo ir a recogeros. Marcel y yo tenemos que ponernos al día.
Te quiere, Bekah.

- Así es - confirmó rodando los ojos ante el mensaje de su hermana menor.

- ¿ Y qué hacemos ? - masculló molesta - la parada de bus más próxima está a veinte minutos...

- Mi familia tiene una casa aquí, en New Orleans- el Original hizo una pausa antes de continuar - Si te parece bien, podemos quedarnos allí. Está a unos tres minutos... a velocidad vampírica.

Aider lo miró con una sonrisa, al adivinar lo que sugería. Aguardó esperando a que le dijera que bromeaba, pero al parecer iba en serio.

Elijah sonrió al ver su vacilación, y le señaló su espalda con un gesto.

Aider reaccionó, y tras soltar un suspiro, se subió de un saltito. Antes de que el vampiro se pusiera en marcha, rodeó su cuello con los brazos y su cintura con las piernas con toda la fuerza que fue capaz de aplicar. La Oscura podía sentir todos sus músculos a través de la ropa.

Elijah la miró de reojo, y se aseguró de que estuviera bien sujeta.

- Llegaremos en un abrir y cerrar de ojos - prometió.

Y entonces echó a correr.

Aider no pudo comprobar si lo que decía era cierto, porque mantuvo los ojos cerrados todo el viaje, sintiendo cómo el aire se movía a gran velocidad a su alrededor.

Los pies del Original no hacían ruido alguno, como si no estuviera pisando el suelo. Su respiración siguió acompasada, y no dió muestras de esforzarse en todo el trayecto. Para el vampiro, correr a esas velocidades era algo natural, formaba parte de él.

El viento disminuyó considerablemete, hasta desaparecer por completo. Aider supuso que habían llegado.

- Cuando quieras puedes abrir los ojos - susurró Elijah en su oído, sonriendo satisfecho al ver que le había causado un escalofrío.

La joven le obedeció, respirando agitadamente.

- Verdaderamente impresionante - alabó, mientras él la dejaba en el suelo con cuidado.

El mayor de los Mikaelson no soltó su cintura en ningún momento, y la miró tan fijamente que Aider sintió que su corazón se aceleraba.

- Sí... Impresionante - aceptó con un susurro, acercándose, y la bruja no supo si se refería a la carrera o a ella misma.

Todo se aclaró cuando tomó su cabeza entre sus manos. Ella no pudo ni respirar.

Elijah vaciló, de una forma tan humana, de la manera en que un hombre lo haría antes de besar a una mujer para medir su reacción e intuir si le rechazaría.

"Está pasando" se dijo Aider a sí misma, emocionada. Y disfrutó de ese momento previo, que muchas veces era mejor que el propio beso.

Aunque no en aquella ocasión.

Decidiéndose al fin, el Original presionó sus labios suavemente, tanteando el terreno.

Y entonces, cuando comprobó que la muchacha le aceptaba, el alivio que sintió fue inmenso.

Sin miedo ya a ser rechazado, profundizó el beso, y Aider tironeó de su pelo con los dedos.

De repente, sintió como todo el cuerpo de Elijah se contraía como un cable en tensión.

Se separó confundida, y se fijó en las venas bajo los ojos de color café. Entonces volvio a la realidad y recordó que era un vampiro, y que como tal, debía serle difícil estar tan cerca de ella... de esa manera.

Su mandíbula estaba apretada, aunque su expresión seguía siendo perfecta.

Ella intentó concederle cierto espacio, pero sus manos no se lo permitieron. Ni siquiera un pequeño centímetro.

- Solo necesito un segundo- pidió amablemente, cerrando los ojos y luchando por controlarse.

Aider se quedó clavada en su sitio, tranquila, a la espera. Elijah ya le había mordido una vez, y sí, había estado a punto de matarla. Pero ahora estaba en sus plenas facultades, y confiaba plenamente en él.

Contempló orgullosa como su rostro se relajaba y sus ojos volvían a la normalidad. Entonces, abrió las pestañas y le dedicó una sonrisa traviesa, que no había visto nunca antes en él.

- Ya.

- ¿ Seguro ?

- Te doy mi palabra. Sabes que nunca rompo mis promesas.

Always and ForeverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora