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Residencia Mikaelson

Elijah entró, algo más tarde de lo que tenía previsto.

Había tardado media hora en llegar a la mansión.

Podría haber llegado en cuestión de segundos, si hubiera querido usar su velocidad vampírica, pero Aider estaba tan cansada que le dió apuro despertarla de su ansiado descanso.

Así que la cargó entre sus brazos, todo el camino.

Muchos se les quedaron mirando, e incluso unas señoras le señalaron entre cuchicheos que con su excelente oído pudo escuchar.

<< Mira a esos dos, que linda pareja >> ... y también otros comentarios inapropiados sobre el Original.

Elijah observó a la chica dormida en sus brazos durante un instante. Incluso con la boca abierta y roncando suavemente, seguía siendo perfecta.

Pareja. Elijah saboreó la palabra. Hacía siglos que no tenía una. Demasiados problemas de los que ocuparse.
Desventajas de ser un Mikaelson, supuso.

Rebekah lo miró sorprendida mientras la llevaba escaleras arriba, pero no hizo ningún comentario al respecto.
Esa era una de las cosas que más amaba de su hermana. Por muy charlatana y juguetona que fuera, sabía cuando tenía que dejar el tema.

Tuvo suerte de que Niklaus no estuviera en ese momento, porque había intuido que Aider le gustaba y no estaría muy contento de que otro la llevara entre sus brazos.

Bastante habían tenido ya con compartir a Tatia y Katherina Petrova. No había porqué añadir una más a la lista.

Con cuidado, la dejó en el colchón, y enseguida ella se arrebujó contra las sábanas.

Elijah cerró las cortinas para que no la despertara el sol al amanecer, y arrimó una silla a la cama para verla dormir por un rato.

Sin embargo, el Original estaba tan cansado que acabo durmiéndose allí mismo, y no tuvo fuerzas ni ganas para levantarse y moverse.

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