63

2.3K 174 0
                                    


Mansión de los Mikaelson

Aider se despidió de Rebekah, más serena y tranquila. Se enjuagó las lágrimas y tratando de mostrar una sonrisa, subió las escaleras y entró a ver a Elijah.

Se acercó a la cama, y se sentó en el borde junto a él. Su rostro estaba contraído en una mueca de dolor. Incluso con los ojos cerrados, durmiendo, el mayor de los Mikaelson sufría. Además, estaba recordando momentos no muy agradables de su vida.

Gotas de sudor caían a ambos lados de su frente. Aider suspiró, y le acarició el cabello preocupada. Estaba segura de que Klaus volvería, que no dejaría morir a su hermano, pero no por eso dejaba de estar enfadada con él.

Elijah se revolvió en la cama, soltando un gruñido que le puso alerta.

- ¿ Estás bien ? ¿ Necesitas que te traiga algo ? - preguntó la joven bruja tocándole el hombro, sintiéndose algo inútil.
Quería ayudar, pero no sabía cómo hacerlo.

El Original abrió los ojos de golpe, sintiendo su presencia, y agarrando a Aider por la camisa la empujó contra la pared a velocidad vampírica.

- ¿ Elijah ? - preguntó ella confundida. No era propio de él comportarse así.

Sus manos se apretaron en torno a su cintura con fuerza, con demasiada fuerza.

Las venas debajo de sus ojos resaltaron sobre su piel mientras se inclinaba sobre la muchacha, enterrando el rostro entre su pelo e inspirando su olor. Su fragancia era tan embriagadora... El vampiro escuchó cómo su corazón se aceleraba, y su sangre se movía a mayor velocidad por su cuerpo. Sangre...

Aider sintió como los colmillos del Original rozaban su cuello, y comprendió lo que pasaba con un escalofrío.

- Elijah, apártate - le ordenó con algo de miedo, rogando en su interior para que le hiciera caso.

Pero no fue así. Aider gritó al sentir cómo sus dientes se hincaban en su piel y succionaba.

Y se asustó, sí, porque los vampiros no solo succionan la sangre, sino que a veces, también la vida.

- Elijah - le suplicó sintiendo como sus piernas se debilitaban y la vista comenzaba a fallarle.

Todo cesó tan pronto como había comenzado. Rebekah apareció de la nada, le sacó a su hermano de encima, y sin darle tiempo a reaccionar le partió el cuello.

La Oscura apartó la mirada con un gritito. Sabía que iba a revivir en unas horas, pero aún así era... extraño.

- ¿ Estás bien ? - preguntó Rebekah apartándose el pelo de la cara.

- Sí, solo me ha mordido - suspiró con un quejido, enseñándole el cuello.

El rostro de la rubia se descompuso al observar cómo una gota de sangre se escurría de la herida de la chica y se perdía camiseta abajo.

Se dió la vuelta con brusquedad, y respiró profundamente.

- Oh, lo siento - reaccionó Aider tapándose la herida - creía que lo tenías controlado.

- Y lo tengo - masculló ella cerrando los ojos - pero eso no hace que cueste menos. ¿ Por qué no has utilizado tu magia para apartarle ?

Aider clavó la vista en el suelo, avergonzada.

- Estaba paralizada por el miedo.

Bekah suspiró.

- Asegúrate de defenderte la próxima vez. Y ve a curarte esa herida. Yo me ocupo de mi hermano.

Always and ForeverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora