Capítulo dedicado a tod@s mis lector@s. Un besito y muchas gracias a cada un@ de vosotr@s por hacer esto posible.
Todo empieza aquí señores y señoras, agarraos porque vienen curvas!!!!!
Despierto y tras la llamada de Seth por la noche, donde no pude entender que me decía por la falta de vocalización de éste, decido llamar al mismo número con el que él me había llamado.
- ¿Sí? – responde Seth a su teléfono.
- Seth, soy Lena. – aclaro nada más empezar la conversación.
- ¿Cómo tienes mi numero? – pregunta extrañado.
- ¿Qué? Ayer me llamaste... - le recuerdo dudosa.
- No, no. Yo no me acuerdo de eso. – responde.
- Seth, me llamaste por la noche de verdad. – intento hacer que recuerde. – Pero no entendí lo que me decías, balbuceabas.
- Ya hablaremos. No es un buen momento. – Y entonces cuelga, dejándome con la palabra en la boca y confusa por su reacción.
Ignoro cualquier sensación que pueda estar produciéndome, como rabia, exasperación, desconcierto y/o coraje. Bajo las escaleras, llegando así al comedor. Mi padre, lee el periódico sentado en el sofá, despreocupado por el antro donde nos encontramos. ¿Es que solo yo echo en falta mi antigua casa? Me dirijo a la cocina, viendo a mi madre mientras prepara la comida. ¿Qué hora es? ¿Tanto he dormido? Seguro que si el idiota de Seth no me hubiese despertado, habría madrugado más.
Le ayudo a cocinar y a preparar la mesa, mientras observo con una mueca de disgusto en mi rostro a mi padre.
- ¿Lena? ¿Estás bien? – pregunta mi madre preocupada por las notorias miradas que le estoy dando a mi padre.
- Sí. – digo desviando mi atención hacia el televisor. – Solo estaba mirando las noticias.
Mi madre me mira, intentando auto convencerse tras mi respuesta, pero sé que no he conseguido calmar sus sospechas. Sabe que algo pasa por mi mente de manera constante. Y es cuando vuelvo a la cocina que intenta sonsacarme más información.
- ¿Ya no hablas con Abie? – pregunta intentando indagar entre mis asuntos personales, pero es algo que no voy a permitir que sepa, no ahora cuando realmente me preocupa mi padre.
- ¿Y tú? ¿Ya no hablas con papá? – le pregunto, posiblemente siendo poco cautelosa al dejarle ver que quien realmente me preocupa es él. Mi madre frunce el ceño y alinea sus labios conteniendo las palabras, seguramente de desagrado, que está intentando retener en su boca.
- Se ha vuelto más reservado desde que nos mudamos. – sentencia mirándole a través de la ventana que deja ver el comedor desde la cocina.
- Ya, lo suponía. – le digo mirando en su misma dirección. - ¿Reservado o trastornado? – pregunto intentando analizarle.
- Ambas. – sentencia mi madre llevándose la mano derecha a su barbilla. Y entonces río. Actuábamos como psicólogas especializadas cuando realmente no entendíamos nada de ello. Supongo que era normal que un hombre de negocios se sintiese frustrado al ver que ha fracasado.
- Deberíamos de planear alguna salida familiar, tal vez le ayude a despejarse. – propongo.
Mi madre me mira de reojo, y alza una ceja.
- ¿Desde cuándo te gustan las salidas familiares? – pregunta graciosa.
- No mamá, de ese tipo de salidas no. No quiero volver a un restaurante y salir avergonzada. No sé, tal vez... ¿Un paseo por el parque? ¿Un picnic en la montaña? ¿Una visita a la playa?
- Basta Lena... sabes que no querrá. – dice mi madre cabizbaja, dándose la vuelta a los fogones de nuevo.
Le miro, observo su postura. Tal vez la psicología no sería una mala opción para decantar mis estudios. Después, vuelvo a mirar a mi padre, que sigue pasivo en su sitio. ¿Cómo no puede darse cuenta de la infelicidad que está sintiendo su mujer? Resoplo e indignada vuelvo al comedor, volviendo a reorganizar la mesa, esta vez yo me colocaría al lado de mi padre y frente a mi madre.
- ¡A comer! – anuncia mi madre, sacando los platos de comida hacia el comedor.
Mi padre se levanta sin apartar el periódico de su vista.
- Oh, hoy cambiamos de sitio. – dice mi madre dulcemente, con una sonrisa en su rostro.
Pero mi padre tampoco reacciona. Todo tomamos asiento y es cuando intento proponer de nuevo, algún plan no muy disparatado.
- Bueno... he estado pensando que... ya que pasamos mucho tiempo en esta casa y es bastante pequeña, ¿Qué tal un cambio de aires? ¿Una visita al parque? – miro de reojo a mi padre pero éste sigue leyendo el periódico, mientras ingiere la comida a desgana. Golpeo levemente la pierna de mi madre con mi pie, por debajo de la mesa, y cuando logro captar su atención le indico con la mirada a mi padre y su extraño comportamiento. Ella asiente seriamente. Sé que para ella tampoco es algo agradable, ni normal esta situación, pero aun ayuda menos la conducta de él.
El móvil de mi padre empieza a vibrar indicando la llegada de un mensaje entrante. Por una vez baja el periódico, pero ésta vez para volver a fijar la atención en otro estimulo externo, el móvil. Miro de reojo su pantalla, y entonces mi estómago se cierra quitándome el poco apetito que tenía.
Ya tengo su pedido.
Blacks.
El tenedor se resbala de mi mano cuando leo el remitente. ¿Qué clase de contacto tenía mi padre con esos insignificantes seres?
- Disculparme, no me encuentro bien. – digo yendo hacia el baño para poder refrescarme. Tengo que saber que está pasando, y sé con quien hablar para descubrirlo. Salgo del baño, encontrándome con la mirada de mi madre, preocupada y curiosa a su vez. – Voy a ir a acostarme... no me encuentro muy bien. Cosas de chicas mamá, ya me entiendes. – le miento intentando no preocuparle más de la cuenta.
Subo a mi habitación, tumbándome sobre la cama. Y entonces es mi teléfono el que vibra despertándome del sueño profundo al que había entrado y no me había dado cuenta.
- ¿Hola? – respondo.
- ¿Cómo cojones tenías mi numero? – pregunta Seth desde el otro lado de la línea. Podía reconocer su característica voz, después de escucharle durante tanto tiempo esta misma noche.
- Tú me llamaste. – le vuelvo a recordar. – La pregunta sería... ¿Qué hacías tú con el mío? – digo seria.
- Eh... eh... - tartamudea. – digamos que cuando alguien quiere saber algo de otro, me llaman a mí.
- ¿Quién quería saber algo de mí? – pregunto de nuevo.
- No es de tu incumbencia. – responde él.
- Bien, tú mismo, te recuerdo que sé donde puedes esconderte. – digo con indiferencia y cuelgo. Quiero hacerme un poco la dura.
Inmediatamente mi móvil vuelve a vibrar, iluminándose la pantalla y mostrándome el nombre de Seth junto con la llamada entrante.
- ¿Sí? ¿Quién es? – finjo desinterés.
- Ya basta Lena. Tienes que jurarme que no vas a decírselo a nadie. – dice algo irritado.
- ¿Y porque debería?
- Lena, esto no es un puto juego, ¿¡me entiendes?! – grita esto último, perdiendo momentáneamente los papeles. – Vale, vamos a tranquilizarnos. – dice respirando notoriamente. – Lena... necesito que no digas nada... - pide.
- ¿Suplicas? – le digo intentando hacer que vuelva a perder los papeles.
- Lena... juro que estoy controlándome lo más que puedo.
- Mira Seth, te voy a ser muy sincera. – le digo tomando el control de la situación. – Mientras no me expliques porqué John sabía exactamente todos mis datos personales y porqué conocía a mi padre, no voy a prometerte siquiera mantener la boca callada. – le digo firme y segura.
- Bien. Esta noche iré a verte, si quieres saberlo todo, que no sea por teléfono.
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John Howell
Ficção AdolescenteEn Monte Azul, se encuentran las familias más prestigiosas del país, entre ellas, la familia Bennett. Lena Bennett, la hija de la familia, jamás ha tenido algún tipo de contacto con la clase baja y por ello, no está acostumbrada al comportamiento de...