Capítulo 8 - Alta médica

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Advertencia: En ningún momento del capítulo, la autora o protagonistas, buscan incitar a los lector@s al consumo de cualquier tipo de drogas.

- John Howell - dice el doctor entrando a la habitación donde me encontraba.

- El mismo.

- Hoy mismo le daremos el alta.

- Pero... doctor que yo sepa no ha...

- Lo sé. - me interrumpe. Odiándolo, y teniéndome que contenerme por ello. - Pero hemos recibido su generosidad y no hace falta que continúe, tal y como usted quería.

¿Generosidad? Eso seguro que trataba de Seth.

- Gracias, recogeré y saldré enseguida.

Y eso hago, abandono el hospital lo antes posible. Cojo el móvil para llamar a Seth pero éste comunica. Un claxon de un coche no para de sonar, pero lo ignoro dándome cuenta más tarde, que se trataba de Seth, el cual, me seguía con mi coche desde que salí del hospital y, por ese motivo, no me cogía el teléfono.

Seth baja la ventanilla cuando logra que le vea.

- Estás sordo tío. Llevo siguiéndote media hora.

- Exagerado. - digo abriendo la puerta del conductor. - Sal de mi puto coche. - continuo. - Y que sea la última vez que lo coges sin mi permiso.

- Cuando dé el braguetazo o cuando consiga buena pasta con el negocio, te arrepentirás de decirme esto. - dice Seth mientras pasa al asiento del copiloto desde el mismo interior del coche. - Tendré el mejor buga de todos. Alguno que solo con mirarlo, cualquier tía tenga un orgasmo. - dice acomodándose en el asiento.

- Calla anda. - digo negando con la cabeza mientras resoplo ante tantas barbaridades.

Acelero, consciente de mi limitada capacidad para maniobrar por la herida, pero sin importarme el dolor momentáneamente. Necesito quemar adrenalina.

- Por cierto John, ya tengo tu pedido. - dice Seth.

- ¿Dónde?

- Esta donde siempre.

Acelero todavía más dirigiéndome al cuartillo que teníamos en el bosque a las afueras de la ciudad, donde guardábamos el cargamento.

- Tío, tendríamos que ir a por los demás para conocer el plan. - dice Seth devolviéndome a la realidad.

190 km/h, tengo que aminorar la velocidad.

- Sí, ¿Dónde están?

- En mi casa los he dejado echando un mus.

- Como los viejos tío.

- Tío apostamos dinero de verdad ¿vale?

- Vamos Seth, cualquier juego sería más divertido que ese. - le chincho, como al hermano pequeño que nunca tuve.

Chasquea su lengua y mira por la ventanilla, puntuando a las chicas que logra alcanzar ver.

Al cabo de veinte minutos, aparco en frente de la casa de Seth, contemplando como la luz de su habitación está encendida.

- ¿Esta tu hermana? - le pregunto.

- No tío.

- ¿Y por qué esta la luz de tu habitación encendida?

- Hijos de puta... - susurra enfadado.

Camina a paso ligero hacia la puerta frontal de su casa. No acierta a abrir, está nervioso.

John HowellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora