Capítulo 2 - Si uno de los Blacks muere

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Atención: El capítulo contiene lenguaje adulto.

Despierto empapado en sudor. Miro a mi alrededor pero nada se me hace conocido, asique opto por caminar con las pocas energías que me quedan. Cuando me pongo en pie, lo noto, un fuerte dolor en mi abdomen que consigue tumbarme de nuevo. Me llevo la mano hacia la zona afectada y me doy cuenta que no es solo sudor de lo que estoy empapado, sino también de sangre. Necesito ayuda, y cuanto antes.

Como siempre, mi móvil ha desaparecido. Creo que era el cuarto móvil que tenía en lo que llevaba de mes. Empiezo a caminar, sin saber si la dirección por la que he optado es la correcta, pero me da igual, todo vale entre la vida y la muerte. En la lejanía empiezo a ver una carretera, y con las pocas fuerzas que retengo camino hacia allí, arriesgándome de encontrarme con Patrick.

Escucho mi nombre como un ligero susurro que golpea mis oídos con una luz de esperanza. ¿Seth? Imposible.

- ¡John! – me tambalean.

¿Cuándo había caído al suelo? No recordaba el momento en que mi cuerpo había dejado de mantenerme en pie.

- Mierda, está herido. Vámonos de aquí.

Abro los ojos como puedo para ver a Seth, el cual mira curioso mi rostro y desconfiado el entorno que nos rodea.

- Sigues vivo hermano, jamás he dudado de ti. – dice este con una sonrisa en su rostro. – Aun pensé que te perdería antes de contarte como me tiré a la rubia de ayer por la noche.

Él es Seth, qué más puedo decir... obsesionado con las rubias, con las relaciones sin compromiso y amante de la regaliz roja.

Intento sonreír ante su comentario, pero es imposible, apenas siento las extremidades y me cuesta quedarme despierto.

- Hey Dick, abre la guantera y pilla la granada que hay en el fondo. – ordena Seth.

- ¿Tío que haces con una granada en un coche, como nos choquemos...

- Cállate tío, y hazme caso. Estos tíos no saben quiénes somos los Blacks – le interrumpe Seth.

Intento decirle que no haga nada, pero no consigo gesticular ni una palabra.

Escucho el coche de Seth derrapar y acto seguido, acelerar a toda velocidad. Una fuerte explosión retumba detrás de nosotros.

- ¡Brutal! – grita Dick, quien se estrena por primera vez en el mundo de las explosiones.

- Relájate pequeño saltamontes, y vuelve a abrir la guantera. – le ordena Seth.

- ¿Más explosivos? – pregunta Dick emocionado.

Inocente... Hora de regaliz...

- ¿Eres idiota? ¿Cuantas neuronas se te han muerto? Después de una buena acción, toca una buena regaliz. Pásame la bolsa azul. – le vuelve a ordenar Seth perdiendo un poco los papeles.

Por dentro, río. Jamás cambiaría a mi amigo, más que un amigo un hermano. Escucho como Seth se dirige a mí, pretende decirme algo, avisarme pero no logro entenderle, el sueño puede conmigo y acabo rindiéndome ante él.

Un fuerte dolor golpea mi cabeza. Abro los ojos y desorientado intento incorporarme. Seth, quien está a mi lado, pone su mano sobre mi hombro.

- No te muevas John. Estamos en el hospital, saldrás de esta, pero necesitas reposar.

Asiento y con la boca reseca y sin poder retenérmelo por más tiempo, vomito por la anestesia encima de los pantalones y zapatos de Seth.

- ¿Y así me lo agradeces, gilipollas? – dice Seth bastante enfadado.

John HowellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora