Bajo del árbol, intentando no caerme y me dirijo a la cabaña siendo consciente que se encuentra vacía. Voy a la cocina, y empiezo a preparar algún pastel con el que poder empacharme mientras me consuelo. Sí, Seth tenía razón, cocinar cuando te enfadas puede ayudar a desahogarte.
Tras media hora cocinando, escucho las voces de esos dos entrar por la cabaña. Aguanto la compostura, no lloraré por alguien que no quiere estar conmigo. Seth entra en la cabaña y enseguida se mantiene en silencio tras verme.
— Que yo sepa, no tengo la peste. – le comento seria.
Seth me mira y asiente incómodo.
— ¿Qué cocinas? – intenta sacarme algún tema de conversación.
— Tranquilo, puedes volver con tu amigo. – le digo siendo consciente de que antes que yo, John va primero.
— Lo siento Lena, pero me necesita. – me dice Seth mirándome. – Si quieres luego, podemos hablar... más tranquilos. – propone el rubio.
— Te agradecería que me pudieras llevar a casa de Abie.
— De acuerdo, prepárate y te llevo. – acepta Seth.
Enseguida dejo el pastel que estaba preparando. La verdad es que dudo que fuera a quedar bien. Salgo de la cocina hacia la sala de ejecución donde se encuentran, y me dirijo al rincón de John, donde a su lado está mi estantería. Supongo que la incomodidad por tenerlo cerca se tornará común. Recojo alguna prenda de ropa, sin decir palabra, notando como la mirada de John se clava en mi nuca. Tras acabar de llenar mi mochila, giro sobre mis talones y busco con la mirada a Seth, pero no se encuentra.
— Su hermana le ha llamado. – responde John ante mi mirada. – Se ha metido en un lío con un chico que quería venderle droga. – concreta.
— Ah. – me limito a decir.
— Si quieres puedo acercarte yo. – se ofrece John. Un escalofrío recorre mi espalda tras asimilar su propuesta.
— Bueno... no creo que sea lo más acertado. – confieso.
— ¿Cuándo hemos hecho algo acertado? – pregunta con una tímida sonrisa.
— Como quieras. – acabo aceptando.
John se pone en pie y coge las llaves de su coche junto con el paquete de tabaco y su móvil. Veo la lista en su escritorio. La maldita lista.
— Ahora tendrás que añadir a Regina. – le comento mirando la lista, molesta y evidentemente, algo celosa.
— Sí. – afirma él desinteresadamente, la cual cosa, hace que todavía me dé más rabia.
Junto mis labios con fuerza, reteniéndome las ganas por partirle la cara. John se inclina sobre el escritorio y coge la lista colocándola en el bolsillo trasero de su pantalón. Frunzo el ceño y llena de ira, decido salir de la cabaña y dejar de ver esa escena que estaba acabando conmigo.
John sale tras de mí y abre el coche en la distancia. Enciende el motor, la calefacción y las luces. Pero no acelera, ni siquiera mete la primera marcha.
— ¿A qué esperas? – le pregunto con impertinencia.
— Toma. – dice extendiéndome la lista.
— ¿Para qué quiero esta basura? – digo cruzándome de brazos.
— Prometo no tirarme a ninguna tía. – dice John mirándome directamente a los ojos.
ESTÁS LEYENDO
John Howell
Novela JuvenilEn Monte Azul, se encuentran las familias más prestigiosas del país, entre ellas, la familia Bennett. Lena Bennett, la hija de la familia, jamás ha tenido algún tipo de contacto con la clase baja y por ello, no está acostumbrada al comportamiento de...