Capítulo 5 - Iba a acabar con ese cobarde

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El doctor entra a la consulta. Tose, ambos sabemos que he fumado pero también, que no será capaz de mencionarlo.

- Howell, quería hablar contigo a solas. Asiento dándole paso a entablar una conversación.

- Sé que no hay ninguna prueba sobre el consumo de drogas en usted. – continua el doctor.

Frunzo el ceño. Esta etiquetándome por mi apariencia, y aunque sé que no se equivoca, no pienso tolerárselo.

- No se ofenda señor Howell, quería hablar con usted para preguntarle sobre si vive en un ambiente como éste, o si ha consumido usted...

- No creo que usted pueda meterse en estos asuntos. – le interrumpo apretando mis nudillos.

- Relájese, solo quería informarle de la existencia de centros de...

- ¿Acaso usted quiere recomendarme el centro de desintoxicación? – pregunto ofendido.

El doctor se da cuenta.

- John, solo quería decirte que en este centro, nos ofrecemos para ayudar y mejorar la vida de nuestros pacientes. Que tengas un buen día. – dice mirándome con lastima. Puedo verlo, en sus ojos. Se compadece de mí, pero por extraño que parezca, no reacciono, esta vez no.

Cerca de la hora de comer, la enfermera pica en mi puerta.

- Adelante.

- Señor Howell...

- Cristina, llámame John. – le interrumpo.

Cristina me mira desconcertada. Creo que aún no ha podido sacarse de la cabeza la escena que vivió sobre el tabaco. Y aunque es un hospital de formalismos, decide tutearme, posiblemente para no desacatar mis órdenes y crear un nuevo episodio.

- John, ha llegado una visita para ti.

De nuevo, algo no me cuadra, pero aun y así decido averiguarlo.

- Dile que entre. – digo con un tono frio.

Cristina asiente y se dirige hacia la puerta de la habitación, la abre y entonces me sorprendo ante su visita.

- Vaya, por fin nos vemos. – digo con una sonrisa ladeada y manteniendo la mirada en él.

Cristina se retira dejándonos intimidad.

- Cuando me enteré de que estabas aquí, no pude creerlo. Uno de los Blacks en un hospital, que gran oportunidad. – dice acercándose lentamente a la cama.

- ¿Sabes Cedric? Aunque estuviera enterrado quince metros bajo tierra, acabaría contigo.

- Aquí me tienes John. – susurra este provocando en mí la ira.

Pero me contengo. Al menos, intento reservarla para cuando salga del hospital.

- Es fácil tu postura. Yo en tu lugar, también actuaría así, si se tratase de un grupo como nosotros.

Cedric no entiende el mensaje que le quiero transmitir.

- Todo el mundo sabe la clase de persona que eres, de las cobardes. – rio.

- ¿¡Cobardes?! – eleva su tono de voz enfurecido.

- Solo una persona así, decidiría actuar ahora.

- John, prefiero llamarlos inteligentes. – dice Cedric apoyándose en la barra de aluminio de los pies de la cama, que también, rodea ésta para evitar caídas y favorecer el desplazamiento.

- Adelante Cedric, serás hombre muerto tarde o temprano.

- ¡Hola! – gritan desde el otro lado de la puerta, mientras ésta se abre lentamente, mostrando primero un pie y después, la espalda del hombre que trae la comida. Cierra la puerta, de nuevo con su pie y se gira mirando la escena.

- Puede dejarlo ahí. – le digo al hombre señalando la mesilla de enfrente.

- No pueden haber visitas en el momento de la comida. Le ruego que se retire. – le dice a Cedric.

Entonces, sonrío y lo admito, maliciosamente. Iba a acabar con ese cobarde, romperle todos los dientes y también, el tabique de la nariz. Cedric sale de la habitación y tras de él, el hombre que había traído la bandeja con la comida.

Cojo el móvil, reviso las últimas llamadas y mensajes, y tras asegurarme de que no ha ocurrido nada grave, decido llamar a Seth.

- Si uno de los Blacks muere.

- El otro vengará su muerte. – contesto.

- Soy Seth, ¿buscas coca?

- Tío, ¿qué clase de presentación es esa? – le regaño.

- Ey John, ¿cómo te va?

- Ya puedes cambiar esa frase de inicio, nos estas exponiendo a todos. – retomo el tema.

- Que sí. – dice en un tono seco.

- ¿Qué pasa Seth? Algo va mal.

- Tío... le debo pasta al Lupas. – dice este cabizbajo y nervioso.

- ¿Cuánto?

- John, no quiero tu dinero.

- Vamos Seth, no es la primera vez.

- Precisamente por eso, quiero arreglármelas yo solo.

- Seth, dime cuánto. – le ordeno.

Escucho como resopla al otro lado de la línea.

- Mil quinientos – dice con la boca pequeña.

- Tío Seth, ¿Qué coño has comprado? – digo indignado ante la cantidad.

- Anfetas... - confiesa.

- ¿Metanfetamina?

- Sí tío.

- ¿Estas enganchado a eso otra vez? – pregunto, esta vez, furioso.

- No, no, es solamente para el tráfico John.

- ¿Cuándo aprenderás Seth? – resoplo. – 4875, es el pin de la caja fuerte de mi habitación. Pilla la pasta que necesites de ahí.

- Gracias John. – lo agradece de corazón, se le nota. – Por cierto, ¿Qué querías?

- Tendrás que pillar más pasta, porque necesito un recado.

- Lo que me digas hermano.

- Necesito una desert eagle y una uzi, las dos con silenciador. Ah, y por supuesto, munición de ambas.

- Vale, te llamaré cuando lo tenga todo.

Cuelgo. Si algo bueno tenía Seth, a pesar de cagarla siempre con sus chanchullos, es que jamás preguntaba y compraba exactamente todo lo que le pedía.

****

La desert eagle y la uzi, son dos tipos de armas. Si no sabéis cuales son y os interesa, puedo subir una foto de ambas para mostrároslo.
Pero bueno, lo más importante que tenéis que saber es que la desert eagle es una pistola semiautomática de grueso calibre, que alcanza una distancia de unos 50 metros y dispara unos 60 disparos por minuto y la uzi es un subfusil que alcanza los 200 metros aproximadamente y tiene una cadena de tiro de unos 600 disparos por minuto. En cuanto a tamaño, la desert eagle es mucho más pequeña.

Espero que os guste y que hayáis tenido un buen fin de semana:)

John HowellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora