La iglesia y el nazimo (Parte 2)

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La Iglesia actuaba en el mundo no de acuerdo a un código moral, sino de acuerdo a un interés por el poder.

La "autoridad" [la Iglesia católica] que reclama ser la autoridad moral del mundo fue prácticamente la única que no profirió una sola palabra en defensa de los perseguidos, o de reproche a los Nazis. Sería bueno recordar que esta fue la misma "autoridad" que le pidió al pueblo español a que desobedeciera a su gobierno [durante la Segunda República], y que inicio una revuelta armada en México llamando a una santa cruzada contra el comunismo. (1)

El partido católico finalmente cedió a las presiones y órdenes del Vaticano para que no fuera un obstáculo al partido nazi, y el 5 de julio de 1933 se llevaba a cabo su disolución. Eugenio Pacelli, que sería el futuro Papa Pio XII y que había sido nuncio apostólico en Alemania, en Baviera, y ahora era Secretario de Estado del Vaticano, decía para calmar los ánimos de los católicos:

A causa de la exclusión de los católicos como un partido político de la vida pública de Alemania, cuánto más necesario es que los católicos, privados de representación política, encuentren en los pactos diplomáticos entre la Santa Sede y el Gobierno Nacional Socialista las garantías que puedan asegurar para ellos, por lo menos, el mantenimiento de su posición en la vida de la nación. Esta necesidad es sentida por la Santa Sede, no solo como un deber hacia sí misma, sino también como una responsabilidad solemne ante los católicos alemanes, para que estos no puedan desaprobar al Vaticano por haberlos abandonado en un momento de crisis. (1)

La postura de la jerarquía católica en Alemania era clara, se abría una nueva era que apoyaron con entusiasmo y gran expectación. El cardenal Faulhaber lo expresaba de este modo:

En la época liberal se proclamó que el individuo tenía el derecho a vivir su propia vida como él escogiera; hoy los dueños del poder [Hitler] invitan a los individuos a subordinarse a los intereses generales. Nos declaramos partidarios de la doctrina y nos regocijamos en el cambio de mentalidad.

El Arzobispo Bamberg también mostraba su firme apoyo de forma pública ante la prensa:

...para que todos "apoyen los esfuerzos del Gobierno Nacional enérgica y sinceramente para realizar la reconstrucción de Alemania y renovar su vida económica y espiritual". (1)

La Iglesia católica con este apoyo al nazismo obtenía privilegios y poderes que antes no había tenido, como imponer decretos en estados alemanes que antes se habían negado a recibir órdenes o a realizar acuerdos con el Vaticano. La Iglesia había luchado durante siglos para imponer sus decisiones a la Alemania luterana, ahora, con los nazis, conseguía de forma fácil lo que antes no pudo con todo tipo de estrategias políticas y militares. No hay que olvidar que en aquella Alemania solo un tercio eran católicos. A cambio de estos privilegios y de otros, como el deseado control sobre la educación, los obispos católicos prestaban juramento de lealtad al Reich nazi.

El Vaticano había alcanzado ahora los principales objetivos de la Iglesia católica en Alemania: la desaparición de una República, la destrucción de una democracia, la creación del absolutismo, una asociación íntima de Iglesia y Estado, en un país donde más de la mitad de la población era protestante.(1)

La cabeza de la Iglesia en Alemania, el cardenal Bertram, hablaba de la asociación entre el Estado y la Iglesia, sus metas comunes de promover la educación cristiana y llevar a cabo una guerra contra el ateísmo y la inmoralidad. Poniendo en evidencia el mito extendido en nuestros días de que el nazismo es debido supuestamente a los males del ateísmo, bien al contrario.

"El Episcopado de todas las Diócesis alemanas, como es mostrado por sus declaraciones al público, tan gustoso para expresar en cuanto se hiciera posible después del reciente cambio en la situación política a través de las declaraciones de Vuestra Excelencia su sincera disposición para cooperar con su mayor habilidad con el nuevo Gobierno, el cual había proclamado como su meta promover la educación cristiana, emprender una guerra contra el ateísmo y la inmoralidad, fortalecer el espíritu de sacrificio para el bien común y proteger los derechos de la Iglesia. (De una carta de Su Eminencia el cardenal Bertram al Canciller Herr Hitler después de la conclusión del Concordato entre el Vaticano y el Gobierno alemán. Vea Universe, del 18 de agosto de 1933). (1)

Cuando existieron protestas y choques de los civiles alemanes con los nazis, como los ocurridos con los líderes católicos Schleicher y Strasser, que fueron asesinados, el Vaticano siguió la misma actuación que en la Italia fascista, el silencio.

El Vaticano solo protestó contra el nazismo cuando chocaron sus intereses, algo lógico, ya que ambos eran sistemas totalitarios que querían imponer su voluntad, pero a pesar de eso siguió colaborando y apoyándolo. La jerarquía católica tenía en mente no solo los derechos y privilegios en Alemania, sino la conquista de la Unión Soviética, para destruir al gobierno comunista y especialmente también para dominar y someter a la Iglesia ortodoxa, un enemigo milenario. Para ello necesitaba a los los nazis. Y así ejerció su influencia en los millones de católicos extendidos por toda Europa, y cuanto mayor influencia tenía mayores y más terribles fueron las consecuencias. Ver el caso de Polonia: La invasión de Polonia por la Alemania nazi: un ejemplo de guerra humanitaria.

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