Biogénesis (Parte 2)

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Existen otras teorías que tratan de explicar con ciertas bases científicas el origen de la vida en nuestro planeta. Una de ellas es la panspermia, propuesta en 1908 por Arrhenius, y que afirma que ciertos gérmenes vivientes llegaron adheridos a algunos meteoritos, a los que se les da el nombre de cosmozoarios. Éstos, al encontrar las condiciones adecuadas en los mares terrestres, evolucionaron hasta alcanzar el grado de desarrollo que presentan los organismos en la actualidad.

Muchos Creyentes que creen en la literalidad bíblica (si, es increíble, aun hay gente que piensa que literalmente venimos de Adán y Eva) argumentan lo siguiente: “La vida no se pudo originar por azar”, y eso es cierto. La vida no se origino por azar, sino por un complejo mecanismo bioquímico que sumado con millones de años de presión lo hicieron posible. La vida no surgió por azar.

Otro factor que suelen argüir algunos creyentes sobre el origen bioquímico de la vida y el azar es el “argumento de 747” dice más o menos así: “EL creer que la vida se originó porque un conjunto de elementos químicos se unieron al azar equivale a colocar todas las piezas de un avión 747 en una caja, agitarla y que por resultado se obtenga el avión armado y funcional”, por supuesto, esta afirmación es falaz y tendenciosa ya que no considera muchos factores, siendo el principal la llamada “Memoria Biológica” o “Selección Acumulativa” (término de origen Darwiniano), la cual nos dice que en biología, las moléculas o los mecanismos que son compatibles y tienden a ser funcionales guardan esta unión como una memoria. La asociación entre estos factores es permanente. Esto disminuye dramáticamente el tiempo de combinación y si bien puede que la conexión inicial sea al azar, el resultado final será efectivo y en un tiempo relativamente corto. Me explico mejor con el ejemplo del avión: una vez que todas las piezas estén en la caja y al agitarla, si dos piezas que son compatibles se encuentran, estas combinación ya no se romperá, sino que esperará a otras piezas que hagan lo mismo y así ir creando un sistema funcional. No es nada complicado y es en esencia lo que hacían los primitivos coacervados de Oparin en su ya celebre experimento.

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