Capítulo IX

7 1 2
                                    

Andrea entró en el camarote sin llamar, lo que al parecer se volvería una costumbre y ella hundió el rostro en la almohada al verlo pero él fue hasta la cama y se paró enfrente de la joven.

-Bien, señorita, la estamos esperando para desayunar, en condiciones normales, yo no la esperaría pero la tripulación se empeñó—dijo Andrea, era una mentira realmente pero ella no lo sabía.—Así que salga de la cama, no puede ser posible que siga durmiendo.
-No quiero—respondió escuetamente.
-No se lo estoy pidiendo—aseveró él.
-¡Genial!—gritó ella.—Váyase y déjeme en paz.

Andrea se rascó la cabeza y abrió la puerta del camarote por lo cual ella llegó a pensar que ya se iba pero lo que hizo, lo que si hizo fue atorar la puerta con algo. Volvió hasta ella y le arrancó las sábanas hasta descubrirla completamente.

-¿¡Qué hace!?—preguntó Gianna totalmente indignada.
-Usted, señorita Zanetti, va a salir de la cama ahora mismo o la sacaré yo sin importar lo que me cueste porque no estoy de humor para sus malditas niñerías. Si quiere dormir hasta que le plazca debió haberse quedado en casa con papito, mamita y el montón de gente a su servicio que seguramente tenía—amenazó Andrea.
-No saldré, señor Mielle—dijo volviéndose a cubrir

El capitán daba vueltas por el camarote pensando qué hacer. La destapó por segunda ocasión y la cargó con un movimiento ágil y seguro que no permitió que la Zanetti reaccionara.

-¡Bájeme!—gritó ella.— ¿A dónde me lleva?—preguntó intentando soltarse con golpes en su espalda.
-Ya verá lo que hago yo con los haraganes, señorita—respondió él.

Avanzó con grandes zancadas y para cuando Gianna se dio cuenta de lo que iba a hacer, forcejeó más pero Andrea era mucho más fuerte que ella y no había poder humano que consiguiera que él la soltara.

-Cálmese, señorita o la dejaré caer—dijo parándose en la orilla de la borda.
-¡Atrévase!—gritó con altanería creyendo que no lo haría.

Andrea la miró, sonrió y luego dijo:

-¿Cree que no lo haré?
-No sé nadar—mintió como último recurso.

La tripulación, atraída por los gritos de ambos, había salido del comedor y veían con interés la escena. Andrea no creía que ella no supiera nadar.

-Lo siento pero me obligaste—dijo Andrea y la soltó sin ningún cargo de conciencia.

Cuando Gianna golpeó el agua estaba tan fría que sintió que el alma la abandonaba. Andrea pagaría por esa osadía y lo pagaría muy caro, eso era lo único en que ella podía pensar en ese momento tan extraño. Cuando miró por última vez hacia arriba, el capitán observaba atento su caída y estaba segura de que él estaba disfrutándolo pero si algo caracterizaba a los Zanetti era que pensaban rápido. Tomó aire y Comenzó a agitar los brazos tal como lo hace una persona cuando se está ahogando. Arriba, todos corrían a ver qué sucedía, Jim sonreía y los demás se preocupaban. Damián, de mala gana y azuzado por Nasheli iba a tirarse pero Andrea se lo impidió; lo sopesó unos instantes, aún seguía sin creer que ella no supiera nadar pero en aquellos momentos ya no podía simplemente esperar porque habían pasado varios minutos o al menos eso parecía. Finalmente el capitán se decidió.

-Iré yo, me lo merezco—reconoció Andrea.

Se aventó cayendo a unos cuantos metros de la joven que seguía intentando quedarse a flote pero Gianna se hundía y él aún no la alcanzaba, temió por su vida durante un instante y especialmente porque sería su culpa. Al fin consiguió sujetarla y nadó pegado a ella tomándola con fuerza hasta que tras unos metros de arrastrarla con él, finalmente llegaron al muelle. Andrea estaba preocupado porque Gianna estaba inconsciente y él seguía sin poder creer que la nieta de Danielle Zanetti no supiera nadar. Trató de reanimarla en varias ocasiones pero fue imposible, quizás era que no sabía cómo hacerlo. Tras unos segundos de zozobra, descubrió que la muchacha respiraba.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora