Capítulo XXVIII

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La tormenta con sus escandalosos truenos la despertó cuando el alba estaba cercana y ella se encontraba sumergida en los brazos de Andrea que dormía profundamente. Como pudo lo despertó, estaba un poco nerviosa y a simple vista se podía juzgar eso.

—¡Andrea!—dijo moviéndolo.—Es tarde ya...
—¿Tarde? ¿Para qué?—
preguntó abrazándola más fuerte.
—Los deberes del barco...—dijo ella sin poder dejar la cama.
—A ver, señorita Zanetti: No podemos ir más rápido, ni cambiar el curso por este estúpido clima y aún si pudiéramos no logro entender su prisa por ver a Valirio. Aunque ya me ha dicho que no es de mi incumbencia, persevero, quizás le gane por cansancio y termine diciéndome la razón para ver a mi amigo, ¿qué es eso tan urgente para lo que quieres ver al capitán francés?—preguntó él.
—Bueno—accedió.—Te lo diré, Valirio dijo que...

Entonces se dio cuenta que no sabía lo que Valirio había dicho porque jamás había mirado en aquel papel que él le había dejado. Gianna se puso de pie tirando de la sábana que cubría la desnudez de ambos para que cubriera la de ella mientras iba por la pequeña carta de Valirio; Andrea se quejó al quedarse desnudo pero Gianna volvió pronto tras buscar entre sus pertenencias. El capitán aprovechó el descuido para arrebatar la carta de las manos de Gianna.

—¿Qué tenemos aquí, señorita Zanetti?—preguntó él de forma burlona y desenvolviendo la nota.
—Dámelo, Andrea—exigió sin obtener resultados positivos.
—"Querida Gianna"—dijo él empezando a leer.—"Mi casa en Puerto Montt—Saint—Michelle le espera, por supuesto que yo también y con los brazos abiertos. No necesita hacer mucho para encontrarme, una vez que atraquen vaya directa al Destiny que estará anclado en el puerto para entonces y uno de mis hombres la llevará hasta mí. Espero que sea pronto".

Gianna escuchaba atenta, aunque se sentía bastante molesta de que Andrea se tomara esas atribuciones y leyera algo privado. Deseaba que su abuelo nunca le hubiera enseñado a leer y escribir a ese bribón pelilargo.

—Prosigo: "Le dije que le había prometido algo a su abuelo y que lo compartiría con usted en este papel. Pues bien, le prometí que el día que me cruzara en su camino la cuidaría como si fuera mi propia sangre. Su abuelo salvó a mi padre, ya se lo contaré con mas detalle cuando venga a Francia pero volviendo a lo de mi promesa, he de decirle que no sólo deseo cuidarla por cumplir esta promesa ante Zanetti, sino por que..."a Andrea le tembló la voz, la miró a los ojos, carraspeó y siguió leyendo.—"...por que me he quedado prendado de su mirada y deseo estar cerca de usted para mostrarle una cara diferente de lo que soy. Con esto espero no asustarla, aunque sé que no es ese tipo de mujer. Sin querer ofenderla, Gianna, ojalá acepte mi invitación. Sinceramente suyo. Jean Valirio."

Una vez más la heredera se quedó en silencio esperando la reacción del propio Andrea porque ya sabía que iba a haber alguna; ya luego tendría ella su propia reacción a solas y sin que él pudiera juzgarla.

—¡Vaya, vaya, vaya, vaya! ¡El capitán Valirio se enamoró de la señorita Zanetti! ¡Eso si que es noticia!—gritaba Andrea intentando aparentar que no le importaba.
—¡Basta Andrea!—se enfadó ella.—Ojalá Danielle nunca te hubiera enseñado a leer y escribir.
—Seguro que tú lo provocaste, Valirio no es de los que se deslumbran por cualquier mujer—
dijo él tratando de ofender.
—No soy cualquier mujer. Y no tienes derecho a...
—No, ya sé que no—
dijo él.— ¿Y ahora qué, vas a correr a sus brazos? ¿A revolcarte con él?—preguntó.

Gianna le dio una bofetada con fuerza, él estaba furioso y sorprendido pues no se lo esperaba pero si pudo reaccionar enseguida apresándola hasta ponerse encima de ella tras sujetar sus dos manos por encima de la cabeza de ella.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora