Capítulo XXI

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Faltaba muy poco para llegar a buen puerto y parecía que toda que toda la tripulación estaba más que ansiosa de que ello sucediera. Aquella noche casi nadie durmió en Morrigan, si acaso Amaraí y Damián porque siempre parecía que estaban por encima de los nervios y las ansiedades. Los demás se ocupaban en alguna tontería para que el tiempo —que parecía detenido— pasara más rápido aunque era tarea inútil realmente. Gianna estaba en su camarote pero de repente sintió la imperiosa necesidad de salir a tomar un poco de aire; a pesar de la fresca brisa que corría, sentía pesadez en el ambiente, la cabeza parecía pesarle y el cuerpo no le respondía como ella estaba acostumbrada. Se giró sobre sus talones y descubrió a Alessandro y a Andrea charlando animosamente, como sabía que no la habían visto se acercó con cuidado un poco más y allí pudo escucharlos tan claramente que le sorprendía que no escucharan su propia respiración que le parecía demasiado ruidosa.

— No sé, si tú crees que es la mujer de tu vida...— decía Andrea y se detenía a fumar su pipa.
— Claro que lo es. Tiene ese encanto de independencia femenina que tanto nos gusta a ti y a mí— respondió Alessandro.
—"Independencia femenina" — masculló el otro. — Eso sólo trae problemas por donde sea que lo mires y lo sabes perfectamente, amigo mío.
—Eso sólo lo dices porque Gianna es terca, obstinada y testaruda, tanto como tú querido amigo—respondió Alessandro.— Pero la verdad es que no logro entenderlo, se complementan y no hacen más que estar peleando como dos estúpidos porque eso es lo que parecen a mis ojos y a los ojos de otras personas también.
—Es ella la que así lo quiere, no puedo obligarla a nada...—
dijo Andrea tajante.
—Digamos que es así, tal como tú dices — dijo Alessandro. — Pero tengo que hacer una pregunta Andrea, ¿Por qué discutieron la última vez? ¿Lo recuerdas?

El capitán se quedó mudo un momento que a la pequeña espía le pareció eterno, ni siquiera ella estaba segura de por qué habían discutido pero había tenido la necesidad de alejarse de él y evitar seguir sintiendo lo que sentía. En ese momento reconoció que eso era más que complicado.

—A decir verdad... No lo recuerdo— contestó él por fin apesadumbrado.

Alessandro iba a decir algo pero el capitán no se lo permitió porque siguió hablando.

—Pero tampoco me importa, pasemos a lo tuyo — dijo.
—Está bien— dijo de mala gana Alessandro. — Me casaré con Jamie.

Andrea abrió los ojos con sorpresa, la verdad es que aquello no se lo esperaba aunque ya sabía que esos dos estaban juntos. Alessandro era para él casi como un hermano y creía que al casarse dejarían de estar tan unidos. Iba a tratar de convencerlo de no cometer tal locura echándose la soga al cuello pero astutamente, Gianna salió de su escondite para interrumpir pues presentía lo que el capitán haría, empezaba a conocerlo demasiado bien y él debía estar al tanto de eso porque era peligroso.

—Buenos días— dijo sin más.

Alessandro sonrió con nerviosismo y Andrea hizo una mueca de fastidio pero lo que Alessandro hizo a continuación la dejó muy mal parada y en una situación que en ese momento ella no quería.

—Bien, los dejaré a solas. Tengo muchas cosas que hacer— dijo el joven sonriendo con cierta malicia. — Disfruten de la compañía.

Andrea, para no variar, estaba que echaba fuego por los ojos y Gianna miraba con cierto reproche a Alessandro, casi le suplicaba que se quedara con sólo la mirada pero el joven salió tan aprisa que no hubo tiempo de nada; no apartó la vista de él hasta que se perdió rumbo a la cocina donde se reuniría con los demás. Todos estaban muy excitados por que apenas amanecer estarían en el muelle, ya necesitaban estar en tierra. El joven pirata sonreía y saludaba a todos, tomó a Jamie de la mano y por la puerta trasera de la cocina se robó a la muchacha que quería como esposa. Ella sonreía alegremente, por su mente no pasaba la idea de lo que iba a ocurrir apenas unos segundos después. Los ojos de Alessandro Paolli brillaban con malicia, con amor, con aventura, con pasión, con alegría, con un mundo de sensaciones que Jamie empezaba a descubrir gracias a él y no era lo único que iba a descubrir.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora