Amaraí y el capitán discutían acaloradamente al anochecer en la sala del timón. Afuera, se anunciaba mal tiempo nuevamente, después de una semana que el clima había sido benigno con ellos, la nueva estación amenazaba con llegar y quedarse a pesar de que algunas estrellas aún se podían apreciar en el cielo, unas nubes se acercaban rápidamente por la proa, esto no molestaba a Andrea porque él podía llevar un barco en peores condiciones climáticas y, sin perder a ninguno de sus hombres, al menos no por el mal tiempo pero no quería pensar en peores recuerdos.
—¡Es que no me habla, Amaraí! ¡Apenas abre los ojos unos momentos y se vuelve a dormir casi de inmediato! ¡Lleva una semana así!—gritaba Andrea furioso y desafiante.
—¿Y para qué quieres que te hable? Además, fuiste tú quien pidió que le diera algo..., dárselo o no, era tu responsabilidad, Andrea—dijo ella burlonamente.
—¿Responsabilidad? ¿¡Responsabilidad!?—preguntó él airadamente.— ¡No me vengas con esas cosas! ¡Fuiste tú quien me dijo cómo debía administrarle tal menjurje! ¡Maldición!
—¿Qué te pasa, Andrea? ¿Demon te pone nervioso o es que te has enamorado de ella?—preguntó Amaraí.El capitán estaba tan enojado que si hubiera sido un dragón, habría escupido fuego sobre la menuda mujer y si ella no hubiera sido una mujer, él le habría dejado el puño marcado en el rostro pero por suerte para la herbolaria, él se contenía estoicamente.
—¡Vete, déjame solo!—le exigió.
—Como usted desee, capitán Mielle—dijo ella y salió con una sonrisa de satisfacción.
Jim ajeno a todo aquello, entró en ese momento.— ¿Qué significa todo ese griterío?—se quejó el viejo.
De inmediato Andrea lo puso al tanto del problema.
—Es simple, capitán:—dijo Jim—No le des más de ese remedio a Gianna.
—Sí, sé que es simple—dijo Andrea.—Es sólo que me pone de muy mal humor que Amaraí sea buena con sus yerbas y que se lo niegue a Gianna.
—Quizá a Amaraí no le guste que sus cosas le provoquen un beneficio a la señorita Zanetti... No recuerdo que aquello que la otra vez le dio la herbolaria le hiciera bien.
—¡Tienes razón o puede que la tengas!—dijo Andrea de pronto.—Iré a ver a Gianna.Aunque frente a Andrea, Amaraí había permanecido imperturbable, la realidad era que estaba rabiosa. Se estaba cansando de aquel jueguito del capitán, de fingir en un principio que no le conocía y luego de tratarla como a cualquier subordinado pero lo que la tenía peor, era haber perdido a Alessandro.
—Pero no me he rendido—dijo Amaraí en voz alta.
—¿De qué hablas?—preguntó Alexia entrando en ese justo momento.Amaraí iba a echarla pero tuvo una mejor idea: desde ese momento la nueva sería su aliada a bordo. Le inventó cosas sobre Gianna para tenerla de su lado, le dijo que la heredera no se acercaba a los marinos por considerarlos menos que ella, que se hacía preparar comidas especiales, distintas a las de ellos y que con brujería había intentado engatusar al capitán.
—¿De verdad es así? Casi parece una bruja resentida—dijo Alexia.
—Créeme ¿O le has visto desde que estás con nosotros? ¿Alguna vez cruzaste palabra con ella después de entregarle la carta del capitán Demon?—preguntó Amaraí inquisidoramente.
—No, la verdad que no—contestó la chica preocupada un poco.
—Tú mantente conmigo y verás que todo te saldrá bien, el capitán es muy buen amigo mío—dijo la herbolaria.Alexia se sentía a gusto con su nueva amiga y creía en ella incondicionalmente, eso la hizo sentirse cómoda para hacer algunas preguntas.
—Dime Amaraí, ¿qué hay de Alessandro?—preguntó Alexia.
—¿Alessandro? Vaya—echó a reír la herbolaria.—Te interesa ¿eh?
ESTÁS LEYENDO
Las joyas del abuelo
RomanceGianna emprende un viaje en barco tras el último día de 1699 sólo para encontrar los tesoros más preciados de su abuela. Una compañía pirata que le cambiará la vida para siempre.