Capítulo XXXVI

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Cuando la pareja por fin llegó a casa de Valirio, Nicolás y ella, vieron muchos rostros sorprendidos y algunos molestos por la demora; el primero en quedarse con la boca abierta fue Andrea, luego la querida amiga de Gianna. El padre de Valirio los saludó cortésmente y Valirio alegremente a pesar de que lo habían hecho esperar, no sabía que estaban juntos pero le dio gusto saber que ella había estado con el vampiro. Le dedicó una sonrisa franca a Gianna y hizo servir la cena pues sólo los esperaban a ellos y estaban hambrientos. Gracias a aquella tardanza, la pareja tuvo que compartir lugares contiguos pero no les importaba porque seguían sonriendo por tonterías y cuchicheaban cosas entre sí como dos adolescentes. A pesar de ello, Alessandro no dejaba de lanzar tremendas miradas de furia a Nicolás por atreverse a conversar con su esposa mientras paseaban.

—Ese es el esposo de Jamie—dijo Gianna en el oído a Nicolás.
—Lo presentí apenas me senté—bromeó.

Ambos se echaron a reír de nuevo y Andrea los miró mucho más que enfadado.

—Tienes una huésped genial—dijo Nicolás a Valirio con una sonrisa.—Además de hermosa, es inteligente y divertida.
—Aja, veo que tuvieron tiempo de conocerse—
dijo Valirio.
—Gianna es fantástica, hace tiempo que no me la pasaba tan bien, se puede hablar con ella de cualquier cosa—dijo Nicolás emocionado.— ¿Son así todas las mujeres del nuevo mundo?

Cuando Nicolás preguntó esto, ya no miraba a Gianna sino a Jamie.

—¿No nos presentas a tu nuevo amigo?—preguntó Amaraí con un tono irónico.
—Con gusto—dijo la Zanetti aún sabiendo que ella no tenía ninguna buena intención con esa pregunta.—Nicolás, ella es Amaraí Ferro, mi empleada. Amaraí, para ti él es el señor Moreau. Ellos son Alessandro el del rostro adusto y mi capitán, el famoso Andrea Mielle. A Jamie ya la conoces, a Valirio padre le conoces desde que eras un niño y por supuesto, no podía faltar nuestro querido Valirio. La persona por la que, bendito sea Dios, nos conocimos—dijo con seriedad aunque no hacían falta las últimas presentaciones.

Andrea se puso de pie y fue hasta ella con decisión.

—Ven conmigo, Gianna... Has bebido, no es prudente que continúes aquí—dijo su capitán enojado.
—Si bebí o no, es cosa mía y no te permito...
—No es tu problema, querido, déjala—
interfirió Amaraí.
—¡Dios! ¡Qué fastidio son ambos! Déjenme cenar. Andrea, no voy a ir contigo a ningún lado, muero de hambre y voy a comer—dijo quitando la mano de él de su hombro con desprecio.
—Gianna tiene razón—dijo Nicolás furioso por aquella situación.—Ni que ustedes dos fueran sus padres.

Gianna se atragantó con el nudo que se hizo en su garganta, estaba pálida y sentía de pronto el mareo del vino que había bebido con el vampiro.

—Disculpen—dijo Gianna poniéndose de pie.—De pronto no me siento bien.

Se fue tan rápido que nadie tuvo tiempo de reaccionar para pedirle que se quedara y conociéndola no habría sido la mejor idea.

—¿Qué hice?—preguntó Nicolás confundido.—O mejor dicho, ¿qué dije?
—Una idiotez—
dijo Andrea enojado pero al mismo tiempo aliviado.
—Tú has hecho más que eso, Andrea y nadie te lo echa en cara—dijo Valirio un poco para defender a su amigo y un poco para calmar al capitán.
—Y tú estás a punto de cometerla si te enredas con ella—dijo Andrea a Valirio.
—Han arruinado totalmente la cena—dijo Jamie poniéndose de pie.—Buenas noches, señores.
—Coincido con ésta mujer por una vez en la vida, iré a dormir—
se despidió Amaraí.

El padre de Valirio decidió que era hora de ir a descansar también porque además no se enteraba de mucho de lo que pasaba con esa gente joven y loca como él siempre decía, a pesar de que le agradaban los amigos de su hijo, lo cierto era que cada vez entendía menos.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora