Valirio asumió que estarían cansadas por lo cual había mandado a Fred, su mayordomo, a prepararles un baño tibio; mientras tanto fueron conducidas a sus habitaciones escaleras arriba y cada una se quedó sola en la suya como correspondía. Llamaron unos segundos después a la puerta de Gianna mientras dejaba sus cosas sobre la cama, se levantó para abrir y encontrarse conque era su amiga.
—¡Por Dios, son enormes y hermosas estas alcobas! Mi casa en Arallanes no es ni la mitad de grande de lo que es una de ellas—gritó Jamie emocionada, refiriéndose a las habitaciones.
—Lo son—dijo y sonrió sin muchas ganas en realidad.
—¿Qué te sucede, Gianna?—preguntó la muchacha al verla así.Un nudo se hizo de inmediato en su garganta sin que pudiera remediarlo por mucho que lo deseaba.
—No es nada, es sólo que de pronto recuerdo todo lo que hemos pasado para llegar hasta aquí—dijo.—Esta casa me recuerda mucho a la casa de mis padres..., no puedo evitar pensar en ello y...
Pero de nuevo llamaron a la puerta interrumpiéndolas justo cuando Gianna iba a contestar, ésta vez era una sirvienta de avanzada edad que con amabilidad inmediato les informó que estaba para servirles en lo que se les ofreciera y que su nombre era Amanda. Después de las presentaciones y mientras las llevaba al baño, añadió:
—El señor me ha dicho que tenga usted la bondad de acompañarlo en la biblioteca después del baño...
—Lo haré—dijo Gianna.—Pero necesitaré un poco de orientación o me perderé en esta hermosa casa.
—No se preocupe, madame, yo misma la llevaré hasta allí y la dejaré sana y salva—dijo Amanda con una amable sonrisa.Después de caminar un largo trecho de pasillos alfombrados y paredes con hermosas pinturas, llegaron al baño que también era enorme pero más que acogedor al mismo tiempo. Ambas se quedaron boquiabiertas, una por la elegancia y la otra porque aunque estaba medianamente acostumbrada, hacía tanto tiempo que no tomaba un baño y no se había dado cuenta de lo mucho que lo necesitaba. Había cientos de velas dispuestas por todo el suelo formando un camino, bueno en realidad dos que llevaban a cada una de las tinas dispuestas para ambas mujeres; éstas despedían vapor con olor a rosas que invitaban a relajarse por horas en ellas, Gianna se acercó y vio que el agua estaba cubierta con pétalos de rosas color rojo y no sólo una sino las dos tinas. Amanda iba a ayudarlas a quitarse la ropa pero Jamie no sabía de esas cosas y Gianna no lo permitía ni en su casa; su abuelo siempre decía:
"¿Qué clase de mujer es aquella que humilla a otra haciéndola quitar su ropa para un simple baño?"
Obviamente su madre odiaba aquella filosofía porque una señorita de bien no debía comportarse de esa manera pero a ella le agradaba mucho más el modo de pensar de su abuelo y lo imitaba tanto como le era posible. Así que Amanda no tuvo más trabajo que hacer con las dos recién llegados del nuevo mundo y que le parecían bastante raras dicho fuera de paso.
—Está bien, madame—dijo la sirvienta con resignación.—Vendré dentro un rato... ¡Casi me olvido! El señor me dio esto para usted.
Extendió un papel hacia Gianna que la chica tomó aprisa pero que no quiso leer enseguida. Finalmente tras la partida de la sirvienta, ambas jóvenes se desnudaron y se metieron en el agua tibia que quitó mucho del cansancio del camino.
—Gianna, esto no me lo creo... Yo, una simple mortal recibiendo placeres de una reina—dijo su amiga.
—¡Hey! No eres una simple mortal, bueno si, pero yo también lo soy y recibo lo mismo que tú, querida amiga—dijo Gianna sonriendo.
—¡Oh no, no lo eres! Al menos, no para Valirio—replicó Jamie.—Pero abre ese papel de una buena vez que deseo enterarme qué dice.
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Las joyas del abuelo
RomansGianna emprende un viaje en barco tras el último día de 1699 sólo para encontrar los tesoros más preciados de su abuela. Una compañía pirata que le cambiará la vida para siempre.