El paseo del joven hombre no duró tanto, llegó enseguida a Morrigan, subió sin hacer ruido para no despertar a los demás y se dirigió al camarote que ahora le parecía algo tan familia, lo pensó un rato antes de llamar y por fin lo hizo. Gianna tardó un poco en escuchar sus toquidos y cuando lo hizo, abrió los ojos confundida sin saber bien qué sucedía; miró por el ojo de buey, vio que llovía pero sabía que debía ser temprano y pensó:
—Debe ser Jamie que decidió venir mucho antes.
De espaldas como estaba, con las sábanas hasta la cintura, gritó:
—¡Pasa! Debe hacer mucho frío afuera.
—Si hace—dijo él cerrando la puerta tras de sí y quedándose estático ante la imagen de aquella blanca espalda desnuda.
Cuando Gianna se dio cuenta que no era Jamie sino Nicolás, se dio vuelta de inmediato, estaba apenada y eso se notaba en sus mejillas que estaban por demás enrojecidas. A pesar del momento incómodo para ambos, Nicolás sonrió con ternura.
—¡Diablos, Gianna! No deberías dormir así, te resfriarás pero sobre todo no te apenes, ha sido mi culpa por entrar sin decir antes quién era... Aunque pensándolo mejor, tú debiste preguntar pero no importa porque me acabo de dar cuenta de algo más que importante que seguramente estarás ansiosa de saber...—dijo él.
—Deja de hablar un momento—pidió ella.—Hablas demasiado, date vuelta para que pueda vestirme.
—¿No prefieres que salga?—preguntó Moreau.
—No, sé que eres un caballero y no mirarás, mientras ve contándome qué es eso de lo que te acabas de dar cuenta—dijo.—Está bien—dijo él dándose la vuelta y permitiendo que empezara a buscar ropa en su armario para vestirse.—Cuando vi que te sonrojabas, me di cuenta de que a pesar de Andrea, aún conservas frescura y pudor en ti. Y con ello, entiendo que tus padres te educaron muy bien...
—Ya—dijo habiéndose puesto una bata y volviendo a la cama.La tenía intrigada la visita de Nicolás a esas horas y su palabrería sólo le dejaba ver que lo que él tenía para decirle era mucho más que el sonrojamiento y sus padres y Andrea.
—Nicolás—dijo invitándolo a sentarse a su lado en la cama.— ¿Por qué me despiertas tan temprano? No deben ser ni las siete.
Él la miró aún más nervioso que antes, pensativo, no quitaba su vista de ella.
—La verdad es que no lo sé, Gianna, sólo sé que la mañana me tomó con profundas ganas de verte—dijo Nicolás.—Sinceramente quería venir a verte desde anoche, esperaba verte en la cena y me decepcionó que no estuvieras allí...
—¿Hay algo que me quieras decir?—preguntó sin entender aún la actitud de su amigo.La miró de nuevo, acarició su barbilla y levantó una ceja con aire de importancia.
—¡Tonto! Me pones nerviosa—dijo ella sonriendo.
—Pensé que nada te ponía nerviosa—dijo sonriendo también.—De cualquier manera, qué bueno que me lo recuerdas, porque si tengo algo que decirte.
—Pues dímelo de una vez—pidió ella ansiosa.El francés estaba sonriendo, exultante, como si estuviera feliz por alguna causa que ella desconocía y en realidad era así.
—¡Quiero presentarte a mi hermana!—dijo excitado.
—¿Tu hermana?—preguntó extrañada porque hasta entonces no había escuchado nada sobre una hermana.
Él le contó todo acerca de la llegada la noche anterior de su hermana, de por qué había vivido hasta ahora con su tía Patrice hermana de su madre. Comprendió entonces cuán feliz estaba Nicolás de que Amy se hubiera librado de su tía, que no hacía más que exigir demasiado a la muchacha. También le habló de Alessandro y Jamie, de su reconciliación aunque no sabía ningún detalle y tampoco quería saberlos porque no había sido nunca un hombre de esos que se regodean en su dolor.
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Las joyas del abuelo
RomanceGianna emprende un viaje en barco tras el último día de 1699 sólo para encontrar los tesoros más preciados de su abuela. Una compañía pirata que le cambiará la vida para siempre.