Capítulo XLVI

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Salió de la cama, se vistió, sabía que la hora del almuerzo estaba por llegar y quería estar con la tripulación. No se preguntó dónde estaría Andrea pues ya se lo diría él cuando decidiera aparecer, se dirigió a su camarote para asearse, cambiarse y se fue a la biblioteca. En un principio la idea era a almorzar con los demás pero ya en la biblioteca cambiaron sus planes. Allí se encontró con la herbolaria y ésta no se movió ni un ápice de la silla de su abuelo cuando entró Gianna, por un momento pensó que era otro de sus malos sueños pero ella sonriendo dijo:

—No, no sueñas, Zanetti. Soy yo en persona.

Gianna se quedó un instante pensando en qué era lo que podía llevar a Amaraí a allí, sabía que si le preguntaba no le habría respondido con la verdad o aunque lo hiciera ella no habría creído en sus palabras porque no confiaba para nada en la herbolaria. Se acercó y pudo ver que el libro que tenía entre sus manos, era un álbum con dibujos de toda su familia, sin saber por qué aquello le causaba tanta repulsión, intentó que no se notara lo que estaba sintiendo.

—¿Te molesta mi presencia?—preguntó la intrusa.
—La verdad es que no—dijo tratando de hacer las paces.—Puedes quedarte el tiempo que gustes.

Ella miró al techo y resopló.

—Ha sido suficiente—dijo Amaraí.—Me iré pero antes quiero decirte dos cosas: Valirio y Moreau serán muy felices sin ti y la otra es que Andrea jamás será tuyo, al menos no cómo tú lo deseas.
—¿Qué sabes tú de mis deseos?—
preguntó consternada.
—Más de lo que crees—respondió la otra y se fue.

Estaba claro que Gianna estaba furiosa, quería ir tras ella y que le explicara toda su palabrería de una buena vez pero, por suerte, Jamie apareció de la nada.

—¿Qué haces aquí tan sola? ¡Ven, vamos a almorzar con los demás!—dijo ella.—Jim no cocina hoy pero mi Alessandro está preparando algo muy rico en la cocina.

De tal entusiasmo que Jamie tenía que la heredera no se pudo negar, la siguió hasta la cocina y allí estaba su Alessandro pero besándose de nuevo con Alexia. Plan  muy bien preparado por Amaraí apenas salió de la biblioteca y vio entrar a Jamie.

—¡Alessandro!—gritó mi amiga.

Alexia soltó al instante al joven hombre que parecía aún más sorprendido que las recién llegadas, Gianna creyó que Jay se les iría encima pero no fue así, su amiga era mil veces más ecuánime que ella.

—No lo puedo creer—dijo Jamie.—Esta vez se terminó...

Jamie salió de la cocina y Alessandro trató de ir tras ella pero Gianna se lo impidió.

—Escúchame un minuto—pidió a Alessandro.—Alexia, ve a buscar al capitán y vuelve aquí con él.

Alexia obedeció sin chistar, aunque en realidad estaba segura de que no había nada que pudiera decir en aquel momento.

—Parece que no hay vuelta de hoja esta vez—dijo.— ¿En qué estabas pensando, Alessandro? Jamie te ama, daría su vida por ti... Pensar que fui yo quién la animó a volver contigo. ¡Y no eres más que un...!
—Soy lo que quieras pero deja que vaya a verla—
la interrumpió él.
—No es un buen momento, no te escuchará—dijo porque la conocía, por algo eran las mejores amigas.—Y además, ¿qué podrías decir a tu favor?
—¡Que fue ella quien me besó!—
replicó él.
—¡Oh vamos! Eso lo cree uno una vez pero no dos—dijo.—Irás, lo harás, pero créeme, no te garantizo que ella hable contigo, largo...

Alessandro se fue sin más, Gianna también estaba furiosa. Enseguida llegó Andrea con Alexia, de inmediato la Zanetti lo apartó un poco de ella y le explicó lo que Jamie y ella habían visto al entrar en la cocina.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora