Capítulo XIX

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Estaba sentada frente a un bonito espejo, repitiendo el nombre de aquel corsario hasta que de pronto vinieron a ella más palabras de su viejo abuelo. Ahora entendía algo más: la caballerosidad de aquel hombre. Entendió que había estado cegada por el miedo que Andrea había puesto en ella sin ningún remordimiento.

—"Valirio, ¡ah! Ese hombre es muchísimo mas joven que yo, incluso podría ser mi hijo y sin embargo, es un hombre con tanta experiencia que me atrevería a pedirle consejo— había dicho su abuelo en aquella ocasión.—Viene de una familia excesivamente rica, con una educación que ni cien corsarios podrían tener juntos. Un día contando con diecisiete años, Valirio fue llamado para servirle a su rey y él aceptó; además de que la paga era buena, le llamaba el mar y así empezaron sus días como corsario. Lo conocí algún día del que no recuerdo el año en un puerto pequeño de la Nueva España; Valirio me había seguido por todo el muelle, preguntando si yo era Zanetti y al final, al ver la perseverancia de aquel hombre, me detuve y le contesté. Siempre viaja con su padre, un hombre mayor, de buena casta; a simple vista te das cuenta que es un hombre fuerte—entonces pensó que aquel viejo que había subido a Morrigan era el padre de Valirio.—En otro encuentro me dijo que viajaba con él por temor a que alguien a quien él le hubiera negado sus servicios, quisiera hacerle daño a su padre o asesinarlo como ya habían hecho con su madre y su hermana. Una vez le brindé mi ayuda pero te lo contaré en otra ocasión, mi querida Gianna."

Con aquel recuerdo fresco como si se lo hubiera estado diciendo en ese momento, se puso de pie, se sentía alegre de golpe por haber recordado aquel pasaje vivido con su abuelo. Llamaron de manera apremiante a su puerta sacándola de aquellos pensamientos, parecía como si el que llamaba estuviera nervioso o tuviera prisa, ella hacía unos últimos ajustes a su ropa y tuvo que gritar que entrara a quien quiera que fuera.

Era Alessandro.

—G—Gianna... Señorita Zanetti—Alessandro no sabía cómo dirigirse a ella.
—Gianna está bien—dijo ella volteando a verle.— ¿Qué sucede?
—Me enviaron a buscarte—
contestó él.

Ella sonrió, sin dudarlo era un chico muy lindo y parecía noble a la vista de cualquiera a pesar de que hubieran empezado con el pie izquierdo, le agradaba mucho para su querida amiga Jamie.

—Alessandro, lamento lo de aquella vez en tu camarote—dijo.
—En todo caso también yo tendría que pedir una disculpa—contestó él.
—Olvídalo, ¿amigos?—preguntó la muchacha.

Él sonrió, asintió y le ofreció su brazo para dirigirse juntos al comedor, pasaron por la cámara que en esos momentos estaba vacía, sus pasos los llevaron luego a la cubierta que estaba iluminada por la luna esa noche. Cuando entraron en el comedor, ya todos estaban allí, incluso el padre de Valirio pero no así los otros dos que luego supo eran el maestre y el contramaestre del Destiny. De inmediato Valirio se puso de pie y fue hasta Gianna mientras esta daba las buenas noches a todo el mundo, Andrea la observaba con enojo pero eso no le importó a ella. Se sentó la silla que le ofreció Valirio aunque se sentía bastante ridícula por todas esas atenciones que sólo estaba acostumbrada a recibir en tierra pero no se negó a que la tratara así. Jim sirvió un potaje de frijoles humeantes que no sólo olían muy bien, sino que sabían muy bien gracias a algunas yerbas que el viejo nunca develaba, dispuso queso en el centro de la mesa, carne seca y dos botellas de vino. Una cena muy espléndida, como solía decir Andrea cuando le gustaba lo que comía. Valirio era muy agradable, hizo de la cena un momento muy ameno hasta que uno a uno de la tripulación se fue despidiendo; su padre se quedó dormido en el sillón del abuelo. Sólo quedaban Andrea, Valirio y Gianna.

—Será mejor que vayamos a descansar, habremos de zarpar temprano—dijo Andrea poniéndose de pie.
—Qué descanses, capitán—
dijo Valirio.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora