Aún con el vestido empapado permanecía sentada en la cama, pensando, repasando cada momento, algunas cosas de su pasado comenzaban a tener sentido y no pudo evitar llorar desconsolada nuevamente. Se puso de pie y buscó en su ropero el sombrero rojo que no estaba por culpa de Andrea, las flores que alguna vez le regalara su padre, también aquel abrigo que su padre solía usar y lo aventó todo en la cama, echó la pipa que estaba sobre la cama y la aventó sobre los otros objetos, los tomó y cuando estaba a punto de salir, llegó Nicolás.
—¿A dónde vas con todo eso? ¿Qué pasa? No puedes salir así, mírate, estás empapada, te enfermarás—dijo él deteniéndola.
—Déjame pasar, te lo suplico—pidió ella llorando.—De ninguna manera, estás fuera de ti...
Nicolás la hizo retroceder y fue quitándole uno a uno los objetos que estaba decidida a tirar, luego puso un poco más de leña en el hogar tratando de controlarse él también porque ver a Gianna así no le gustaba nada. Ella trataba de no llorar más pero los esfuerzos eran en vano porque nada estaba bien y ella lo sabía; él la miró con dulzura y dijo:
—Cuéntame si lo deseas.
—Nicolás... Amaraí es mi media hermana—dijo y pudo ver cómo se sorprendía.—Todo este tiempo he vivido en una mentira, mi mundo perfecto ha quedado reducido a nada. Mis padres y mi abuelo mintieron todo el tiempo, no esperaba que me contaran lo de Amaraí siendo una niña pero si cuando fui adulta...
Nicolás la abrazó y fue entonces cuando ella aprovechó para narrarle lo sucedido en la cubierta.
—No hay error: ella y yo llevamos la misma sangre y me odia. ¡Me odia por algo de lo que no soy culpable! ¡No puedo perdonar a mi padre y muchos menos a Danielle! Ella tampoco puede y no la culpo por eso—dijo Gianna.
—Querida no te corresponde juzgarlos. Es verdad, debe ser doloroso enterarse de algo así pero...
—Pero nada, Danielle y Alonso hicieron algo horrible. ¡Por Dios, alejaron a una niña de su madre y yo...!Se sintió mareada, tanto que creyó que perdería la consciencia pero se recuperó de inmediato y se levantó sin esperar la ayuda de Nicolás que estaba visiblemente alarmado.
—¿Estás bien? Vamos, quitate ese vestido, no quiero que enfermes—dijo él nervioso y preocupado.
Ella hizo caso sin dejar de pensar en lo que estaba sucediendo con la herbolaria y con su vida. Se cambió con ayuda de él que mientras lo hacía le daba friegas en los brazos y besaba sus hombros desnudos. Estaban a punto de meterse en la cama cuando alguien llamó a la puerta, él la miró como diciendo que podía no abrir si quería pero Gianna se negó, quizá era algo importante.
—Gianna—dijo Alessandro sin mirar a Nicolás.—Tenemos problemas, dos barcos nos cierran el paso, Andrea hizo que todas las mujeres desaparecieran de cubierta. Me envió a pedirte, no, a ordenarte que tú hagas lo mismo...
Gianna sonrió con amargura, no sólo era importante sino peligroso y de nuevo estaban a merced del destino sin embargo asintió para que Alessandro se fuera tranquilo pero apenas lo hizo, se vistió y fue tras él a pesar de que Nicolàs le pedía que no lo hiciera.
—Gianna, por favor no vayas a cubierta, por...—preguntó Nicolás.
—Este es mi barco y además de querer saber qué sucede en él, nadie me da órdenes...
—Pero Andrea...—interrumpió Nicolás.
—Andrea no me ordena nada, ¿vienes o te quedas?—preguntó.
Claro que él salió con ella porque no la iba a dejar sola y antes de subir a cubierta se encontraron con Jamie.
—¿A dónde vas, Gianna?—preguntó ella con sumo nerviosismo.
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Las joyas del abuelo
RomanceGianna emprende un viaje en barco tras el último día de 1699 sólo para encontrar los tesoros más preciados de su abuela. Una compañía pirata que le cambiará la vida para siempre.