Capítulo XXIV

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En el trayecto de vuelta a Morrigan había pensado que lo mejor era mantenerse en su camarote pero luego cambió de parecer y decidió que se uniría a la fiesta, no dejaría que Andrea la viera mal de nuevo o que pensara que por él se negaba a compartir la noche con el resto de la tripulación. Alessandro celebró aquella decisión y apuró a Jamie a acompañar a su amiga pero ésta no fue sola al camarote de Gianna, Nasheli iba con ella. Ya se había cambiado de ropa y entraron justo cuando bebía un poco de esa cosa para el dolor que le había dado Amaría aunque en ese momento no le dolía la cabeza exactamente, le dolía el alma y dudaba mucho que aquella cosa ayudara pero lo bebió igual porque su cuerpo y su mente comenzaba a acostumbrarse a aquel brebaje y no podía dejar de tomarlo.

—No deberías beber eso, Gianna—dijo Nasheli apenas entró haciendo una mueca.
—¿Por qué no?—preguntó la Zanetti.
—No nos dan confianza los remedios de Amaraí—dijo Jamie en un tono obvio.
—A mí tampoco—contestó ella sorprendiendo a ambas.
—¿Entonces por qué los tomas?—intervino Nasheli de nuevo.
—No me cuestionen, es lo último que necesito en estos momentos—dijo.
—¿Nos dirás qué te sucede?—preguntó Jamie.
—Lo haré, lo haré—respondió.
—No te notamos muy convencida—dijo Jamie.—Pero de todos modos yo quiero saber qué te pasa.
—Si lo desean, me voy—dijo Nasheli un poco cohibida.
—No, quédate, por favor—pidió.—Sucede, mis queridas amigas que me enteré de algo que duele mucho y a lo que no supe reaccionar... Resulta que Andrea conoce a Amaraí de tiempo atrás.

Ambas muchachas pusieron la misma expresión de sorpresa que Gianna había puesto en la taberna cuando Damián se lo había dicho, estuvo tentada a decirles que cerraran la boca.

—Y no me duele el hecho de que ella lo haya ocultado, no habría esperado más de ella porque sabemos cómo es. Ni tampoco me molesta que se conozcan de tiempo atrás, sé que todos los que estamos a bordo antes tuvimos una vida y no tenemos que poner al tanto de lo que nos sucedió a todo el mundo pero lo que si me duele verdaderamente es que Andrea no me lo haya dicho. Que no haya tenido la delicadeza de contármelo apenas la vio, por donde lo vea, sólo le puedo poner el mote de traición—rezó ella.
—¿Se lo preguntaste al capitán?—quiso saber Jamie.
—¿Cómo te enteraste?—preguntó a su vez, Nasheli.
—Con calma—pidió ella.—No, no se lo pregunté a Andrea, no le encuentro ningún sentido.
—¿Entonces?—volvió a hablar Jamie.— ¿Por qué Andrea estaba tan mal cuando subió a bordo?—Tranquila Jamie—dijo Gianna con impaciencia.—Nasheli, contestando a tu pregunta, lo dijo alguien que conoce muy de cerca de Amaraí...
—¡Damián!—gritó Jamie.

Gianna asintió lentamente, sentía que su cabeza era como una campana que absorbía todo sonido a su alrededor.

—¿Y si él miente?—preguntó Nasheli.
—No lo sé, pero no lo creo—dijo.—Y Jamie, Andrea debió estar así por qué...

Parecía que iba a llorar pero se contuvo, a pesar de ello ambas chicas la abrazaron para tratar de demostrarle que no estaba sola.

— Laverdad es que he sido muy dura con él—dijo conteniendo las lágrimas pero ocultando su rostro con las manos.—Quizá lo lastimé pero no había otra opción, lo que me hizo Andrea, no tiene perdón por ningún lado que se lo mire. Creía en la lealtad de él como en nada más en el mundo... ¡Maldición! Pude soportar mil cosas más, incluso que hubiéramos cometido el error de entregarnos el uno al otro y echarlo a perder, pero no esto. Esto no...

Jamie trataba de consolarla y entonces la  Zanetti la empujó levemente porque si seguía así no dejaría de llorar en ningún moment y necesitaba recomponerse. Se puso de pie, se secó las lágrimas, ató su cabello y se dirigió de nuevo a ellas.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora