La cena tomó a toda la tripulación desganada, no llovía pero había un terrible viento que hacía que el barco se moviera también violentamente. Jamie fue a buscar a Gianna para ir al comedor pero ésta desistió amablemente. Los demás sin embargo, se reunieron, eran pocos y deseaban estar juntos; el capitán también lo deseaba como casi siempre porque así se aseguraba de tener a todos contenidos y ocupados en cosas que fueran de provecho para la travesía.
—¿Dónde está ella?—preguntó Andrea a Jamie.
—Déjala en paz—amenazó ella en voz tan baja como la de él.
—¡Qué pregunta hago yo! Debe estar en su camarote—se contestó él mismo.Se dirigió a aquel sitio que conocía tan bien y Gianna tomaba una hoja, necesitaba escribir una carta. Llamó a la puerta, cosa extraña en Andrea pero que hizo sobresaltar a la joven mujer que como no esperaba que fuera él, lo hizo pasar sin preguntar quién era.
—¿Qué quieres?—preguntó de mal humor.—Tú no te pierdes una cena de Jim por nada.
Andrea no contestó.
—¿Qué haces, salvaje preciosura?—preguntó.
—Intento escribir una carta—respondió Gianna sin pensar.
—¿Para Moreau? A mí nunca me escribiste una carta—se quejó Andrea.
—Será por que él si se la merece—respondió ella.Andrea se acercó hasta ella y preguntó:
—¿Qué te pasó en la rodilla, cómo fue?
Ella sabía que si no le contestaba no se lo quitaría de encima en todo el día.
—Me caí mientras Nicolás me traía para acá anoche—mintió.
—¡Mientes! ¡El ni siquiera se dignó a traerte!—replicó él.
—Yo...
—No trates de mentirme, Zanetti, te escuché hablando con Jamie—dijo él.
— ¡Maldito seas, Andrea! ¿Vienes a reírte de mí?—le preguntó.
—Te equivocas, Gianna. Vengo a decirte que cuentas conmigo, que no estás sola y que quitarte la vida es de cobardes...—Si todo eso que me estás diciendo lo dices de verdad, vuelve a Puerto Montt—Saint—Michelle para que él pueda venir—dijo Gianna.
—No puedo—afirmó él.
—Sal de aquí entonces—exigió.
—¿No entiendes, Gianna?—preguntó él.
—¿Qué hay que entender? ¿Que tú y tu mujer fraguaron un bonito plan contra mí? ¿Que te llenaste la boca diciendo que me acosté contigo? ¿Que te pavoneaste alardeando que me acostaba con quien se pudiera y que no fuiste el primero? ¿Con Valirio? ¿Con Nicolás? No, no hay nada que entender, excepto que además de que nunca sentiste nada por mí, te regocijas que mi vida sea un desastre... Vete por favor, Andrea. Por lo que más quieras o hayas querido en este mundo. Por tu amada Jeannette, por lo que sea pero déjame sola...
—Gianna, no fui yo quien dijo que te acostaste conmigo, fue Amaraí pero eso no impor...Un brusco movimiento del barco hizo que Andrea perdiera el equilibrio y que cayera sobre ella, la miró a los ojos con toda la dulzura de la que era capaz pero ella no lo notó por que estaba furiosa con él y con todos en ese momento realmente. Estaba furiosa contra el mundo, en cambio Andrea no se percataba de nada de eso.
—¡Diantres! ¡Me vuelve loco tu olor, Gianna! Me envenena tu piel y esos ojos... ¿Cómo puedes pensar que alguien me importe más que tú? Juro que nunca he querido lastimarte, sólo quería que estuvieras con Valirio. Él sabría cuidarte, pero ese otro, el murciélago...—pensaba Andrea sin atinar a levantarse de encima de ella.
—¿Qué esperas para quitarte?—gritó ella furiosa.Amaraí entró sin llamar y los encontró así, tomó a Andrea y lo haló hacia ella. Andrea sonreía pero Gianna sólo podría reconocer burla en esa cara.
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Las joyas del abuelo
RomanceGianna emprende un viaje en barco tras el último día de 1699 sólo para encontrar los tesoros más preciados de su abuela. Una compañía pirata que le cambiará la vida para siempre.