Capítulo XVIII

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Andrea tomó enseguida los catalejos y los enfocó directamente hacia donde Santiago le señalaba. Miró por largo rato con preocupación, Gianna aún estaba en otro lado, no entendía nada pero tampoco le parecía el momento para preguntar, era mejor esperar. El capitán dejó de mirar, se mesó el cabello con aire de preocupación y dio instrucciones a la tripulación porque se tenían que mover más que rápido, las cosas parecía que iban a complicarse y cada vez más.

-Llama a los demás. ¡Todos a la borda! Empieza por Jim—ordenó Andrea a Santiago con el gesto adusto.—Usted..., usted viene conmigo—dijo tomando a una sorprendida Gianna del brazo.

Casi corriendo lo siguió hasta la sala del timón.

-¿Ve?—preguntó Andrea.—Vienen directo hacia nosotros, no creo que tengan ganas de negociar.

Ella abrió los ojos como un plato, se notaba a simple vista que realmente no entendía nada y eso exasperaba un tanto al capitán.

-No, no, no van a chocar contra nosotros—dijo Andrea al ver su reacción.—Pero debemos estar atentos, no sabemos en que plan vengan hasta aquí: son corsarios, eso lo puedo ver sin necesidad de que nadie me lo diga.

Aunque no lo pareciera las palabras de Andrea la dejaban mucho más tranquila. Si bien no dejaba de ser peligroso, por lo menos no eran bucaneros que podrían ser mucho peor. Su abuelo le había enseñado la diferencia entre unos y otros varias veces y ella no podía dejar de pensar en eso y que por tanto, había un poco de esperanza.

-"Los bucaneros van por ahí, buscando barcos a los cuales atracar; los corsarios, trabajan para alguien, casi siempre para un rey y su país y no atacan por diversión... Y los piratas... Bueno, lo de los piratas lo sabes de sobra."—había dicho su abuelo en aquella ocasión.
-¡Corsarios!—gritó Jamie con terror.

Andrea levantó la mirada al cielo como pidiendo paciencia.

-Creí haber ordenado que fueran a la borda—dijo Andrea con enfado.
-Lo siento, capitán—se disculpó ella.—Necesito hablar con Gianna.

Él miró a Gianna y luego dijo:

-Bien, las dejaré pero sean breves, esos corsarios subirán a Morrigan y no quiero que encuentren a mi tripulación separada.

Salió dejando a las dos mujeres a solas.

-¿Qué sucede?—preguntó Gianna pasando un hombro sobre los brazos de la chica.
-Seré breve—respondió ella, nerviosa.—Hablaba con Nasheli en la cocina cuando nos avisaron que debíamos estar en el borda, ella me dijo que te contó... Bueno, que te dijo...

Gianna la escuchaba atenta, presentía que jamás diría nada porque daba vueltas en torno a algo que la noble no sólo presentía sino que sabía.

-Tú sabes que ahora... Esto no es fácil—dijo entre dientes.
-Habla de una buena vez—dijo tajante la otra y dedicándole una mirada impaciente.
-Lo siento—dijo ella.— ¿Qué piensas de mi noviazgo con Alessandro?

A pesar de la situación, Gianna echó a reír como si no hubiera problema alguno y la abrazó tiernamente.

-Querida—dijo,—a pesar que tenemos tan poco tiempo juntas, te aprecio mucho y si Alessandro te hace feliz, me parece bien. Además no necesitas de mi permiso. Soy tu amiga, no tu madre.

Jamie respiró aliviada y mostrando una enorme sonrisa le dio las gracias mucho más tranquila que momentos antes pero sólo por esa situación porque aún tenían que hacer frente al peligro que suponía aquel barco de corsarios para todos pero sobre todo para ellas.

-Ahora, será mejor que salgamos, no queremos hacer enojar al capitán—dijo dándole un empujoncito hacia la puerta.
-¡Qué preocupada estás por Andrea!—dijo Jamie en tono de burla.
-A decir verdad...—calló un instante.—Nada, te lo diré más tarde.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora