Capítulo XXV

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Nota: Si has leído hasta aquí es hora de comentar, de expresar lo que piensas y sientes para que la escritora pueda continuar y saber si te gusta o no :).

El nuevo día llegó y Gianna sintió como si hubiera dormido días pero tan sólo habían pasado cuando mucho cuatro horas en las que evidentemente había dormido profundamente. La discusión con Andrea parecía ser el doloroso y vago recuerdo de un mal sueño pero ella sabía perfectamente que no era así, que realmente había sucedido. Salió de la cama, se encaminó a la cubierta sin ninguna prisa y no vio a nadie, debían estar en la cocina pero no tenía ganas de verlos y sólo se quedó allí en la proa. Vio entonces a Damián alejarse rumbo al final del muelle y le pareció que era una buena idea salir a caminar, llamó a Jim que vino enseguida y se lo comunicó para que no estuviera preocupado si no la veía más que nada.

—No se aleje mucho, Gianna—dijo él.—Podría ser peligroso.
—No te preocupes, no lo haré—
contestó todo lo amable que podía ser.

Mientras Gianna veía pasar la vida sentada en una vieja banca de la plaza central de aquel pueblo, a bordo y alrededores sucedían cosas de las que tarde o temprano se iba a enterar. Jamie al no encontrarla en todo el barco, se decidió y bajó a buscarla pero sólo se topó con Damián tomando, la no muy astuta decisión de entrevistarlo acerca de lo que éste le había dicho a su amiga. Le habría gustado tomar el toro por los cuernos con la herbolaria también pero pensó que no sería una buena idea ponerla al tanto de lo que ya sabían, quizás era mejor así. Cuando divisó a Damián, fue hasta donde éste estaba con otros tres hombres y poco antes de llegar, escuchó:

—No lo olviden, será suya pero deben seguirnos durante algunas semanas y esperar a mi señal...

Jamie quería haber escuchado todo pero los otros tres hombres alertaron al rubio marinero.

—¡Ah! La nueva esposa ¿Qué te trae por aquí?—preguntó a Jamie mientras se alejaba de aquellos hombres en compañía de la mujer.

Jamie comenzó a hablar nerviosamente.

—Podríamos hablar de..., de...—Jamie no podía articular una frase entera, él la ponía verdaderamente nerviosa.
—¡Ya sé! Quieres hablar de lo que le conté a tu amiga—dijo Damián echando el brazo sobre los hombros de ella.

Ella trató de zafarse pero él era más fuerte que ella y no se apartó por más que Jamie hiciera el intento de apartarse de él.

—S—Si, de eso quiero hablar—contestó ella.—No me parece justo que andes inventando esas cosas para separar al capitán y a Gianna.
—Un segundo—
dijo Damián con aire solemne.—En primer lugar: yo no invento nada y si usted, investiga más a fondo, sabrá que he dicho la verdad. En segundo lugar: No es mi intención separar a esos dos, en caso que esos dos hayan estado juntos alguna vez. Porque, seamos honestos, estos dos personajes jamás tuvieron la intención de estar juntos. Son de mundos diferentes y aunque ya alguna vez lo estuvieron a mí me da la impresión que fue un vil accidente causado por el ron.

Jamie escuchaba atentamente al hombre, realmente no tenía muchos argumentos para defender a Mielle y Zanetti. Ella no lo vio pero Alessandro se acercaba a paso vivo hacia donde estaban, segundos antes Damián había quitado su brazo de los hombros de ella, por suerte, su esposo no lo había visto o se habría armado un problema aún mayor.

—Jamie, te he estado buscando por todos lados—dijo con tono adusto.
—Pues la has encontrado—dijo Damián con cierta ironía.—Y yo de ti cuidaría más a esta preciosura.

Damián hizo un gesto de despedida y se alejó silbando alguna canción vieja. Alessandro se dirigió a su esposa.

—¿Qué diablos hacías con ese imbécil?—preguntó Alessandro muy enojado.
—Yo, bueno..., yo...—dijo Jamie.
—Contesta Jamie Amandil—exigió él furioso.
—Es que no entiendo tu enojo, yo sólo quería preguntarle sobre lo que le dijo a Gianna—dijo ella a punto de llorar.

Las joyas del abueloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora